Seleccionar página

EL EXORCISTA

Cuando el demonio se sienta a platicar en la sala de tu casa.

 

Lorena Loeza

 

¿Qué es lo que hace de esta historia algo tan poderosamente influyente en los miedos colectivos de varias generaciones? La historia parece tan antigua, tan clásica, tan predecible (en el sentido de que en la batalla del bien contra el mal, sabido es que para efectos hollywoodenses el bien gana siempre) que uno no pensaría que tuviera el efecto tan poderoso que tuvo y tiene aún ahora. Sin embargo, en términos cinematográficos, al parecer su gran acierto está en un relato construido de manera diferente, que cambia la perspectiva del tratamiento clásico del cine de terror, rebasando el predecible final hacia posibilidades más aterradoras. El bien terminará ganando, pero esta vez le costará trabajo.

William Peter Blatty -escritor de la novela que da origen a la película- afirma haberse inspirado en una nota periodística acerca del posible exorcismo practicado a un adolescente en 1949, en Maryland, EUA. Para escribir su propio relato, cambió algunos elementos que al parecer son la clave del éxito: sustituyó al niño por una niña y situó los hechos en un suburbio de Washington. La novela se publicó en 1972 y al año siguiente, Blatty se convirtió en productor del filme, del cual también fue guionista. Los estudios contrataron a William Friedkin para dirigirla y es así como se realizó la que se considera la película más aterradora de todos los tiempos.

Los detalles fueron cuidados al máximo, cayendo incluso en la exageración. Se consultó al Vaticano y se pidió autorización para que en el filme participaran sacerdotes verdaderos. Tal es el caso del rol de Obispo que en la película da la autorización para realizar el rito y el papel del Padre Dyer, sacerdote amigo de Demian Karras, quien lo confiesa al momento de morir, una de las escenas más controvertidas en el sentido que da pauta para hablar del tema del perdón y la redención.

El Vaticano se mostraba reacio a autorizar la participación de los sacerdotes y a permitir que se usara el texto del rito verdadero en la escena del exorcismo. Una frase de Friedkin los convenció: “Al final, Dios gana”. Es así que para cualquiera que quiera corroborarlo, el rito usado por Merrin y Karras corresponde plenamente al Ritual Romano de la Iglesia Católica no modificado -en ese entonces- desde 1641.

La cinta está construida con muchos planos oscuros y tomas a los rostros de los personajes, en una clara tendencia impresionista. La música juega un papel importante. Habiendo pagado a un compositor para hacer la música, finalmente cae en manos de Friedkin “Tubular bells” de Mike Oldfield, y decide no usar la otra música. Es el tema que todos conocemos y que a algunos todavía nos aterroriza. Los efectos de sonido -por los cuales la cinta ganó un Oscar y un premio BAFTA- se deben orgullosamente a Gonzalo Gavira, un extraordinario técnico mexicano que había participado antes con Alejandro Jodorowsky en El Topo.

“El Exorcista” es todo un fenómeno mediático y social. Muchas personas no tenían idea de cómo debía verse o comportarse un poseído hasta que vieron la película. La Iglesia reportó  aumento en el número de  personas que se dicen poseídas por el demonio, después de haber visto la cinta. Y de hecho, son legendarios los gritos dentro de las salas de cine, los desmayos y las pesadillas que -se decía- acompañaban por varios meses a quienes habían visto la película.

Después de “El Exorcista”, el cine de terror ya no sería el mismo. Aun y cuando el tema del demonio en el cine podría considerarse oscuro y hasta gótico, propio de ambientes medievales y quemas de brujas, el hecho de haberlo llevado a ambientes modernos cambió la idea de los lugares clásicos donde -se supone- podrían suceder este tipo de cosas.  Después de todo, ya saben lo que se dice: la mayor victoria del demonio es habernos hecho creer que no existe.

Norma Lorena Loeza Cortés

Es Profesora de educación preescolar por la Escuela Nacional de Maestras de Jardines de Niños, Licenciada en sociología y Maestra en Estudios Latinoamericanos por la Facultad de Ciencias Políticas en la UNAM. En el año 2000 recibió la medalla Alfonso Caso al Mérito Universitario, por parte de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM.

Ha sido profesora e investigadora en universidades públicas y privadas, en organizaciones de la sociedad civil y el sector público.

Ha presentado ponencias en foros nacionales e internacionales en temas sobre análisis de presupuestos públicos, educación, salud, jóvenes, incidencia política y análisis cinematográfico.

En 2011, participó en la publicación colectiva “Femmes Fatales, 13 escritoras hablan de cine de terror” coeditado por Editorial Samsara y Festival Macabro. Actualmente, también  es colaboradora en Corre cámara, Artes 9 y Cineforever, sitios electrónicos especializados en Análisis Cinematográfico y  de arte multimedia.