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CARLOS ENRIQUE TABOADA

simplemente irrepetible

Lorena Loeza

 

 

Desde hace algún tiempo se está volviendo común hacer nuevas versiones de los grandes éxitos cinematográficos, en lo que parece perfilarse como una tendencia mundial. Especialmente los que lo fueron en la época de los setenta y ochenta, con un marcado interés por las cintas de terror.

Lo que ha pasado con la vuelta a los clásicos de terror merece analizarse detenidamente por varias causas: primero porque apunta directamente al hecho de que los miedos parten de arquetipos tan arcaicos que no responden a una moda específica. Es decir que al pasar del tiempo les seguimos teniendo miedo a las mismas cosas, en esencia. Y esa es la primera y principal de las razones por la que le ha resultado mejor a los estudios mirar hacia atrás que al frente.  En otros casos, las grandes películas de terror no resistieron la prueba del tiempo en lo que a efectos especiales se refiere, cosa que, curiosamente, no es el caso de las películas de Carlos Enrique Taboada, el tema que hoy nos ocupa.

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Carlos Enrique  Taboada y su aportación el género de terror en México

Son cuatro las cintas que se consideran indispensables para hablar del aporte de Taboada al género de terror hecho en México: Hasta el viento tiene miedo (1967), El libro de piedra (1968), Más negro que la noche (1975) y Veneno para las hadas (1984).  Las cuatro tienen en común el tratamiento, basado en relatos de corte gótico, y el que sean historias que dan cuenta de la existencia de un mundo sobrenatural, que acecha a los vivos y que se manifiesta de manera sorpresiva, desencadenando un desenlace trágico.

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Otro elemento importante a resaltar en estos trabajos, es que a pesar de tratarse de historias de fantasmas, el México de Taboada transcurre dentro de la creación de una nueva clase media que empieza adaptarse a los cambios culturales de aquellos años.  Taboada logra combinar elementos de las historias clásicas de fantasmas -tan integradas al imaginario colectivo mexicano- con los del terror psicológico (o thriller) para contar una historia terrorífica sin necesidad de efectos especiales, poniendo el énfasis en las actuaciones y la historia misma.

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Además de ello, Taboada fue consistente en el desarrollo de un género, cosa difícil de lograr en un medio donde los cineastas deben convencer a los productores para obtener financiamientos y no siempre filman lo que su creatividad les dicta.  Fueron las transmisiones televisivas -algunos años más tarde- lo que las posicionó en el gusto popular, especialmente para la generación ochentera,  cuando no había acceso masivo a los sistemas de paga y la programación en televisión abierta marcaba la pauta del consumo en entretenimiento. Su irrupción al mercado del DVD tardó un poco, al parecer por un asunto de derechos. El que sólo pudieran verse en televisión de vez en cuando y la dificultad de conseguirlas a la venta las convirtió en cintas de culto para muchos seguidores del género en México.

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Los remakes de Taboada: ¿relectura, moda o nueva apuesta cinematográfica?

Hemos visto los últimos años en las salas de cine  las nuevas versiones de  Hasta el viento tiene miedo (G. Moheno, 2006), de El libro de piedra (J.C Estrada, 2007) y de Más negro de la noche (Henry Bedwell, 2014). México entró con estos proyectos de lleno a la moda del remake y llamó la atención tanto la apuesta por el género -prácticamente inexistente en la industria mexicana desde hace muchos años-  como el estilo con el que están construidas: respetando el trasfondo de la historia, pero con adaptaciones y modificaciones, más en un sentido de traslado que de mera actualización.

De las mencionadas, es importante decir que las cintas tuvieron aceptable recaudación en taquilla. El éxito de El libro de piedra parecía demostrar la necesidad de hacer un cine de entretenimiento más variado que incluyera géneros diferentes, como el de terror.  Por otro lado, la apuesta al público joven quedó demostrada al incluir en el reparto a actores de una nueva generación y plenamente identificados por el público.  Sin embargo, la cinta dista mucho de poder siquiera compararse con la versión original. Entre las fallas más graves están, por supuesto, las actuaciones. En el caso de la cinta de Taboada, la película se hizo con poco presupuesto, pero descansó en un buen guión y en un elenco altamente profesional y experimentado. Para la segunda versión, se eligieron actores populares, pero ninguno con la trayectoria sólida en cine que se requería (acaso se salva de este comentario Evangelina Sosa). Lo peor de todo fue la modificación del final, que dio al traste con la construcción y naturaleza del personaje de Hugo, pasando de ser un espíritu malvado que busca su liberación buscando quién lo supla, a un pobre niño que lo único que quería era compañía.

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En el caso de la nueva versión de Hasta el viento tiene miedo la cosa no mejoró mucho. La aterradora situación del encierro de mujeres adolescentes en un ambiente tétrico fue suplantada por el tema de las drogas y las relaciones lésbicas. Nada que ver lo uno con lo otro. Un ambiente autoritario, un secreto, el encierro y una historia de fantasmas fue todo lo que necesitó Taboada para hacernos tener pesadillas. Dudar de la salud mental de las protagonistas e introducir el tema de la relación lésbica no sólo es morboso (más que aterrador), sino que además refiere un pobre manejo acerca de cómo se vive la diversidad sexual en nuestro país.

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Por último, Más negro que la noche no tuvo mejor suerte que los trabajos anteriores. Usando los mismos recursos para “renovarla”, se introdujo un elemento lésbico… Se trató de contar una historia paralela, se perdió el misterio y el ambiente asfixiante que generaba terror para, cuando mucho, generar suspenso. Es quizá la versión más floja de las tres mencionadas aquí.

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Uno al final no puede dejar de preguntarse: ¿Por qué Taboada es simplemente irrepetible? Quizá porque, antes que otra cosa, era un cineasta que no sólo hacia cintas de terror, sus películas en otros géneros también fueron exitosas y taquilleras. Ello quiere decir que conocía bien al público, y lo que le gustaba, además de ser un gran conocedor del oficio, un hombre de cine que hacía guiones, producía y dirigía. Era muy bueno en transmitir la angustia de los ambientes cerrados, el confinamiento, la soledad. Las nuevas versiones son pobres al tratar de trasladar eso a una realidad diferente, interconectada y diversa. Por último, la elección de los actores también jugaba un papel fundamental. Todos experimentados, con gran trayectoria y del gusto del gran público.

En fin, que no hay quien hasta ahora le haga sombra a nuestro Master of Horror a la mexicana. Aunque ya amenazan con la nueva versión de Veneno para las hadas y la filmación del misterioso guión que -se dice- dejó inconcluso. Hay cosas que simplemente son y serán irrepetibles.

 

 

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lorenaNorma Lorena Loeza Cortés

Es Profesora de educación preescolar por la Escuela Nacional de Maestras de Jardines de Niños, Licenciada en sociología y Maestra en Estudios Latinoamericanos por la Facultad de Ciencias Políticas en la UNAM. En el año 2000 recibió la medalla Alfonso Caso al Mérito Universitario, por parte de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM.

Ha sido profesora e investigadora en universidades públicas y privadas, en organizaciones de la sociedad civil y el sector público.

Ha presentado ponencias en foros nacionales e internacionales en temas sobre análisis de presupuestos públicos, educación, salud, jóvenes, incidencia política y análisis cinematográfico.

En 2011 participó en la publicación colectiva Femmes Fatales, 13 escritoras hablan de cine de terror, coeditado por Editorial Samsara y Festival Macabro. Actualmente, también es colaboradora en Corre cámara, Artes 9 y Cineforever, sitios electrónicos especializados en Análisis Cinematográfico y de arte multimedia.