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LUGARES IMAGINARIOS

I

 

Emiliano González

 

 

Lovecraft, en el cuento “La llave de plata”, se refiere a las caravanas de elefantes en las selvas fragantes de Kled, basándose en la segunda edición del libro Visiones lejanas (1924) del poeta mexicano Manuel de la Parra, en que hay un elefante art-nouveau de Montenegro en la portada, y un verso del poema “Amor-Labor”, una selva fragante y solitaria, inspirado por el poema de Baudelaire “La cabellera”. En el cuento “La búsqueda soñada de la desconocida Kadath”, Lovecraft se refiere a “tres visiones lejanas” (three glances from afar). El fragmento sobre los elefantes y las selvas fragantes reaparece en el cuento “A través de las puertas de la llave de plata”, escrito por Lovecraft y Hoffmann Price. “El tío José”, cuento de Manuel de la Parra incluido al final de su libro, después de la sección “Momentos musicales”, tiene afinidad con “La música de Erich Zann” de Lovecraft. En 1977 graba su música experimental el grupo musical mexicano La música de Erich Zann. Entre la Marginalia de Poe (1846) y la de Lovecraft (1944) está la de Manuel de la Parra, “Marginalia” que abre Visiones lejanas y que incluye dos ensayos, uno de Tablada y otro de Manuel Toussaint. En este último, el autor se refiere al “sufrimiento por la disconformidad entre el mundo real y el mundo soñado”.

Las selvas baudelerianas con elefantes aparecen también en Lilith (1895), la novela de George McDonald, y aunque no son fragantes coinciden con el soneto “Correspondencias” de Baudelaire, pues los troncos de sus árboles son “vivos pilares” que sostienen un templo, y los niños les gritan a los elefantes que hay abajo. Antes de esto, McDonald describe monstruos acuáticos tentaculares que son “encarnaciones de lo odioso”: cada cabeza de ellos formando “una flor maligna que al salir de su tallo abominable” perfecciona “su significado maligno”. Poe influye tanto como Baudelaire en la novela de McDonald, ya que el guía del protagonista en el trasmundo es un cuervo parlante que también es un hombre, basado seguramente en un cuadro de Carl Spitzweg que representa a un hombre-cuervo leyendo un libro.

Mi novela El discípulo es una premonición de mi lectura de Lilith, pues unos personajes que lo han perdido todo dicen que comienzan a gustar de su nueva vida, y casi lo mismo ocurre en mi novela. Por la portada de Lilith yo sabía que había un viaje al mundo del espejo y por el comienzo sabía que se iniciaba en Oxford, pero no había leído el libro cuando escribí mi novela, que se inicia en Oxford y acaba en el mundo del espejo. Es obvio que Lovecraft sí leyó el libro de McDonald antes de escribir las aventuras de Randolph Carter, por lo de las selvas y por los gatos, seres que también abundan en la novela de McDonald, acompañados de una leopardesa blanca y moteada… lo cual nos lleva a las narraciones realistas de Hemingway, “Gato en la lluvia” y “Las nieves del Kilimanjaro”, sobre ternura y erotismo, y a un fragmento de Trivia (1918) de Logan Pearsall Smith, “En el camión”, en que están las selvas “embrujadas por los elefantes”, el Kilimanjaro y “las hierbosas cuestas y verdes reinos de los reyes negros”. Un leopardo en la nieve aparece en Ayesha (1905) de Rider Haggard, en el capítulo “Leo y el leopardo”. Para Pearsall Smith, África es un remedio contra lo triste y sórdido de la vida urbana. El título de una fantasía árabe de Francis Marion Crawford, Khaled (1891) le inspira de seguro a Lovecraft el nombre ficticio “Kled”. Es probable también que el nombre Randolph Carter le haya inspirado a John Lennon el título “Randolph’s Party” para un cuento de horror.

Randolph Carter se basa en Florian, personaje de “El niño en la casa” de Walter Pater. Florian sueña con la casa de su infancia, “una casa medio espiritualizada” en donde puede “ver mejor, de nuevo, la gradual expansión del alma que había llegado para estar allí…” Después, Florian no sabe si la belleza de un perfume de árbol y flores es parte de esa expansión del alma o un mero truco del calor en el aire de verano. Pero sueña con caminos mágicos y floridos. Randolph Carter abre con una llave de plata las puertas de su infancia y de regiones visitadas en sueños. Las flores del mal de Ausonio, surgidas de la sangre de los jóvenes muertos, influyen sobre Pater, pues Florian piensa en las muertes de los niños que ha conocido, en la de Julian, ocurrida después de una enfermedad, y en la de Cecil, ocurrida después de vivir muy poco, y sólo se consuela pensando en la transformación de la piel de Cecil en violetas en el césped sobre su tumba. Estas anotaciones impresionan a Lovecraft, así como la mención del árabe que “hace su dormitorio entre ruinas embrujadas, o en viejas tumbas”.

