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NEORRATAS® vs HUMANIDAD®

¿Supervivencia a costa de quién?

 

Alicia M. Mares

 

“No sois capaces ni de sobrevivir por vuestra cuenta. ¡Solo servís para cazar ratas! De hecho, valéis menos que las ratas. Al menos, las ratas se pueden intercambiar por dinero extranjero, ¿pero ¿de qué servís vosotros”

En la China que presenta Chen Qiufan en “El año de la rata”, el ejército de la República Popular China ha dejado en las manos de aquellos licenciados, ingenieros y profesionistas sin empleo la batalla contra un enemigo insospechado: las neorratas®.

Sí, Marca Registrada. Con mayúscula.

Estas comenzaron su existencia como mascotas de lujo; híbridos cuyos patrones de conducta eran modificados en el extranjero y habían sido diseñados para caminar a dos patas, para tener cuerdas vocales casi humanas, para ser solamente machos.

Pero aquí, hoy y en el futuro donde se les salen de control las neorratas®, “la vida encuentra una manera”.

Ojitos brillantes en la oscuridad

“El año de la rata” es el primer cuento de la antología Planetas invisibles, ciencia ficción china compilada por el célebre Ken Liu y publicada por editorial Runas, parte de editorial Alianza.

El título cumple con todo lo que promete, puesto que nuestro personaje principal, estudiante de literatura China, es parte de un escuadrón que debe andar por el interior de China rastreando y cazando a las extrañas neorratas®.

“En ocasiones siento unos ojos resplandecientes ocultos en las sombras que nos observan y nos escudriñan. De día o de noche. Creo que me estoy volviendo loco.”

Mientras avanza su misión, el protagonista y muchos otros de sus colegas van aceptando, a regañadientes y entre escalofríos, que las neorratas son extremadamente inteligentes. Conscientes.

Atrapados entre dos individuos que no podían ser más opuestos entre sí, Guisante y Cañón Negro, el pelotón descubre kilómetro a kilómetro que las neorratas han encontrado cómo reproducirse y han conseguido edificar construcciones equivalentes a las de tribus primitivas. Han comenzado a hacer ceremonias. Rituales funerarios. Y también han comenzado a evadir la caza y a planear sus propias estrategias.

¿Empática vida alienígena?

A mitad del relato, parece que se encamina a ser una historia de empatía y comprensión, de cómo la humanidad debe hallar cualidades humanas en criaturas ajenas a su especie y sociedad.

Justamente esto sucede con los insectores en El juego de Ender, de Orson Scott Card. En la novela, estos seres extraterrestres de mente de colmena atacan a la humanidad porque deducen que, como ya que no se comunican como ellos —telepática y colectivamente—, no deben ser criaturas con sentiencia. Y por ende, no existe dilema moral al proponerse exterminarlos.

“—No puedo hacerlo —Guisante me miraba mientras hablaba despacio—. Las ratas no han hecho nada malo. Son como nosotros: hacen lo que pueden para sobrevivir.”

Ya había mencionado a Guisante y a Cañón Negro. El primero es más sensible, humano y vulnerable, se rehúsa a matar y hasta ayuda a escondidas a las neorratas; mientras que el segundo es un asesino en masa, que despelleja y colecciona colas de rata sin jamás perder la sonrisa.

Una parte de mí esperaba ver algún discurso digno de fábula por parte de Guisante, ver morir a Cañón Negro por algún tropiezo en su rabia asesina, pero Guisante está muerto y lo sabemos desde la primera página.

“El año de la rata” va más sobre pasar del acecho a ser acechados, de sentirse humanos a reconocer humanidad en otros —como si esos otros nos la estuvieran robando.

Aquí se difuminan todas las líneas

En este cuento de Chen Qiufan se exploran varias esferas: la de la sociedad (ejército versus profesionistas ordinarios), la de la naturaleza (sentiencia humana versus sentiencia animal) y, pasada la mitad del cuento, hasta la de la realidad.

“La moral está baja. No se sabe muy bien qué es peor: que las ratas hayan descubierto cómo hacer caso omiso de los límites artificiales que se impusieron a su capacidad reproductiva o que hayan dado señales de inteligencia, que sean capaces de construir estructuras, tengan una sociedad jerárquica y hasta ceremonias religiosas. Cada vez estoy más paranoico. El bosque me mira y escucho susurros entre las briznas de hierba.”

Mientras más paralelismos encuentra entre su especie y las neorratas, mientras más contempla, atónito, cómo las ratas buscan métodos de escape y hasta se sacrifican para salvar a sus bebés, el protagonista entiende que ya no se enfrenta a un dilema ético, sino al hecho de que él y su pelotón son ejecutores de un genocidio.

Y allí se podría haber quedado, en este hecho que llenaría de pavor a cualquiera, pero Chen Qiufan decide darnos un guamazo más.

Chen Qiufan

Porque comienzan a aparecer ratas de tamaño humano, ratas que portan armas. Y esta barrera entre humanidad y “ratidad” se difumina más y más hasta dejar de ser psicológica y volverse verdaderamente tangible.

“Pienso en ello. Si las ratas son capaces de manipular químicamente nuestra percepción, de crear ilusiones y hacer que nos ataquemos entre nosotros, la guerra durará muchísimo tiempo. Recuerdo los gritos y el sonido que hacía la carne cuando las lanzas la desgarraban.”

¿Pero son ratas psíquicas y manipuladoras? ¿Han sido humanos todo este tiempo? ¿Existió alguna vez este enemigo que el ejército nunca se dignó a enfrentar? Preguntas para después, para la hora del atole y los tamalitos. Para que lo deduzca cada lector.

¡Hora de más ciencia ficción china!

No quiero hacerles más spoiler, porque la verdad es que este cuento me parece fenomenal, y qué decir de Planetas Invisibles.

En “El año de la rata’ hay reflexiones de las buenas, escenas de fideos hirviendo junto con calcetines sucios a mitad de un bosque, vértigo, sangre, potencial asesinato y tinieblas, todo aderezado con la dosis perfecta de misterio.

Y, sobre todo, un contexto chino desde los ojos de un nativo, autor que es una estrella creciente.

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Alicia Maya Mares (Ciudad de México, 1996)

Graduada del 12º Máster en Creación Literaria de la Universidad Pompeu Fabra y correctora de estilo en formación.

Trabaja como redactora en una agencia digital. Ha publicado en la sección “Piensa Joven” del Heraldo de México,

en las revistas Marabunta, Colofón, Origami y Efecto Antabus,

y le lee su columna de revista Palabrerías a sus seis gatos.

Creció al lado de un árbol de jacaranda.

Twitter: @AliciaSkeltar

Facebook: @AliciaMaresReading

Instagram: @aliciamayamares

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