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LA DE LOS OJOS VIOLETAS

II

Emiliano González

primera parte

 

El crítico Henri Martineau, en una nota de su libro P. J. Toulet y Arthur Machen (1957) dice: “Si uno aísla en la novela de Toulet (Monsieur du Paur) el episodio de Mme de Violetten y la historia de su divorcio, el parentesco con la obra de Machen brillará ante los ojos menos prevenidos. No tanto porque Mme de Violetten se parezca en verdad a esa enigmática persona que, para estar constantemente a la luz, no es menos, bajo los nombres de Helen Vaughan o de Mme Beaumont, la verdadera heroína de El gran dios Pan. No tanto tampoco porque esas dos damas se ocupen, en Londres, de pasatiempos tan misteriosos como equívocos. Sin embargo, los dos autores nos dan a entender que sus medios de seducción y sus orgías veladas son diferentes de cabo a rabo, tanto por el sexo de las personas a quienes se dirigen estas modernas cortesanas, como por el género de espanto y de suplicios que ellas sugieren. Solamente flota, de una y otra parte, la misma desolación y el mismo horror.”

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Y aunque algunos fragmentos de la novela de Toulet son idénticos a los de la novela de Machen, no podemos hablar sólo de plagio sino de afinidad profunda con el autor. Chambers cita a Wratislaw o a Whitman sin mencionar sus nombres, y es que siente afinidad con ellos. Sin embargo, es mejor transformar a los autores (como hace Chambers con Darío) en vez de plagiarlos. Plagios e influencias se mezclan por igual en los orígenes de los mitos de Cthulhu. Lo que antes era la amistad de Toulet con Machen se vuelve luego la amistad de autores de los mitos de Cthulhu con Machen. El dios villano y la mujer villana (Helen o Violetten) ayudan a los lectores a llegar al bien: así cumplen con su deber. En su cuento “El joven rey”, Wilde dice de su personaje: “nunca antes había sentido tan, ni con tal goce exquisito, la magia y el misterio de las cosas bellas”. El rey en harapos se ve transfigurado, el sol le hace un ropaje amarillo y reaparece en el cuento “El signo amarillo” de Chambers. En el cuento “El reparador de reputaciones” hay premonición de la desgracia de Wilde y en un poema en prosa, “El sacrificio”, hay un anticipo de “La balada de la cárcel de Reading”. La enigmática “W” después de Robert y antes de Chambers parece ser la de los apellidos Wratislaw, Whitman y Wilde. Las palabras del poema de Coleridge, “Kublai Khan”, sobre un rey amarillo (chino), son traídas del mundo del sueño, pero esto implica un fuego robado como el de Prometeo, ya que el sueño está determinado por el opio. Chambers, culpable por tomar las estrellas negras de Nerval y de Martí, siente que un monstruo va a atacarlo y su temor se vuelve un cuento: “El signo amarillo”, parecido al cuento de Bierce en que un chino vuelve de ultratumba para recuperar su coleta.

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Jean Ray,  al titular uno de sus cuentos “La callejuela tenebrosa”, no está plagiando un título de Robert E. Howard: está ofreciendo su propia versión de la callejuela tenebrosa. El título es idéntico; el cuento, no. Plagio se convierte en afinidad. Lo mismo ocurre con Toulet y Chambers. En “La callejuela tenebrosa”, los Horlas logran matar a bastantes humanos e incendiar bastantes casas, y Ray muestra la relación entre los vampiros invisibles y la geometría no-euclidiana. Pero, como Lovecraft, Ray sacraliza el irracionalismo de Maupassant: no es meramente imitativo. Su estilo nos sorprende con la libertad. Y así como él nos muestra su propia versión de la callejuela tenebrosa, los autores nos muestran sus propias versiones de la mujer de ojos violetas.