“El horror en el museo” de Lovecraft y Heald, se basa en el relato de Antonio de Hoyos y Vinent, “El hombre de la muñeca extraña”, en que figura el siguiente fragmento:

Quiso asomarse al abismo en que el monstruo de los cien tentáculos dormía, bajar al fondo del mar para contemplar la sepulta ciudad…

El cuento de Antonio de Hoyos está en el libro El pecado y la noche, de 1913. En El acecho, novela del mismo autor, publicada en 1921, podemos leer:

…una risa tan repulsiva y escalofriante que hacía pensar en el revivir oscuro de ciertos glutinosos monstruos marinos…

Y un poco más adelante, leemos:

El monstruo había despertado y la estrechaba furiosamente entre sus tentáculos…

Y después:

…los brazos, que se le antojaban los tentáculos de un pulpo gigantesco…

 

Recuerdos del viaje submarino de Verne, del pulpo gigante y la Atlántida sumergida forman nuevas imágenes, pero en un cuento de horror, no en una novela científica de aventuras. La ciudad sepultada –no sólo sumergida– prefigura la sepultura de Cthulhu en la ciudad de R’lyeh. El monstruo descrito por Antonio de Hoyos es mucho más grande que el de Verne y es emblema de una sexualidad siniestra, como la mujer-pulpo de Nervo.

En “Sueño de misterio” (de Poemas en prosa) dice Darío: “En lo misterioso del ensueño, una arquitectura como de creta o piedra pómez, realizada por un lapidario infernal…”

El fragmento nos recuerda Primero sueño de Sor Juana, el sueño sobre arquitectura blasfema y egipcia, sobre las pirámides de fuego y de sombra, que anticipa “La pirámide brillante” de Machen, “El morador de las tinieblas” de Lovecraft, “La sombra que huyó del campanario” y “El vampiro estelar” de Bloch. La arquitectura blasfema y egipcia nos lleva a Nyarlathotep, dios egipcio de “La sombra que huyó del campanario”, sobre el átomo de fuego y su negación, el átomo de sombra. El Trapezoedro Resplandeciente, que proviene de Yuggoth (como la piedra negra no euclidiana de “El que susurraba en la oscuridad”), es un símbolo de la pirámide de fuego, el átomo de fuego según Platón, vuelto pesadilla, convertido –por así decirlo– en Cthuga, dios lovecraftiano del fuego, enemigo de la humanidad, igual que el morador de las tinieblas (humareda negra que huye de la luz, como un vampiro). En “El vampiro estelar” de Bloch unas panteras, que han escapado de un circo, le lamen las manos al doctor Dexter, especialista en usos militares de la bomba atómica, que ha ayudado a “hombres necios” (como dice Bloch, recordándonos a Sor Juana, pero sin mencionarla). Es criticado el abuso de la fisión nuclear. En “El espejo de Nitocris”, de Brian Lumley, reaparece el Trapezoedro Resplandeciente.

Dice Antonio de Hoyos en El origen del pensamiento (1924):

En el inconcebible caos de agua y fuego, de tinieblas y luz, ningún humano sabrá nunca si en el monstruoso crisol en que se había trocado el mundo, en el confuso bullir de monstruos, se dieron formas, no viables, ensayos y tanteos de un misterioso alfarero que tras moldear rompía sus creaciones y les hacía rodar a un abismo sin dejar huella.

El Necronomicon de Abdul Alhazred, inventado por Lovecraft, se basa en el reino negro imaginario Micomicón de El Quijote y en un verso de la traducción de Pérez Bonalde de “El cuervo” de Poe:

Una fosca medianoche, cuando en tristes reflexiones

Sobre más de un raro infolio de olvidados cronicones

Inclinaba soñoliento la cabeza…

En una edición olvidada de El cuervo, sin fecha y con prólogo de Darío, de editorial Lis (Madrid) podemos leer esos versos. También están en una edición de Imprenta Imperial de Calexico (Cal.) de 1920, re-impresión del texto publicado en “El Universal” en 1919, que repite la versión publicada en 1890, en un tomo lujoso de Nueva York. El Necronomicon, libro loco y blasfemo de ciencia y de poesía, es un antecesor imaginario de Los cantos de Maldoror con sus “horlas” y pulpos voladores. Mi propia “Cristofagia” es parecida, aunque su satanismo es terapéutico.

Continuará…

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Emiliano González

Autor de Miedo en castellano (1973), Los sueños de la bella durmiente (1978, ganador del premio Xavier Villaurrutia), La inocencia hereditaria (1986), Almas visionarias (1987), La habitación secreta (1988), Casa de horror y de magia (1989), El libro de lo insólito (1989), Orquidáceas (1991), Neon City Blues (2000), Historia mágica de la literatura I (2007) y Ensayos (2009).