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EL OTRO GIGER

Davo Valdés de la Campa

 

A Pablo Peña

 

En una carta fechada el 16 de marzo de 1993, dirigida al entonces presidente federal de Suiza, Adolf Olgi, el artista H. R. Giger, abrumado y apenado por no haber participado en una serie de votaciones en torno al tránsito automovilístico en Zurich, expone una serie de alternativas diseñadas por él para solucionar la problemática del tráfico en las principales arterias viales. Se trata de “un sistema de túneles que atraviesen Suiza formando una estrella de cinco puntas”. Ello para “posibilitar la conexión de los cinco nudos más importantes de comunicación de la forma más directa. Desde cada uno de los puntos puede accederse a otros dos directamente y a los restantes indirectamente.” Además de la misiva, Giger incluye planos y explicaciones de cómo funciona el proyecto. Otro de sus implementos es la construcción de “robustas pirámides” que buscan resolver el problema de la basura. “Son instalaciones de eliminación y reciclaje de basura simultáneamente y señal distintiva de las entradas a los túneles de comunicación”. Finalmente la mismas pirámides servirían para dar hogar a las personas marginadas en uno de sus niveles.

 

 

 

 

Por supuesto que el túnel de estrella de cinco puntas nunca se realizó. Quizá porque el proyecto venía de la mente de alguien que en esa época era conocido como “artista del horror”. O tal vez porque representaba un proyecto sustentable, demasiado útopico como para volverse realidad. Lo cierto es que más allá de su estética biomecánica, Giger, planteó un proyecto urbano sumamente bien planeado. No sólo buscaba solucionar problemas viales sino que intentaba aportar en torno a temas ecológicos y sociales. Un ejemplo de esto era la disposición de plantas en el exterior de las pirámides o la posibilidad de generar pequeños huertos a su alrededor. El mismo Golgi contesó la carta de Giger. En su texto asegura que no ve la propuesta como algo que saldría de la mente de un artista del horror: “quizá, más bien, es un espejo crítico que quiere advertirnos a nosotros los políticos del peligro que entraña dar por buenas algunas soluciones, sólo por el hecho de que pueden llevarse a cabo con la menor resistencia.”

Este pasaje de la vida de Giger, quien nos dejó hace un par de semanas, justo antes de que Alien, su más famosa creación cumpliera 35 años de vida, nos revela un artista mucho más complejo y cuyos intereses estaban más allá de la estética biomecánica del xenoformo que inmortalizara Riddley Scott en su clásico de ciencia ficción y horror, Alien: el octavo pasajero. En este artículo quiero hacer un breve recuento de esas otras exploraciones de Giger en otros ámbitos. Muchos de estos proyectos son poco conocidos, quizá porque en el cine encontró la máxima difusión de su obra, sin embargo, creo que conocerlos no brinda una visión más amplia de lo que Giger representa para nosotros ahora después de su muerte.

 

Pintura

Giger comenzó a pintar desde muy pequeño, influenciado por las revistas de crítica de arte de la época. Estamos hablando de inicios de los 60. Como casi todos los artistas plásticos se adentró en el mundo del óleo, pero él mismo aseguró en numerosas ocasiones que nunca alcanzó a dominar la técnica del todo. Sus pinturas de esos primeros años se insertaban en la tendencia del surrealismo tardío. “A los 20 años más o menos creé mis primeros cuadros al óleo, inspirado por Dalí, Oelze, Schroder y Bellmer”. Muchos cuadros se perdieron, de algunos sólo existen fotografías en blanco y negro. Las obras que aún permanecen, porque él mismo se dio a la tarea de comprar sus primeros cuadros y de recopilar parte de su obra temprana, muestran de forma clara la huella de sus influencias, pero también los primeros vestigios de esos motivos que lo acompañarían en el resto de su estética. Una de ellas, a partir de la técnica, era la de manipular el color diluyendo la pintura con gasolina, brindando a las pinturas, según él mismo, “un gran efectismo”.

Pronto, Giger halló su verdadera vocación con la técnica del aerógrafo. La pistola aerográfica le permitió trabajar formatos más grandes, cosa que hizo hasta 1975, cuando su compañera, la modelo Li Tobler, se suicidara tras una fuerte depresión. Luego cambió a formatos más pequeños y en 1990 realizó sus últimos trabajos con aerógrafo. Este instrumento le brindó sus trabajos más impresionantes, entre los que se encuentra la seria de los Templos (“que se cuentan entre mis primeras obras principales que difícilmente podré superar”.), Necronomicon, Biomechanics y N.Y.C..

 

Con el paso del tiempo, también su arte ha ilustrado portadas de discos de bandas de todos los géneros, entre los que destacan Koo Koo de Debbie Harry (ex vocalista de Blondie), Brain Salad Surgery de Emerson Lake and Palmer, To Mega Therion de la banda Celtic Frost, Hallucinations de Atrocity y Heartwork de Carcass. Las cubiertas de Debbie Harry y la de Emerson Lake and Palmer fueron elegidas por la revista Rolling Stones como dos de las 100 mejores del siglo XX.

A finales de los 80, Giger también exploró con las posibilidades del fax y de las copiadoras Xerox. Esta etapa se conoce como la de los “Dibujos expandidos”. El proceso consistía en fotocopiar bocetos de su cuaderno y reinterpretarlos una y otra vez, posteriormente volvía a fotocopiar los resultados y provocaba una imparable reacción en cadena entre el dibujo, la re-interpretación de sus ideas y la fotocopia.

