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CATÓLICOS EN REHABILITACIÓN

Y SCARLETT JOHANSSON

Manuel Barroso Chávez

 

 

Eso de desacralizar se da mucho entre los escritores actuales. Eso de desarmar los mitos para incrustarlos en otro lado se da mucho también. Pero seamos sinceros: que ambas cosas se conjunten y funcionen bien no es algo que ocurra a menudo. Muchas veces, cuando alguien lo intenta, termina produciendo un texto que da más pena que risa.

Por eso, el hecho de que haya un libro que lo logre es digno de mención. Por eso aplaudo Miller y Giménez.

Ambientados en un México (País de Penn) futurista y dividido entre católicos y yajudis, los textos de este libro (publicado originalmente en Joaquín Mortiz) toman siete pasajes de la biblia y los vuelven a narrar usando robots, psíquicos homosexuales, necronautas, máquinas de refresco, nueras doble A, reality shows, Lucky Strikes, cuernos de chivo y a José José.

¿El resultado?, un desmadre de alta calidad y horas de diversión garantizada.

Todo este aparente caos está no sólo unido por el referente bíblico; de hecho, hay dos elementos que hilan y sostienen el libro:

1) Con un necesario glosario en la parte final, la “jerga” del País de Penn no sólo es utilizada en los diálogos, también está en la voz del narrador. Los cambios de palabras (cancro por cigarro, golová por cabeza) dan la idea de una población de un México (no tan) distinto al que existe actualmente (Miller sigue cantando al Príncipe de la canción y el salinato sigue siendo sinónimo de “estamos jodidos todos ustedes gracias”).

2) Los dos protagonistas. El andrógino y el saco cuadrado de plomo. El impulsivo y el reflexivo. El vulgar y el educado. El católico en rehabilitación y el pulóver de Zara.

Miller y Giménez.

Este par entrañable son miembros de la sexta división de La compañía. Esa que tiene una enorme red diseñada para que se cumplan las sagradas escrituras de El Libro. Cuando reciben una misión por fax (tantos años de avance y Dios sigue mandando sus órdenes por fax, que no joda), los agentes deben hacer lo que sea para cumplir, al pie de la letra, lo que está escrito. Entiéndase “lo que sea” como ponerse ebrios, colocar explosivos en un karaoke, revivir a un muerto y, sobre todo, asesinar a medio mundo con la misma cantidad de sangre que vemos en Kill Bill.

Debo decirlo: Ruy tiene una forma muy Tarantino de narrar, lo cual le da frescura a las historias. Hasta darían ganas de ponerle un 4/5.

La cosa se distribuye, aún, como un libro con siete cuentos (y tres bonus tracks); sin embargo, la forma en que están unidas todas las historias da más la idea de una “novela” que de cuentos.  No sé si el autor lo intenta y, francamente, no importa. Da igual que sean cuentos, una novela o Frankenstein patrocinado por Pepsi, lo que importa es que el libro está bien armado, bien escrito, y divierte de sobra.

Está bien bueno, pues. Como Michelle Pfeiffer.

Se necesita suerte para encontrar la versión impresa, pero no para leerse. El buen Xoconostle tuvo la (gran) ocurrencia de subir todos los textos en PDF a su blog (http://ruyxoconostle.wordpress.com/miller-y-gimenez/) por una razón: son complemento de Hackers de arcoíris, su nueva novela. No la he leído aún, pero saber que Miller y Giménez están cruzados en esa historia me hace desearla masivamente. Tanto como deseo una botella de ron, unos cigarros y otro mega de memoria.

Nunca tanto como deseo a Scarlett Johansson.

Manuel Barroso nació, creció y murió antes de enterarse de ello. Por eso reseteó la consola y sigue aquí. Lee como poseso, escucha rap y jazz de forma adictiva, escribe porque le duelen las historias. Odia las verduras. Mañana comprará un rifle.