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DEL HÁBITO CASUAL AL APEGO DESENFRENADO

Reflexiones sobre la personalidad adictiva del “buen” Dr. Jekyll

Valentín Chantacá González

 

 

El monstruo sale de la casa por la puerta trasera, se escabulle hasta alcanzar el acceso prohibido. Invisible y pretencioso, todo a la vez. Sale acompañado de penumbras y repleto de amenazas. Su propósito: esparcir miseria por doquier. El monstruo sale descontrolado, antes fue un hombre ejemplar. Así es la historia del buen Dr. Jekyll y el malvado Mr. Hyde, dos mentes contradictorias que comparten un solo cuerpo, aunque lo hacen en turnos separados. Monstruo y virtuoso, todo al mismo tiempo. Tal vez todos somos así en ciertos momentos, a veces somos personas distintas de las que creíamos ser. La sustancia, apreciable lector, culpemos a la suculenta sustancia.

Han pasado más de 130 años desde la primera publicación de El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Una novela breve e inolvidable, así como una de las obras definitivas de la literatura gótica, que ha perdurado para referir el tema del doble de manera ominosa. O bien, para inspirar algunas de las historias más terroríficas concebidas en la actualidad. ¿Qué hay detrás de este peculiar relato? Entre otros temas, un terrible testimonio de adicción y deterioro, tanto en un nivel orgánico como en un sentido moral. El deterioro del bondadoso y correcto Dr. Jekyll.

¿Pero en realidad es deterioro de carácter lo que acontece? ¿O es el reconocimiento de un aspecto natural en la indescifrable condición humana? ¿Es una denuncia de los defectos que plagan el espíritu o es un elogio de los maravillosos efectos de las sustancias inestables? Eso lo determina cada intérprete de la novela, aunque de tal encrucijada se desprende la decisión de calificar al protagonista, de juzgarlo. Como un héroe o un villano. Como un adicto aquejado por traumas irreparables o como una víctima de funestas circunstancias. Eso lo decide cada lector.

Lo que pasa es que es un alcohólico, no puede controlarlo.

Es que ya es un adicto, no sabe ni qué día es.

En los ojos se le nota, siempre está bien perdido.

Éstas y otras frases hemos escuchado, quizá, cuando se describe a una persona dependiente (a nivel biológico, emocional o psicológico) de una sustancia adictiva, ya sea de efectos psicotrópicos o enervantes. A pesar de que las ideas populares suelen ser reduccionistas, en esta ocasión no están muy alejadas de la realidad. Los adictos pierden el control, ¿verdad? Esa es la verdad, en realidad. ¿La realidad? ¿Cuál realidad? Es decir, ese estado, ese espacio, donde las cosas no siempre son lo que parecen. Lo mismo sucede en este extraño caso.

La transformación del ser humano en otra criatura, en algo distinto a lo que designa la naturaleza, es uno de los mitos más célebres y recordados a lo largo de los siglos. Desde las Metamorfosis de Ovidio hasta La sombra sobre Innsmouth de H.P. Lovecraft, la fascinación por el cambio de cuerpo, de especie o de conciencia ha sido fuente de inagotable asombro para estudiosos de las ciencias y las letras. ¿Cómo resistir semejante tentación? La tentación de convertirse en algo diferente a lo mortal, en algo que trasciende lo mundano.

En cuanto a Jekyll y Hyde concierne, la transformación no sólo representa un cambio de materia corporal. También es un poderoso mecanismo de liberación anímica, una suerte de catarsis perversa. Jekyll es el prototipo del gentleman victoriano, un hombre que reprime sus impulsos y cuya virtud se manifiesta a través de la práctica de un oficio honroso, al igual que de mantener costumbres que rinden tributo a las antiguas usanzas. Los ingleses de la época victoriana consideraban el legado de la caballerosidad como un asunto serio, esto a pesar de ser un tiempo saturado por enfermedades venéreas y crímenes escandalosos.

Dr. Jekyll and Mr. Hyde. por jasonedmiston

En el lado opuesto, Hyde es la posibilidad del instinto desatado, de lo salvaje que ruge por escapar al exterior. Es el monstruo que desafía las imposiciones de la civilización, que se rebela contra la condena de las rutinas monótonas. Este ser, una supuesta personalidad apartada de Jekyll, desea adquirir control absoluto de la conciencia que disputan ambos personajes. En este punto, cabe recordar que el medio que permite la metamorfosis es un brebaje misterioso, una fórmula que ni siquiera el experto Dr. Jekyll es capaz de recrear durante el desenlace de la novela.

Conforme el deterioro avanza, la conducta de Jekyll se modifica y exhibe rasgos parecidos a los que manifestarían diversos tipos de adictos. Comparado de forma recurrente con el comportamiento de un alcohólico, Jekyll también podría ser el equivalente contemporáneo de un adicto a la cocaína o la heroína. Entre otros síntomas, resaltan el alejamiento de círculos y actividades sociales, así como la constante urgencia por consumir la sustancia. Por encima de cualquier cambio superficial, destaca la transformación física. Los severos efectos de la pócima desencadenan una mutación total, incluso proporcionan otra apariencia y un recipiente para el nuevo ser que ha surgido. Su nombre es Hyde.