Muebles

Giger estudió diseño industrial y arquitectura de interiores. Desde que estudiaba en la Escuela de Artes Industriales de Zurich tenía cierto interés por la estética de formas orgánicas que se mezclaban con la mecánica. Uno de sus profesores, el señor Guhl, no era partidario de ese estilo. Se cuenta que después de una exposición de sus modelos de sillas, éste le dijo: “¡Giger, no vuelvas a utilizar formas tan enfermas que recuerdan a cuellos de vaca!” Afortunadamente, Giger nunca hizo caso y siguió fabricando muebles que unían dos conceptos que a veces los diseñadores industriales no logran concebir: que un objeto sea práctico y que al mismo tiempo sea bello. Giger citaba los sarcófagos egipcios como inspiración ya que eran objetos dignos de admiración tanto por su ornamentación como por el uso funerario que se les daba.

Los muebles de Giger están marcados por la obra de Hector Guimard. “Asemejan a retorcidas construcciones óseas”. Muchos de sus modelos fueron utilizados para la realización de dos tabernas. Una en Tokio sin su consentimiento y otra en Coira, que resultó demasiado cara para que fuera completada. Sin embargo, muchas de las piezas aún se conservan como su famosa silla Harkonnen-Capo, con tres calaveras apiladas en forma de torre en el respaldo o su espejo oval en colecciones privadas. Construir y materializar muchos de los muebles de Giger resultó ser caro y complicado por la cuestión de los derechos y las concesiones, así que éste abandonó la idea de producirlos de forma industrial y se dedicó en cambio a venderle piezas a ricos de todo el mundo.

Relojería

Como buen suizo, Giger era fan de los relojes Swatch. Pero no era un fan cualquiera sino un verdadero entusiasta de la industria relojera suiza, especialmente la que desarrolló la marca de Nicolas Hayek. Como prueba de lo anterior sólo basta leer la siguiente declaración que se encuentra en un libro que el señor Taschen le encomendara a Giger sobre su obra: “Dios creó la marca Swatch en 1982 como culminación del génesis”. Después de 1982, fecha en que Mia, una amiga de Giger, le regaló un Swatch, nunca dejó de usar uno. Incluso imaginaba que el Swatch del futuro sería biomecánico como un marcapasos. “Estará implantado a la muñeca y señalará la hora con un simple parpadeo”.

En homenaje a Hayek, Giger realizó su Crosswatch, un artefacto transparente que constaba de cuatro correas y de una cruz roja con las horas, todo ello montado sobre blanco de la bandera suiza y cubierto por una caja de plexiglás en forma de cruz.

Cine

El último trabajo de Giger para cine fueron los murales alienígenas que aparecen en Prometheus de Riddley Scott, precuela no directa de Alien que retoma el mismo universo, pero algunos años antes de que Ripley enfrentara al xenoformo al interior de la nave Nostromo. El “Space Jockey”, su creación más emblemática, no es su único aporte al séptimo arte, aunque quizá sí la que mejor destino tuvo.

Muchos de sus trabajos desafortunadamente nunca vieron la luz. Como es el caso de la escenografía que realizara para Dune de Alejandro Jodoroswky bajo recomendación del pintor Salvador Dalí (el proyecto finalmente cayó en las manos de David Lynch, quien decidió no llamar al artista suizo para la película) o el bar interestelar que sería parte de la película The Tourist o la decena de bocetos que dibujó para la secuela de Poltergeist de Tobe Hooper. Para la segunda parte, dirigida por Brian Gibson, Giger diseñó criaturas como “The Worm”, “The Vortex”, “The Primitive Creature” o “The Great Beast”, pero nunca fueron materializadas por falta de visión. Al final sólo dos de sus creaciones aparecen en Poltergeist II y los pobres efectos especiales le hacen poca justicia.

Otros proyectos en los que se vio involucrado fueron Species y Tokyo: The Last Megalopolis. Incluso diseñó un batimovil para Batman Forever que no fue usado en el film. Casi todas sus colaboraciones fueron para Hollywood, sin embargo tuvo una incursión en el cine europeo, una que no salió como él lo planeó.

Se trata del proyecto The Killer Condom, película basada en el cómic homónimo de Ralf Konig. Giger aceptó participar porque conocía el cómic y porque vio una obra de marionetas basadas en el texto, que la pareció suprema. Además confió en que, por ser un filme europeo, éste tendría una garantía de calidad. Al final el director y los productores no tomaron en cuenta los diseños de Giger ni las recomendaciones que hizo al guión. Así que Giger se desentendió y al final sólo fungió como “asesor creativo”. La película por supuesto fue un total fracaso.

Giger continuó hasta sus últimos día esa intensa búsqueda de plasmar sus criaturas y monstruos en todo lo que se le ocurriera: esculturas, fuentes, pins, tatuajes e incluso parques temáticos fueron parte de su lienzo gigantesco. “Cuanto más conocido soy, más acceden a mis deseos, aunque siempre meneando un poco la cabeza”.

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Davo Valdés de la Campa / Cuernavaca, Morelos (1988)

Fanático del cine de terror. Estudiante de Letras Hispánicas en la Universidad Autónoma del estado de Morelos. Forma parte del Colectivo La Piedra. Beneficiario del Programa de Estímulos para el desarrollo y la cre­ación artística en 2009 y en 2011. En el 2010 publicó su primer libro de cuentos Relatos de un mundo depravado (EdicioneZetina). A finales de 2011 fue ganador de la convocatoria para publicación de obra inédita del Fondo Editorial del Instituto de Cultura de Morelos con su libro Ignoto (poesía). Forma parte del Grumo de Escritores de la Barba Naranja.

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