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SUPERBOY: SMALVILLE ATTACKS!

o la magia de Jeff Lemire

(Jeff Lemire & Pier Gallo, DC, 2011)

Pok Manero

 

El personaje de Superboy ha tenido distintas encarnaciones. La más duradera fue la que correspondió más bien a las aventuras juveniles de Superman, publicadas de 1949 a 1979 y sus Nuevas Aventuras (pues así se llamaba el comic) de 1980 a 1984. Toda esta etapa fue eliminada de la continuidad oficial gracias a la Crisis en las Tierras Infinitas, aunque parte de ella fue preservada en el personaje de Superboy-Prime (quien era, digamos, el Superboy de nuestra realidad –sí, nuestra nuestra- y permaneció con vida en un universo de bolsillo sólo para muchos años después regresar, volverse loco y convertirse en un supervillano… pero esa es otra historia). A finales de los 80 tuvo una serie de televisión, la cual dio pie a otro comic con su nombre, ambos fuera de continuidad. Para 1993, surge la versión que podríamos llamar definitiva del personaje: tras la muerte de Superman, uno de los advenedizos que quiso ocupar su lugar fue un clon suyo (con unos cuantos genes de Lex Luthor, para hacer entretenidas las cosas) que, con un corte de cabello noventero, chamarra de cuero, lentes oscuros y una actitud adolescente a veces entrañable y otras detestable, llegó para quedarse.

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Este nuevo personaje, llamado alternativamente Kon-El o Conner Kent, ha sufrido sus respectivos cambios a través del tiempo. Afortunadamente, pues nadie querría ver su look de los 90 otra vez. Con los años, ha ido cambiando hasta tener la apariencia física de un atleta universitario: playera negra de manga corta (con el emblema de Superman y muy ceñida), jeans y el cabello muy corto. Digamos que no tiene un aspecto muy intelectual. Habiendo dejado atrás su actitud rebelde, se unió a los Teen Titans y murió heroicamente durante la Crisis Infinita. Pero como en los comics (los de superhéroes, al menos) la muerte es lo menos definitivo que existe, no pasó mucho tiempo para que volviera a las andadas. Mas no inmediatamente recuperó su propio título, el cual había sido cancelado desde 2002 (mucho antes de su temporal muerte en 2006 y aparentemente debido a cuestiones legales sobre los derechos del nombre del personaje).

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Para finales de 2010, se le dio una nueva oportunidad con un título bajo el mando de Jeff Lemire, escritor canadiense de fama independiente que ya estaba teniendo éxito en el sello Vertigo con The Nobody y Sweet Tooth. Y no podrían haberle hecho más justicia. Retomando al personaje donde había quedado después de su muerte y resurrección, Lemire lo lleva a vivir en Smalville, el pueblo natal de Clark Kent, junto con la misma madre adoptiva (para este entonces, Jonathan Kent ya había fallecido) y el can Krypto. Haciendo uso de elementos que resultan reminiscentes de la Edad de Plata e incorporando grandes dosis de drama adolescente, se nos presenta a un personaje rico y con gran profundidad que no se siente del todo a gusto viviendo bajo la sombra de Superman y está inseguro sobre su lugar en Smalville y en el mundo. Con amigos que lo apoyan (el genial Simon Valentine, científico loco en entrenamiento, y el pequeño Psionic Lad, venido de un futuro oscuro previo a la etapa de la Legión de Superhéroes) y un interés amoroso en Lori Luthor (amor prohibido según el mismo superchico, dada su ascendencia genética compartida), no se queda ahí y le da una gran escala a la trama con villanos invitados como Parasite y Poison Ivy, así como la aparición del Phantom Stranger y una muy divertida carrera entre el protagonista y Kid Flash, al más puro estilo nostálgico de una era pasada. La trama se torna sobrenatural conforme la amenaza oculta desde el principio se revela, lo cual no sorprenderá a nadie que haya leído el trabajo posterior de Lemire en Justice League Dark, donde se vuelve patente su gusto por los personajes místicos.

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El arte en casi todos los números corre a cargo de Pier Gallo, quien con un estilo bastante limpio pero a la vez detallado, nos da sobre todo señoritas de muy buen ver, aunque su tipo de dibujo quizá no favorezca tanto a la acción de la historia. Por algunos capítulos intermedios, otros artistas lo reemplazan temporalmente, de entre los cuales sobresale Marco Rudy. No obstante, Gallo regresa para el número final, para dar un buen cierre a un proyecto que desde el principio se sentía más bien como algo personal.

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Con sólo 11 números (los cuales fueron recopilados en un solo tomo), Lemire sólo pudo llegar a concluir su primer arco dramático debido al relanzamiento de todos los títulos de DC como parte de sus New 52. A pesar de haber podido concluir su historia inicial de manera satisfactoria (teniendo como villano principal a Tannarak, oscuro personaje setentero némesis de Phantom Stranger), quedaron muchas cosas pendientes, como la misión de Psionic Lad, quien vino a nuestro presente para evitar que un personaje importante se convirtiera en el déspota que esclavizaría su época. Sin hablar del reboot que le dieron al personaje, el cual no he leído pero he escuchado que es por demás deplorable, me queda la impresión de que si Lemire hubiera podido llevar su narración a buen término se habría convertido en un clásico de tanto peso como la larga temporada de Geoff Johns en Green Lantern, creando mitologías sólidas y duraderas.

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pokAdrián “Pok” Manero, tras años como lector asiduo, decidió que el siguiente paso en su manía consistía en elaborar sus propias ficciones. Se dedica compulsivamente a leer comics y libros y a ver películas, quisiera ser como los gatos y disfruta escribiendo sobre sí mismo en tercera persona.  vinetaspalabrasyfotogramas.blogspot.com