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Dentro y fuera de la ley

Robocop y Cyborg

Matías Carnevale

 

En esta última entrega de mi columna sobre Invasiones y robots, que comenzó hace cuatro meses aquí en Penumbria —a quienes quiero agradecer por el espacio cedido—, hablaré sobre dos films que han quedado en la memoria de una generación, logrando así trascender el zeitgeist de un período dado, la década del ochenta. Compararé la fabulosa primera entrega de Robocop, de 1987, y la nunca bien ponderada —con cierta razón— Cyborg, de 1989.

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Para comenzar me gustaría dedicar unas líneas a los directores y actores protagonistas de ambos films: Paul Verhoeven, realizador de Robocop, probó suerte en Hollywood luego de El cuarto hombre (drama/thriller, 1983) con Carne y sangre (aventura, 1985) y alcanzó reconocimiento no sólo por la película que hoy analizamos, sino que también por Starship Troopers  (1997), que como dato de interés para quien suscribe tiene a Buenos Aires entre las ciudades que más sufren por la invasión de los insectos alienígenas. Su policía robot tiene algo de cine de auteur, ya que puede hablarse de cierta marca personal en Verhoeven en cuanto a motivos que se repiten: violencia urbana y más bien obscena, desmesura y un tono kitsch en su producción.

Paul Verhoeven

Paul Verhoeven

Por otro lado, Albert Pyun, director de Cyborg, es considerado como uno de los popes de la clase B norteamericana*, con fallidos como Capitán América (1990) y Omega Doom (1996). Su marca registrada, si la hay, es la carencia: de presupuesto, de profundidad, de arte. Nadie puede negar, sin embargo, que no haya sido un trabajador de la industria cinematográfica; al igual que los productores de la miasmática compañía The Asylum, Pyun se ha esforzado, ha perseverado.  

Albert Pyun

Albert Pyun

Peter Weller es un caso especial dentro del cine estadounidense. Protagonista de la extrañísima versión de la novela de Burroughs, dirigida por Cronenberg, El festín desnudo (1991) y de otros films inusuales y heterogéneos entre sí como Buckaroo Banzai en la 8va dimensión (1984) y Poderosa afrodita (1995), se ha ganado un lugar por derecho entre el panteón de actores respetados**.

Peter Weller

Peter Weller

Van Damme, en contraste, también se ha ganado un lugar por derecho en el cine estadounidense, como extranjero llegado a una industria a menudo feroz y con códigos propios. Queriendo aprovechar su fama europea como artista marcial, debutó en el cine norteamericano con El gran dragón blanco (Bloodsport, 1988) y audicionó como el alienígena cazador en Depredador, rol que finalmente fuera otorgado al actor con altura de basquetbolista Kevin Peter Hall. Van Damme al menos tuvo el acierto de reírse de sí mismo en la semi-graciosa JCVD (2008).

Van Damme

Van Damme

Adicionalmente, quisiera ofrecer algunas notas respecto a la cruza de géneros que ambos films realizan: Robocop  mezcla la ciencia ficción con el buddy cop film, a su vez derivado de una tradición hollywoodense anterior, el buddy film. En los ochenta este tipo de films, que hace uso de pares opuestos como negro/blanco, bueno/malo, compasivo/bruto o liberal/reaccionario, tuvo un auge considerable; se pueden citar como ejemplos 48 horas (1982), Arma mortal (1987) y Tango y Cash (1989). En Robocop el par opuesto es un policía que en su doble naturaleza de hombre y robot debe enfrentar a humanos corruptos y a un brutal —pero torpe— robot antagonista y una chica más bien tierna y maternal, “La bella de La bella y la bestia, según Weller. Por su parte, en Cyborg hay un cruzamiento de géneros entre la ciencia ficción, las artes marciales y la aventura post-apocalíptica.

En Flesh+Steel (2001), documental que muestra el detrás de escenas del film, Verhoeven menciona ciertas conexiones intertextuales que manejó como influencias al momento de la realización del film: Metrópolis (1927) y El día que paralizaron la Tierra (1951). De la primera película tomó lo futurista de la ciudad donde transcurre la acción, su arquitectura urbana de edificios encumbrados y de la segunda parte del diseño del cyborg, que tiene el casco y el visor de Gort y cumple con una función protectora similar.

