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EL a g c DE LA MANDRÁGORA

 

Concepción Figueroa

 

Es común que al hablar de lo fantástico, el terror e incluso el surrealismo se hagan menciones a manifestaciones artísticas como la novela, el cuento o la pintura; sin embargo, uno de los proyectos más interesantes que se desarrollaron en Latinoamérica,  específicamente en Chile, se llevó a cabo por la reunión de tres poetas: Braulio Arenas, Enrique Gómez Correa y Jorge Cáceres.

El grupo La Mandrágora nació a principios del siglo pasado, en 1938, justo cuando se desplegaba una unidad antifascista en Europa y se empezaban a formar los frentes populares en diversos países. La reacción del grupo fue contra el realismo que imperaba en el arte en ese momento.

En esa misma fecha nació La Revista Mandrágora, que llevaría como subtítulo: Poesía, Filosofía, Pintura, Ciencia, Documentos. Se publicaron sólo siete números (el último en 1943), pero en 1957 el grupo sacó a la luz su antología poética llamada El a g c de la Mandrágora, constituida por 122 páginas que inician con un Glosario nada común, pues conceptualizan las palabras de acuerdo a lo que significan para cada uno de ellos. En algunas ocasiones son versos y en otras, cuestionamientos:

-Abismo: Un abismo me dirige la mirada.

-Ángel: ¿o seis horas no bastan para matar un ángel?

-Noche: La noche que anda por sus pies, anda por sus ojos.

-Sed: Un río muerto de sed se arroja sobre el hambre de mi sueño.

Las tres secciones que continúan el libro son apartados individuales, uno por cada autor, presentado con un retrato a lápiz de cada uno de ellos. En su espacio personal de aproximadamente 30 páginas, despliegan sus trabajos poéticos y reflexivos.  En la parte número VII de “La palabra del enigma”, Braulio Arenas escribe sobre el sueño y el tiempo:

“De aquel ojo llorado por veinte generaciones de cíclopes ya no queda una mirada. Los ojos azules  de la joven bíclope decían siempre veinte años a los sueños. Almohada de la realidad, al otro lado de una avenida de eucaliptus mimetizaba sus pájaros en corpiños blancos, y las jóvenes tricíclopes se los ponían alborozadamente, corpiños todavía palpitantes, corpiños todavía tibios, y que aún tenían la ansiedad de plumas para el vuelo…”

Por su parte, Enrique Gómez Correa en “Testimonios de un poeta negro” reflexiona sobre lo que implica este tipo de poesía y postula cómo debería vivirla su creador:

“¿Con qué fueros escribo yo si no son con los fueros de la Poesía Negra, la única que puede darme la posibilidad de romper aun con mis propios textos? Sí, la Poesía Negra debe invadir toda nuestra vida… Ella nos permitirá interrogar definitivamente la existencia de este sorprendente ser que se llama hombre”.

En el tercero podemos encontrar a Jorge Cáceres, que compone un poema contándonos la historia de “Justine”:

«El 8 de julio de 1787 una mujer ha cruzado por el

sitio que hoy ocupa el puente de Enrique IV

Abatida por el peso de un pensamiento ella se ha in-

clinado al pozo

Con un gesto de ráfaga todos los párpados del mundo se han cerrado».

Para finalizar, el libro contiene un espacio titulado “Bio bibliografía”, donde podemos conocer un poco más sobre el trabajo de los autores… A estas alturas, y ante tal hallazgo, creo indispensable extender un reconocimiento a la página Memoria chilena, pues gracias a su trabajo de recuperación podemos disfrutar de este material desde cualquier parte del mundo con solo un clic.

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AQUÍ  puedes descargar la antología.

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Concepción Figueroa, mujer, literata y profe.

 

 

 

 

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