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CON LAS VÍSCERAS DE FUERA

Amaranta Monterrubio

 

Cuando la abuela tenía ocho años su padrastro fue enviado a la cárcel. El señor se dedicaba a transportar material de construcción hasta que, una noche, su camión se volcó, dejando caer el material encima de un machetero, casi provocándole la muerte.

El padrastro fue acusado de intento de homicidio y enviado a la penitenciaría del entonces Distrito Federal. Mientras cumplía su condena, la bisabuela tenía que pagar las necesidades de la enfermedad, las del encierro y la deuda con el machetero accidentado, sin mencionar los gastos de sus cinco hijos y de ella misma. Fue entonces cuando apareció el tío Luis.

Luis era carnicero. Acordó con la bisabuela que, para ayudarla a ella y a sus hijos, mataría las reses en el patio de la casa, se llevaría solamente la carne y dejaría las vísceras para que los niños las vendieran entre los vecinos. La bisabuela aceptó.

Guadalupe Dueñas, en su cuento “El sapo” —perteneciente a Tiene la noche un árbol (1958)*—, narra el primer encuentro de un grupo de niños con la muerte y las vísceras. Por medio de una prosa digna de conjuro, Guadalupe nos cuenta cómo un sapo intenta alcanzar el río, en cuya orilla los niños buscan objetos brillantes dentro del agua. El más pequeño da la voz de alarma para decir que aquella criatura se aproxima. Uno de ellos advierte: “¡Qué horrible, esto es un sapo! Yo lo conozco, es traidor, es venenoso; si se enfurece puede estallar y cegarnos con la lumbre que le hace brincar el pecho”. Ante la advertencia, la primera voluntad que surge al unísono es la de buscar algún objeto filoso para picar al animal.

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La primera vez que mataron a una res, el tío Luis y sus hermanos lo hicieron frente a un público de niños curiosos. Amarraron a la vaca, la sujetaron al suelo y le cortaron el cuello. Cuenta la abuela que de la garganta de la vaca brotó un mugido infernal que la hizo temblar a ella y a sus hermanos más pequeños. Cuando vieron brotar la sangre, los niños comenzaron a gritar despavoridos. El tío Luis y sus ayudantes captaron la sangre en un cuenco del que bebieron. Los gritos de miedo se transformaron en náusea y en llanto desesperado. La bisabuela llegó corriendo al escuchar los berridos de sus hijos. El tío Luis le pidió que llevara a los niños a la cocina y él iría en un momento.

En el cuento, el grupo de niños cegados por la curiosidad arrojan objetos al sapo. Al ver cómo se hincha su vientre, la excitación crece: los niños hacen cada vez más ruido y se afanan en que el sapo se hinche y se hinche hasta que ¡pum!, revienta. Dueñas finaliza: “…cuando el animal estalla y ven la piltrafa desvaída que se achica bajo el sol, enmudecen. Luego los pequeños se echan a llorar azorados, saboreando su primera tristeza”.

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En la infancia somos liminales, sea que probemos de qué es capaz nuestro propio cuerpo o tentemos hasta dónde el otro puede soportar nuestra agresión sin ser aniquilado. Pienso que no es casual que el primer motor de la vida sea la curiosidad, signo evidente de deseo, pues nos conmina a explorar más allá de los límites que la moralidad impone con el tiempo.

Una vez en la cocina y con el llanto consolado, el tío Luis reunió a los niños para explicarles el proceso de matar para comer. Les comentó que, una vez muerta la res, su carne serviría para alimentarlos a ellos y a los niños de otras casas. Explicó que la sangre recién extraída y caliente es muy nutritiva y por eso él y sus hermanos, aunque bajos de estatura, son hombres fornidos. Les pidió finalmente que, una vez que él terminara de lavar y filetear las vísceras, ellos las vendieran en las casas vecinas para ayudar a su madre con el gasto. Los niños quedaron tranquilos y aceptaron la misión encomendada. La abuela narra que a ella le encantaba acompañar al tío Luis de puerta en puerta ofreciendo la cecina y las tripas, hasta que después ella aprendió a vender. Mi abuela ha sido comerciante toda su vida.

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Pieter van Mierevelt / The Anatomy Lesson of Dr. Willem van der Meer (1617)

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Tanto en el cuento como en la historia, lo que empieza en curiosidad termina en horror ante la sangre y las vísceras expuestas. En el cuento no conoceremos lo que ocurre después a esos niños, pero en la historia de la abuela contamos con la salvedad de que hubo un adulto que amorosamente les explicase acerca de la muerte y el interior de los cuerpos. El tío Luis incluso lo llevó más allá, involucrándolos en obtener el sustento familiar.

En algunos lugares quizás está normalizado que los niños tengan contactos tempranos con la muerte y la evisceración como parte natural de la alimentación y la salud, pero en otros no existe nunca. Sin embargo, este primer contacto es decisivo, pienso, pues tengo la impresión de que definirá la relación con los interiores corporales el resto de nuestra existencia. No pretendo decir si es algo que debe ocurrir o no, pero creo que eso que vivió la abuela tuvo un momento decisivo en nuestra propia historia.

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Rembrandt van Rijn / The Anatomy Lesson of Dr. Deyman (1656)

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Yo tendría cerca de veintidós años cuando, por un proceso médico mal hecho, tuve una hemorragia en el baño. Me desguancé por la pérdida de sangre y mi mente no respondió a la emergencia. De pronto, mi abuela irrumpió en el baño para ayudarme y lo primero que hizo fue meter la mano a la sangre derramada para saber qué había pasado. Gracias a su alarma fuimos al hospital, donde salvaron mis órganos de un daño mayor.

Ese gesto de meter la mano a mi sangre ha sido la mayor demostración de amor que alguien me ha regalado. Pues, aunque me encontraba obnubilada, en su rostro no había huella de asco, sino de la más profunda y preocupada curiosidad.

Me parece que aquellas tardes, gracias al tío Luis, la abuela aprendió no sólo a no retroceder ante la sangre, sino a dejarse guiar por la curiosidad más sincera para saber qué le pasa al otro, aún con las vísceras o la sangre de por medio.

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AQUÍ puedes leer “El sapo”.

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*También lo encuentras en Obras completas (FCE, 2017).

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Amaranta Monterrubio

Ha sido sonidista, diseñadora sonora y editora de video sólo para descubrir que su vocación era preparar café para sus invitados y escribir.

Publicó el libro de cuentos Llegará el silencio (Cuadrivio Ediciones, 2020).

Los últimos viernes del mes tiene un programa de literatura de terror llamado LetrasParaNoDormir en el canal de la Brigada para Leer en Libertad.

@nemitlazohtla

 

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