Jean Ray

Jean Ray

André de Richaud, en la novela La noche cegadora (1966), trata de un joven que, para asustar a una procesión religiosa, se pone una máscara de cartón del diablo y luego, cuando le duele, no puede quitársela. Se aleja de todos y se va a vivir junto a una montaña y a esperar la muerte, por veintidós años y cuarenta días. La muerte llega, en la forma de un águila que lo picotea. Antes de morir, el joven ha tenido la oportunidad de amar… a una cabeza de mujer. La cabeza le ha contado su historia: es la aventura del estudiante alemán que duerme con una mujer decapitada (víctima de Robespierre), aventura narrada por Washington Irving y traducida literalmente por el autor… sin mencionar a Irving. La novela de Richaud es una variación de “El hipócrita feliz” (1897) de Max Beerbohm, cuento de amor y horror en que un hombre se muestra incapaz de quitare una máscara. De hecho, al final de la novela de Richaud aparece un doctor que es llamado Hipócrates.

En su novela, Richaud va más lejos que Chambers y Toulet en los plagios, pues el cuento de Irving es más largo que los poemas y fragmentos plagiados por esos autores. Sin embargo, Richaud es original en su transformación del cuento de Beerbohm. En este, Lord George Hell, pervertido, funesto, “de carácter áspero”, quiere conseguir el amor de una actriz de ojos violetas y de dieciséis años (personaje basado en Jane Morris), llamada Jenny Mere. El enano “Merry Dwarf” (que se basa en el enano amarillo de la novela de William Morris, El bosque más allá del mundo) arroja las flechas de su carcaj hacia columnas, troncos y un  maniquí, en cuyo corazón se clava una flecha del enano, que se ha vendado los ojos. El tema del maniquí asesinado figura también en el cuento “Enoch Soames” de Beerbohm, en el “Himno a Pan” de Crowley, en “Un crimen provisional” del estridente Arqueles Vela y en la novela Malpertuis (1943) de Jean Ray. Lord Hell felicita al enano por su puntería, y este dice que ha practicado flechando humanos. Jenny Mere rechaza a Hell diciendo que desea a un hombre con cara de santo. Hell consigue una máscara de santo, hecha de cera, pero ésta se adhiere al rostro. Jenny acepta a Hell, cuando de repente una mujer celosa le quita la máscara, y el rostro de Hell se queda con los rasgos de la máscara, y vive feliz con Jenny.

Se ve que Richaud ha llevado al personaje con máscara de diablo a la muerte, al notar que Beerbohm ha llevado a su personaje con máscara de santo al amor. Sin embargo, ambos autores critican excesos y defectos de la personalidad. Pocos años después de la aparición del cuento de Beerbohm en un libro del mismo título, Yeats publica su ensayo sobre William Morris, “El poeta más feliz”, en que lo considera lejano de toda máscara y cercano a la Naturaleza. Frente a la deformación del amor que implica el enano, el amor velado de Yeats aparece como figura solitaria entre danzantes, con la cara velada y llevando una débil antorcha, “como un sueño dentro de un sueño”, dice Yeats recordando a Poe, y añade: “como la sombra de una sombra”. Su cara está velada porque nadie ha sabido qué es el amor ni ha visto sus ojos. El que ama noblemente conoce al amor a través de piedad, confianza y simpatía infinitas y si ama innoblemente conoce al amor a través de celos vehementes, odio súbito y deseo insaciable. Pero nunca conoce a Eros sin velo. El erotismo velado de la belleza convulsiva de Breton, que es también explosivo ––fijo y mágico–– circunstancial, proviene de esta visión de “Rosa alquímica” (1897) de Yeats.

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La mujer de ojos violetas vampiriza al coronel “Hippy” Rowan (melancólico que ha sido severo y casi cruel en la guerra) en el cuento “El beso de Judas” de X. L. (J. Osgood Field), publicado en 1894 e ilustrado por Beardsley (que dibuja a la pre-rafaelita Jane Morris siendo vampirizada). En el cuento, “Hippy” es víctima de una mujer perteneciente a la orden de los Hijos de Judas, que descienden directamente del gran traidor, andan por el mundo y matan con sus besos vampíricos a la gente, marcándola con tres equis que simbolizan las treinta monedas de plata, “el precio de la sangre”, que Judas recibió por traicionar a Cristo. Los Hijos de Judas se suicidan y el Diablo los hace regresar como vampiros para atraer y matar a sus víctimas. El feo Isaak Lebedenko se suicida y re-encarna como la bella mujer de ojos violetas, que seduce y mata a “Hippy” Rowan. Ella tiene algo de la “Keré” eleusina que le chupa la sangre al guerrero-lobo espartano.

