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DEL MONSTRUO MECÁNICO

Y LAS NOCHES DEL COVADONGA

Manuel Barroso Chávez

 

 

Aunque no lo crean, la ciencia ficción en México siempre ha tenido un tipo que la impulse, la promueva, lleve la bandera, la encabece. En un momento fue Federico Shaffler y luego estuvieron Gerardo Porcayo y José Luis Zárate.

Actualmente, la punta de lanza del género es Bernardo Fernández, alias (El gran) BEF.

Sí, sí, ya sé que es famoso por Tiempo de alacranes, Ojos de lagarto y Hielo negro (novela policiaca cyberpunk y háganle como quieran). Sí, sé de su carrera como monero (La calavera de cristal y ¡Cielos, mi marido! me caen rebien).

Señores, olvidan ustedes los libros de cuentos Bzzzzzt!!! Ciudad interfase y  El llanto de los niños muertos (el último es buenísimo, tal vez algún día les hable de él). Olvidan Yo el robot y El ladrón de sueños, libros para niños y jóvenes publicados por Almadía. Olvidan que armó Los viajeros. 25 años de ciencia ficción en México (de mis libros de cabecera, sin más).

Olvidan, sobre todo, Gel azul.

(Nota a Raquel Castro: ya sé que BEF obtuvo el Premio Grijalbo de novela y que dicho galardón es importante, pero creo que si hay que resaltar un premio obtenido por BEF es el Ignotus a mejor novela breve. Es el único mexicano que lo ha conseguido (y miren que La ruta del hielo y la sal ha sido candidato)).

El libro contiene dos novelas breves (hay una edición especial que, además, incluye un cuento de un migrante mexicano que trabaja de obrero en Marte (es un buen cuento)): “Gel azul” y “El estruendo del silencio”. Vayamos por partes y analicémoslas por separado, que son cosas (y no) distintas entre sí.

1)    “Gel azul” es una novela policiaca-cyberpunk (diría yo) ambientada en un México futuro (¿qué tanto?, ni idea, pero parece que hay cosas que nunca cambian). Fuera de la anécdota y los embrollos, el texto tiene un gran manejo de la trama, Crajales es un personaje memorable, el ambiente es un alucine y BEF hace un homenaje cantado a La primera calle de la soledad, de Gerardo Porcayo (primera novela cyberpunk mexicana).

2)    ¿Recuerdan la escena de Wall-e en la que el capitán de la nave descubre que la computadora cuenta con una enorme cantidad de información y él empieza a pedirle que defina agua, tierra, parque, picnic, y así? Bueno, digamos que algo así, entre montón de cosas más, pasa en “El estruendo del silencio”. ¿La diferencia?, aquí quien descubre es un robot. Un robot diseñado para despertar cada 100 años y llevar la nave a su destino.

Un robot que, de repente, sueña.

Al mismo tiempo, la historia se va años luz atrás para hablarnos del dueño de medio mundo, de su arrogante carácter méxicojaponés, de su cercana boda y de cómo paga y supervisa la creación de una nave que contendrá todo el conocimiento que la humanidad ha generado hasta ese momento (qué Wikipedia ni qué la madre) y será mandada a la galaxia más cercana que, tal vez, tenga vida inteligente.

El señor K, el robot, es. Para mí, el personaje más entrañable que BEF ha creado.

Las dos historias hacen un equilibrio y el lector no se cansa de ninguna ni quiere saltarse una para volver a la otra. Es una gran novela, pues.

Lo común en ambas, aparte de que están en el mismo libro alfaguaresco, es la voz de BEF. Hay algo en la forma en que están contadas estas historias que construyen una ciudad hi-tech alrededor del afortunado que lee esas páginas. Las novelas no tienen ni siquiera personajes comunes, sólo una pequeña insinuación de empresas, pero son el mismo universo, se siente así. Como que leer sólo una te hace querer saber más del mundo que la enmarca y el complemento está en la otra (¿habrá acaso, en un futuro, otro texto que siga exprimiendo este universo?, espero sinceramente que sí).

Sí, sí, BEF está haciendo su carrera alrededor de sus novelas policiacas, pero es innegable que él es, sin más, la gran cabeza de nuestra hidra robótica..

Recuerden, niños: los tipos duros no bailan.

 

 

Manuel Barroso nació, creció y murió antes de enterarse de ello. Por eso reseteó la consola y sigue aquí. Lee como poseso, escucha rap y jazz de forma adictiva, escribe porque le duelen las historias. Odia las verduras. Mañana comprará un rifle.