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Al igual que en Terminator, como explicaba en mi columna anterior al respecto, tanto Robocop como Cyborg tienen elementos de la teología cristiana; si podemos tomar en serio a Verhoeven, el director menciona en el documental ya citado que “quería mostrar a Satán matando a Jesús”. Verhoeven, sin embargo, asocia a Jesús con el tipo de héroe mitológico que regresa de la muerte para vengarse y hacer justicia, antes que con el Cristo de la ortodoxia que perdona a sus asesinos. En Robocop, John Murphy, el policía humano —en su rol de protector incorruptible, pero de carne mortal— muere para ser resucitado, pero en este caso por una corporación avarienta y en la forma de un robot, mientras que Cyborg tiene una escena en la que el personaje que interpreta Van Damme es crucificado.

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Mientras que en Robocop la ley existe y los oficiales encargados de hacerla cumplir pasan penurias en una sociedad distópica, en una ciudad que había sido la cuna de la industria automotriz estadounidense, en Cyborg asistimos a un film que no hace más que acoplarse a las manidas fantasías distópicas y apocalípticas que al menos cuatro décadas de cine previo ya habían explorado. A esto se le suman elementos de cine de samuráis, en cuanto al héroe debe proteger a una desvalida muchacha y asegurarse que llegue sana y salva a su destino, y de cine de artes marciales. El Robocop es una máquina que lucha contra la máquina, en un tiempo y un espacio bien construidos, una era de capitalismo salvaje y yuppies arribistas y vulgares; en cambio, Gibson Rickenbacker*** es un vagabundo que va atravesando obstáculos a las patadas, como en un juego electrónico, en un tiempo y —en particular— un espacio irreconocibles y más bien estereotipados.

Un detalle cómico es que el encargado de diseñar los modelos para el traje de Robocop se llama Rob Bottin****robotín. Otro de los encargados de los efectos especiales, Peter Kuran, tiene en su haber la realización de varios documentales sobre bombas atómicas, el más renombrado es Trinity and Beyond: The Atomic Bomb Movie (1995).

Vivimos un tiempo en el que las corporaciones dominan la escena política mundial y en el que grupúsculos de presión hablan de otorgarle derechos sociales a los cyborgs. Se habla de transhumanismo, de post-humanismo, de la obsolescencia del cuerpo humano como lo conocimos (y experimentamos) hasta —por darle un inicio a esta ideología— hace treinta años. Estas preocupaciones del primer mundo, donde las preocupaciones elementales de la vida, vestimenta, alimentación y vivienda ya están resueltas, adquieren tonos filosóficos y llegan al mundo académico buscando validar su posición. Conforme a la función anticipatoria de la ciencia ficción, no sería descabellado concluir que nuestra época se parece un tanto más a la de Robocop que a la de Cyborg.

Robocop vs Cyborg

Robocop vs Cyborg

Por lo expuesto anteriormente, y por el modo en que satiriza al mundo empresarial y de los medios de comunicación, el film de Verhoeven es a todas luces superior al de Pyun.

Agradeciendo nuevamente a los editores y lectores de Penumbria, y esperando que haya sido de su agrado, concluyo esta serie de contribuciones. Nos estaremos leyendo en algún otro espacio.

*

Inferior, a todas luces, a Roger Corman, por ejemplo.

** Weller además completó un doctorado en historia del arte del renacimiento italiano.

*** Los nombres se refieren a dos marcas de guitarras eléctricas.

**** Experto en maquillaje y efectos especiales, trabajó en La niebla (1980) y La cosa (1982), ambas de Carpenter.

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Bonus track: tráiler de Robocop con música de Terminator:

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Imagen de cabecera: «Murphy… It’s you» de Tim Doyle.

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Foto CarnevaleMatías Carnevale (Tandil, Argentina; 1980) es Licenciado en lengua inglesa, con especialización en literatura y cine, por parte de la Universidad de San Martín. Ha cursado estudios de guión y publicado textos y traducciones en diversos medios nacionales como Haciendo cine , Axxon y Revista Evaristo Cultural. Entre sus proyectos se hallan la preparación de una antología personal de cuentos fantásticos y de una ponencia sobre El día de los trífidos de John Wyndham.

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