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Los músicos gitanos que disipan la melancolía de “Hippy” Rowan modifican la visión siniestra del cuento de O’Brien sobre el “forjador de maravillas”, el gitano Hippe, que mata a los niños con sus muñecos. La mala fama de la palabra “hippie” se origina en deformaciones de estos cuentos sobre supersticiones. Recordemos que O’Brien se refería al opio en otros cuentos y que el opio era la base de la melancolía o hipocondría de los dispépticos o “hippies” del siglo XIX.

Montague Summers (autor de un poema sobre Antinoo y de varios libros esotéricos) alude en su libro sobre vampiros a la superstición acerca de los hombres de pelo rojo como vampiros, dice que Judas ––como Caín–– era pelirrojo y que existe una tradición en Serbia, Bulgaria y Rumanía de que hay vampiros de pelo rojo llamados “Hijos de Judas” que son parecidos a los que describe X. L. Hugh Walpole, en su novela Retrato de un hombre de pelo rojo (1925) se refiere a un hombre cruel, semejante a Verlaine, que también parece ser un Hijo de Judas.

Una anticipación de la novela de Walpole es la novela El líder de los lobos (1857) de Alexandre Dumas. En esta, el joven zapatero Thibault necesita dinero y hace un pacto con el diablo (que ha tomado el aspecto de un lobo negro risueño) para obtenerlo. Sus deseos son concedidos, a cambio de cabellos, que en vez de desaparecer se vuelven rojos. Cuando todos sus deseos han sido concedidos y todos sus cabellos se han vuelto rojos, el diablo pide su alma y lo convierte en lobo. Sin embargo, este lobo es tan negro como el diablo, y poco después desaparece, en un cementerio, ante el cadáver de la mujer que ha amado y matado.

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Aunque desconocía las narraciones de Walpole, X. L. y Dumas, Julieta Campos tenía influencia de éstas, al escribir su novela Tiene los cabellos rojizos y se llama Sabina (1974), novela sobre una mujer suicida que ––según mi punto de vista–– pertenece a la orden de los Hijos de Judas, como el villano Crispin de Wallpole, un lunático peligroso, parecido a Verlaine. Sin embargo, Sabina muestra muchos rasgos de sensibilidad humanista.

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Nacido con el siglo XX, el mexicano Armando de María y Campos publica en 1918 Gemas de primavera, libro raro en que está el poema “¡Santa Jannina de las violetas!”:

 por tus pupilas hondas e inquietas,

claras y bellas, yo te diría:

¡Santa Jannina de las violetas!

El personaje reaparece en el poema “Figulina”, en que son celebrados los labios de faunesa, los bucles dorados y la risa. El poeta alude a los cuadros de Watteau (en recuerdo de Fiestas galantes de Verlaine).