La transformación del apuesto Jekyll en el repulsivo Hyde simboliza el paulatino abandono de voluntad que demuestran ciertos individuos antes de rendirse ante los vicios. Es una metamorfosis similar a la de los adictos de nuestros días, cuyos rostros se contraen y se deforman conforme la farmacodependencia se apodera de sus organismos. Como ejemplo, basta ver la serie de fotografías The Faces of Meth, compartida en el sitio oficial de la Oficina del Sheriff del Condado de Multnoham, EEUU: http://www.mcso.us/facesofmeth/index.htm

Lo que fallan en mencionar los folletos de clínicas de rehabilitación, y otros centros de tratamiento de adicciones, es que las drogas brindan placer. Un placer inexplicable y ardiente, al menos las que fueron diseñadas con dicho propósito. En este sentido, considero que siempre se ha juzgado de forma injusta al incomprendido Mr. Hyde. Después de todo, él tan sólo es la personificación de las conductas destructivas de su alter ego. Hyde es el que disfruta de la vida con plenitud, es el que no sabe de modales ni limitaciones. Jekyll, el respetable, es quien resulta incapaz de refrenarse, no puede evitar convertirse en el otro.

Así lo declara el buen doctor en el siguiente pasaje:

Imagino que cuando un borracho razona consigo mismo sobre su vicio, sólo una de cada quinientas veces se siente afectado por los peligros que le hace correr su brutal insensibilidad física; ni tampoco yo, por mucho que reflexioné sobre mi situación, tuve en cuenta la absoluta insensibilidad moral y la insensata prontitud para el mal que eran los rasgos de Edward Hyde. A ello debo mi castigo. Mi demonio, desde hacía tiempo enjaulado, salió rugiendo de su encierro. Yo era consciente, incluso en el instante mismo de ingerir la droga, de una más desenfrenada y furiosa propensión al mal.[1]

Otro caso que sigue este patrón autodestructivo es el de Jack Torrance. Sin embargo, la interacción con la sustancia en El resplandor de Stephen King reserva consecuencias que difieren con la novela de Stevenson. Jack es un alcohólico en aparente recuperación, motivo que le impide consumir el brebaje, la pócima transformadora, a lo largo de los capítulos. La privación de los efectos placenteros llevan a Jack al borde del abismo, al lugar insondable, donde las mentes se pierden y ya no regresan. ¿Acaso fue la abstinencia o la embriaguez?

Tú sirve los tragos y yo me encargo de beberlos, Lloyd, mi buen hombre.

Uno tras otro.

Son las palabras que condenan a Jack. ¿O será que Lloyd de verdad estaba tras la barra?

Otro par de junkies que desborda ánimos por destrucción y violencia pertenece al mundo de los cómics. Qué casualidad, se trata de otro científico con motivos egoístas y prácticas cuestionables. El Dr. Bruce Banner y el increíble Hulk, su colérico alter ego, podrían ser diagnosticados con adicción a la ira si es que finalmente concluyeran algún proceso de terapia psicológica. Esta condición se caracteriza por la pérdida total del control sobre los sentimientos de rabia, con reacciones que no son ni remotamente proporcionales a la causa del conflicto. Una reacción también conocida como ser una drama queen de lo peor.

De vuelta en la época victoriana… Jekyll, el cobarde, no titubea al asegurar que Hyde es el culpable de todas sus desdichas. Incluso describe una «insensata prontitud para el mal» como una de las actitudes características de su otro yo. ¿Pero es que no se da cuenta? ¿Acaso no sabe quién es el verdadero insensato? Hacia el final de la novela se descubre que los componentes del brebaje eran impuros, una circunstancia que resulta crucial para asegurar la transformación. En otras palabras, el virtuoso doctor ni siquiera consumía de la buena.

Hyde existe porque así lo permite el ingenuo doctor, incluso cree que es posible controlarlo. El adicto decide vivir en el engaño, esa es la verdad. Hyde no es el otro, no es distinto. En realidad, Hyde es el mismo. Es él mismo, ¿verdad? Es el rostro que debe permanecer oculto de los demás. Es la parte más oscura del alma de Jekyll. Tal vez todos somos así de vez en cuando. A veces Jekyll, en ocasiones Hyde. A veces nos mostramos, en ocasiones nos escondemos.


[1] Robert Louis Stevenson. (2007). El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr.Hyde. Madrid, España: Cátedra Letras Universales.

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Valentín Chantaca González

En 2009, fue seleccionado como miembro del Programa Jóvenes Creadores del FONCA, en la categoría de cuento. En noviembre del mismo año, fue incluido en la antología Estación Central bis con Zoológico infrarrojo: 2 historias de pollos (Ficticia Editorial). Dicho relato también fue traducido al francés y recopilado en la antología Lectures du Mexique, Nouvelles et microrécits. Auteurs Mexicains du XXI Siecle (publicación digital de la Universidad de Poitiers).

En 2014, obtuvo una mención honorífica en el 4to Concurso Nacional de Haiku en México, organizado por el ITAM y la Academia Mexicana-Japonesa Tokiyo Takama. En 2015, fue beneficiario del PECDA (Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico) Colima con el proyecto Las noches en Colima también son temibles.

@ValChanGon

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