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EL DIABLO NO EXISTE

Miguel Lupián

El pasado 5 de noviembre tuve el honor de presentar, al lado de Lola Ancira y Omar Delgado, El diablo no existe, libro de cuentos de Rogelio Flores.

Aunque en las presentaciones no suelo preparar textos para leer (sólo notas), me pareció importante transformar mis apuntes en un texto que sirva de reseña.

He aquí el resultado:

“El demonio existe, sin ningún género de dudas. El Gran Dragón, La Serpiente Antigua, El Príncipe de las Tinieblas, El Maligno, El Padre de la Mentira, El Ángel Caído… Satanás, Lucifer, Belcebú, Belial, Pazuzu, Moloch… Sin embargo, no estamos hablando del ser sobrenatural al cual va ligado, indisolublemente, el problema del Mal en las grandes religiones monoteístas de la humanidad –cristianismo, judaísmo, islamismo-, ni nos remitimos a la miríada de espíritus perversos que pueblan los cultos hinduistas o budistas. Cuando afirmamos que el Demonio existe nos referimos, por supuesto, a su representación, a su máscara, en el ámbito cultural y artístico. En este sentido, la figura del Demonio es verdadera, no sólo mitológicamente, sino psicológica y ontológicamente. Lo necesitamos para reducir el Mal a una figura que nos exculpe de una responsabilidad que parece desproporcionada con respecto a nuestra fragilidad e imperfección como seres humanos. El Demonio es un comodín: es la causa de todos los horrores y aflicciones que corrompen al mundo”. Antonio José Navarro / Prólogo de El demonio en el cine (Valdemar, 2007)

Seguramente estás pensando: Pero el libro se llama El demonio no existe

Rogelio Flores resuelve esta polémica al inicio de su libro, con un epígrafe de Tom Waits: ¿No lo sabes? El diablo no existe, es sólo Dios cuando está borracho.

Como todo epígrafe bien utilizado, esa frase resultará pieza clave y marcará la línea del libro.

En los agradecimientos, Rogelio explica: El demonio no existe es una declaración de amor a La Dimensión Desconocida, el cómic, la mitología griega, el cine de terror y la música de Tom Waits.

Antes de continuar, me gustaría contarte cómo llegó El demonio… a mis manos. El 19 de diciembre de 2013 apareció en mi correo. Dos semanas después, el 3 de enero de 2014, respondí lo siguiente:

“Los personajes están muy vivos, así como sus anécdotas. Los diálogos se sienten naturales y fluidos. Me gusta que al principio parecen llevarte a una dirección y de pronto ¡zaz!, irrumpe el elemento fantástico, sin molestar o sentirse artificial…”

Diez meses después y tras otra rigurosa lectura, sigo pensando lo mismo.

Una de las piezas clave del libro es el elemento fantástico (situación por la que, supongo, Rogelio pidió mi opinión y me invitó a presentarlo); elemento que preocupaba al autor, pues era la primera vez que exploraba de lleno el terreno sobrenatural.

Esto me hizo recordar una cita de Thomas Ligotti (“Los consuelos del terror” / La fábrica de pesadillas): “A veces olvidamos que las historias sobrenaturales pueden tener todas las funciones que las reales, y transmitir las mismas sensaciones, pues lo sobrenatural puede servir como eficaz vehículo con el que adentrarse en reinos en los que lo extraño y lo familiar se cargan mutuamente con los polos opuestos de su pasión”.

Cita directamente relacionada con la noción de lo unheimlich (propuesta por Freud, utilizando como ejemplo El hombre de la arena de E.T.A. Hoffmann), donde lo siniestro puede ser lo cercano, lo familiar…

Así, los cuentos de Rogelio no requieren de una casona abandonada o de un cementerio a medianoche para inquietarnos; sus historias ocurren en las calles, en un camión, en un bar, en una sex shop

Los que conocemos a Rogelio sabemos que además de ser gran aficionado de la música, el cine y los cómics, lo es de la novela negra. Esto se ve reflejado en cuentos como “Verde esmeralda”, “Catedral”, “Afuera del Salón Madrid”, donde, a pesar de que el noir se desenvuelve mejor en el largo aliento, Rogelio logró extraerle la esencia y plasmarla de forma breve y contundente. También de este género se desprenden varios personajes muy interesantes, como las mujeres fatales.

Las referencias cinematográficas son geniales: ya sea citando a Lost Boys, o rindiéndole tributo al Titty Twister (Del crepúsculo al amanecer).

La mitología griega, como se nos advierte en la cuarta de forros y en los agradecimientos, está muy presente, sobre todo en “El cabrito de oro”, cuento donde los personajes son Medea, Onofre, Fineo, Jasón, Arcadio… Situación que me hizo recordar aquella maravillosa novela de Jean Ray llamada Malpertuis.

La música no podría pasar inadvertida. Una referencia que me encantó fue la utilizada en “Los bailes de Marte”, pues desconocía que Radio Futura había hecho una versión de “Ballroom from Mars” de T-Rex, grupo al que soy muy aficionado.

Otro elemento a resaltar es el humor y el juego de palabras: Grupo Elektra y el Bar Helsing, ineludiblemente, nos llevan a otro lado, por ejemplo. O detalles sutiles, como mencionar a dos equipos de beisbol (Arizona Diamondbacks y Chicago Cubs) en “Karen Kürten”, donde al final entendemos que eran pieza clave para entender el cuento: Esta noche las víboras de cascabel se cenaron a los cachorros.

El diablo no existe de Rogelio Flores te inquietará, mientras una sonrisa cómplice comenzará a dibujarse en tu rostro.

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Aquí puedes leer “Verde esmeralda”.

Aquí puedes contactar a la editorial.

 

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Miguel Antonio Lupián Soto

Ex alumno de la Universidad de Miskatonic, feligrés de la iglesia Cthulhiana y devoto de San Lemmy.

@mortinatos