En el libro Noches de Londres (1895), dedicado a Verlaine, Arthur Symons incluye “Capricho”, en que la amada de ojos violetas, boca de rosas y corazón caprichoso, es el sol por sus ojos y la lluvia por sus lágrimas. El poeta sigue al sol y concluye su poema con pregunta y respuesta: “¿Y me dejará amarla? / ¡Ja, ja! Creo que lo hará.” En el poema siguiente, “En el templo”, los ojos de la amada, Lilian, son violetas que florecen en el cuarto del poeta, y cuando ella se va él escucha la lluvia desesperada y “las violetas visionarias” florecen de nuevo. En otro poema sobre Lilian, el poeta confiesa que su flor favorita es la orquídea, pero que en una violeta de invernadero ha encontrado “la flor artificial” de su ideal. Caprichos y orquídeas implican afinidades con Wratislaw. Las flores relacionadas con lo natural y lo artificial nos llevan a la novela de Huysmans, Al revés, que previene excesos y defectos de masculinidad. Villaurrutia en su novela Dama de corazones (1928) dice sobre la mujer de ojos violetas: “Una sola orquídea en un vaso, le recuerda el día de su matrimonio; un ramo de violetas, el día primero de su viudez”. Y añade: “Sólo un disco de jazz la hace abrir los ojos y temblar de pies a cabeza despertándola a otro mundo que no es el suyo porque no puede recordarle nada”. Cuando muere la mujer de ojos violeta, el narrador siente “como si hubiera recibido un golpe en el cerebro”, se siente “aislado del mundo, incapaz de pensar en nada, en una de esas caídas sin término dentro de un pozo de sombra que, con una mezcla de estremecimiento y de pavor, sufrimos en las noches de pesadilla”. El narrador se ve entregado por completo a la nostalgia de la muerte, que ha provocado el suicidio del explorador sir Eustace Carr, en el cuento situado en Venecia e incluido en Trivia (1918) de Logan Pearsall Smith. La nostalgia de la muerte es un encanto que se vuelve obsesión, de gradual sombra letal. Trivia es uno de los nombres de la luna, con ojos violetas en el libro de Efrén Hernández, Tachas.

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Arthur Symons

Contraria a las actitudes de los surrealistas que agreden ojos o son agredidos en los ojos es la actitud de Torres Bodet en su libro Biombo (1925) en que los ojos veraniegos de la amada –“violetas llenas de luna”– curan las llagas dejadas por el otoño en el corazón del poeta. Los títulos del libro y de los poemas están impresos en tinta violeta. Como el artista enamorado de la colegiala Dafne, de ojos violetas, en la novela de Braddon, La vida por amor (título español de Asfódelo, 1890), Torres Bodet se suicida, aunque lo hace en su vejez. Biombo tiene influencia de todas las vanguardias creativas, incluso del surrealismo.

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Bernardo Ortiz de Montellano observa en su poema “Son de altiplanicie” que las muchachas llevan “sexos de luz en los ojos”. La joven Hortensia de Montellano, de ojos violetas y boca de rosa, es la protagonista de la novela corta “Horas de sol” incluida en el libro Sol de la tarde (1916) de Gregorio Martínez Sierra, novela que se inicia en agosto, cuando el sol rompe “las penumbras del crepúsculo” y termina cuando un alma entra “en perpetuo crepúsculo”. Ella es un alma que sueña ante una caja china con “árboles melenudos”, pabellones y hombres diminutos, una caja que nos recuerda los objetos de la Nao en Acapulco, y que le da a Hortensia la sensación del infinito, la hace fantasear con ideales masculinos, hasta que Hortensia se vuelve novia de Carlos, “un soñador de aldea”, que tiene “nostalgia de alturas”. Pero una  vergüenza aristocrática la hace rechazar una “ráfaga de amor casi pagano” que siente, bajo “un sol digno de África” y la dama, arrepentida, rechaza al campesino. Ella, aunque es una de las “fierecillas de amor”, se separa de Carlos para no participar en un idilio loco.

La relación entre la violeta, los ojos y los celos se remonta a la antigüedad griega: según una leyenda, Ìo, amada por Zeus, al ser convertida en vaca por los celos. Hera (de la que era sacerdotisa) lloró y sus lágrimas se convirtieron en violetas. Shakespeare recuerda esta leyenda en El sueño de una noche de verano, cuando Titania describe a la luna con ojos húmedos y dice que, al llorar la luna, toda pequeña flor llora también, “lamentando alguna forzada castidad”. El celoso Oberón vierte en los ojos de Titania el jugo del Pensamiento (la violeta) para  hacer que se enamore de cualquier criatura al despertar.

Como las flores de Ausonio y Baudelaire, la violeta es una flor del mal, pues brota del sufrimiento.

Ofelia, de Shakespeare, que relaciona a las violetas con los pensamientos mentales (no con las flores llamadas pensamientos) inspira de seguro a Oliver Onions. En la leyenda griega, un tábano persigue a Ío y la vuelve loca. Onions moderniza ese tema al escribir su cuento «El tirso perdido”, en que intervienen el sueño convertido en realidad y la realidad convertida en sueño.

El protagonista de El secreto del poeta (1888), novela de Antonio Fogazzaro, ve en la adolescencia que el porvenir le tiene preparada una flor de pasión, rápida como la flor del agave, oye una voz en sueños y luego conoce a la dueña de la voz: Violet Ives, mujer de cuerpo eléctrico que viaja con él por Alemania, se casa con él y finalmente muere, pero él no pude olvidarla y siente su presencia en los sueños y en la vigilia.

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Pariente de la mujer de ojos violetas, la joven de ojos dorados destaca en la literatura de Balzac. Los ojos de la joven cubana Paquita Valdés, en la novela La joven de los ojos dorados (1835), son “ojos amarillos, como los de un tigre, un amarillo dorado que brilla, oro vivo, oro que piensa, oro que ama, y está decidido a entrar en tu bolsillo”.

El amado de la joven, De Marsay, “estaba loco por esos ojos, cuyos rayos son parecidos a los que emite el sol y cuyo ardor puso el sello sobre el de su cuerpo perfecto, en que todo era deleite”. Ella es atractiva y repulsiva a la vez, pues “la unión fantástica de lo misterioso y lo real, de la oscuridad y la luz, del horror y la belleza, del placer y del riesgo, del paraíso y del infierno, que ya habían sido conocidos en esta aventura, se resumían en el ser caprichoso y sublime con el que se entretenía De Marsay”. En la canción de los Beatles “Lucy in the Sky with Diamonds” hay un recuerdo de esta novela:

Busca a la joven con el sol en sus ojos

Y se ha ido

Balzac se refiere a la búsqueda “que han emprendido tantos cazadores de espectros”, la búsqueda de “ese pensamiento sin límites… que los sabios creen descubrir en la ciencia y que los místicos encuentran sólo en Dios”. Paquita Valdés responde a esa pasión por el infinito, pasión “que es sentida por los hombres verdaderamente grandes”. En la canción de los Beatles, el opio (mencionado dos veces por Balzac en su novela) se vuelve LSD. En el título de una novela de Le Gallienne (La búsqueda de la joven de los ojos dorados) hay un recuerdo de la novela de Balzac. Al final de ésta, Paquita Valdés es asesinada por una marquesa lesbiana y celosa.

Un fragmento de la novela, en que la cubana saca unas cartas, reveladoras y sangrientas, de un vaso japonés le inspira a Darío los sonetos “Para una cubana” y “Para la misma”, incluidos en Prosas profanas. En el primer soneto el poeta ve en la sonrisa de ella una estrella con alma de esfinge y en el segundo se refiere a “María, la cubana-japonesa”. María Cay, amiga de Julián del Casal, inspira también a Darío, según Max Henríquez Ureña. Casal se refiere al “claro fulgor” de la mirada de María, “como rayo de sol sobre la onda”, y a su sonrisa perfumada y eterna de Gioconda.

En la novela de Balzac, Paquita es matada por una marquesa, y en un poema de Eguren, un duque es comido por Paquita, y la novia del duque, la novia con ojos de topacio, lo espera en vano para casarse, después de los estornudos de una turba melenuda. En los poemas del peruano Eguren vuelve la infancia para jóvenes y adultos. En la canción de los Beatles, la joven con ojos de calidoscopio llama al viajero, y éste responde lentamente, y se ven grandes flores de celofán y raros vehículos. Lucy reaparece, mezclada con personajes infantiles, en la canción “I Am the Walrus” (“Yo soy la morsa”).

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Concluirá la siguiente semana…

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EGPenEmiliano González

Autor de Miedo en castellano (1973), Los sueños de la bella durmiente(1978, ganador del premio Xavier Villaurrutia), La inocencia hereditaria(1986), Almas visionarias (1987), La habitación secreta (1988), Casa de horror y de magia (1989), El libro de lo insólito (1989), Orquidáceas(1991), Neon City Blues (2000), Historia mágica de la literatura I (2007) yEnsayos (2009).