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NORMAN BATES

el perturbado por excelencia

Lorena Loeza

 

Todos nos volvemos locos alguna vez.

Norman Bates. Psycho.

 

Psicosis (Psycho, A. Hitchcock, 1960) es hoy considerada un indiscutible clásico del género de terror. La cinta sorprende a un público acostumbrado a los monstruos clásicos de Universal y al suspenso, pero que no conocía la locura y la maldad  de un asesino en serie. Ese acierto hace que la película trascienda el libro que le da origen y el personaje central,  el de Norman Bates,  se convierta en uno de los inolvidables en toda la historia del cine.

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La cinta original logra confortarnos con la locura, contando una historia cotidiana (el robo de dinero de una chica para poder huir con su amante) para después contarnos una segunda historia, que resulta sumamente perturbadora. Una obra maestra del lenguaje y narrativa cinematográfica que no ha podido ser superada.

El mundo conoció a Norman Bates en 1959, año en que se publica la novela Psycho de Robert Bloch, un destacado miembro del Círculo de Lovecraft,  conformado por un grupo de escritores con quien el maestro mantenía correspondencia, quizás en realidad sus únicos amigos. Existe un curioso dato acerca de la amistad entre ambos escritores:  Bloch escribe para Lovecraft El Vampiro Estelar en 1935, convirtiéndolo en el  protagonista -quien tiene una muerte horrible dentro del mismo-,  cosa que en principio parece haber agradado mucho al maestro del horror cósmico. En correspondencia a tan amable gesto, Bloch es incluido en los famosos mitos lovecraftianos apareciendo como Robert Blake en El morador de las tinieblas,  relato  publicado en 1936 en la revista Weird Tales.

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El asunto es que en estas anécdotas podrían encontrarse algunas claves interesantes para entender cómo se crea un personaje tan aterrador y fascinante como Norman Bates. El propio Bloch refirió alguna vez que el personaje estaba inspirado en algunos rasgos de Ed Gein, el tristemente célebre caníbal de Plainfield y quien, por muchos motivos, se considera el padre de los asesinos seriales en el cine. «El caso Gein» es uno de los primeros escándalos mediáticos alrededor de asesinos en serie en los Estados Unidos, cuando es acusado de cometer tres asesinatos, siendo todas las víctimas mujeres. Al llegar a su casa, la policía descubre que hacía lámparas y máscaras con la piel de sus víctimas desolladas, cubiertos y vasos con calaveras y huesos,  además de guardar corazones y vísceras de las víctimas en bolsas de plástico en su refrigerador. Sin embargo, la habitación de su madre (fallecida años atrás) estaba cerrada, limpia e inmaculada. Gein aseguraba que hablaba con ella para poder dormirse.

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Sin embargo, a diferencia de Ed Gein, Norman es un hombre solo, retraído y sin amigos, que es educado prácticamente por su madre, y en ello resulta asombrosamente parecido en personalidad al amo del horror cósmico, Howard Phillips Lovecraft, a quien Bloch llegó a conocer muy bien. Incluso la descripción física de Norman es la de un hombre delgado, enfermizo, alto y con gesto adusto, que de algún modo corresponde a las fotos que se conservan de Lovecraft. Sin ánimo de polemizar, no sería extraño descubrir que al parecer hubo varias influencias en la construcción del personaje central de la novela más famosa de Bloch y no todas tienen que ver con el asesino verdadero.

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Por su parte, Gein terminó por resultar mucho más aterrador que los monstruos ficticios, no sólo influyó a Bloch para crear a Norman Bates, también hay influencias de él en Leather Face  de La masacre en Texas, en algunos rasgos de asesinos de sangre fría como Michael Mayers y Jason Vorhees y en la construcción de  Jame Gumb de El silencio de los inocentes.

En 1960, la novela llegó a manos de Hitchcock, quien decidió filmarla. Lo demás sería historia si no fuera porque logra hacerla todavía más interesante en su versión cinematográfica, fijando estereotipos que dan origen a un subgénero dentro del terror: el cine de sicópatas y perturbados que tienen más de una explicación para hacer las cosas que hacen.

Norman Bates, en su encarnación para la pantalla grande, tiene la suerte de ser interpretado por Anthony Perkins, un hombre que sabía lo que es tener que fingir algo que no eres a los ojos de los demás. Tímido e inseguro, Perkins vive con miedo de que se sepa que es homosexual en una época donde la doble moral lo hubiera destruido y atacado sin piedad alguna. Una vida secreta y pecaminosa a los ojos de los demás, un profundo sentimiento de rechazo e ira constante y el miedo de llegar al límite de no poder controlar la propia naturaleza es el legado de Perkins para Bates, lo cual es captado con nitidez por Hitchcock para la cámara y parte sustancial del éxito arrollador de la cinta.

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Perkins no es sin embargo el único actor que ha personificado a Norman Bates. Es verdad que es el que lo hizo más veces, ya que a la exitosa cinta de 1960 se agregaron una serie de tres secuelas en los años 80, que acabaron por agotar tanto a la historia como al personaje:  Psicosis II: El regreso de Norman (Psycho II, 1983), dirigida por Richard Franklyn; Psicosis III (Psycho III, 1986),  dirigida y actuada por el propio Anthony Perkins  y, finalmente, la última vez que Perkins protagonizó a  Bates fue en Psicosis IV: El Comienzo (Psycho IV: The Beginning), dirigida por Mike Harris.

En  1998 Gus Van Sant hizo un remake de la cinta a manera de homenaje al maestro del suspenso –según sus propias palabras- que traslada a la modernidad la historia, respetado en todo momento la propuesta original. El resultado fue una película bastante maltratada por la crítica, especialmente por la elección del actor que hizo el papel de Norman Bates: Vince Vaughn, demasiado guapo y carismático para encarnar al tímido y perturbado sicópata que conocíamos bien.

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Para la cinta  Hitchcock (S. Gervasi, 2012),  que narra cómo se filmó la cinta, el papel de Perkins lo interpretó James D´arcy, quien tuvo apariciones fugaces pero convincentes del hombre que fue elegido por Hitchcock para  interpretar a Bates.

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Este año, Universal se arriesgó revivir la historia para la televisión con la serie Bates Motel, contando la historia de Norman en la adolescencia, la historia del Motel mismo y la de la complicada relación con su madre.  En esta ocasión el papel de Norman Bates lo interpreta Freddie Highmore, un actor muy joven –a quien vimos en Charlie y la fábrica de chocolates (Burton, 2005), como referencia más famosa- que de verdad hace un estupendo trabajo.

La serie da un giro de tuerca e intenta contarnos el origen del desequilibrio de Norman, pero incluyendo por primera vez a la madre, Norma –interpretada por Vera Farmiga-, a quien sólo conocíamos en calidad de monstruo disecado.

Highmore logra conectarse con la esencia de un Norman tímido e inseguro y proyectar esa empatía hacia el público.  Es evidente que eso se logra con una buena dirección, pero además con un estudio profundo del personaje, que parece ser la base del asunto.  Vera Farmiga, por su parte, logra mostrarnos a una Norma que no conocimos nunca: una mujer que debe afrontar sus propios problemas  y desajustes, además de vivir asustada por el lado cada vez más perturbado que va descubriendo en su hijo.

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La serie funciona  -entre otras cosas- porque logra incorporar mucho de lo que ahora sabemos de los asesinos psicópatas gracias a los especiales de Discovery Channel acerca del tema. Infancias difíciles e inestables, madres controladoras e impulsivas, además de ambientes violentos y discurso moralista sobre la sexualidad parecen ser el caldo de cultivo idóneo para crear asesinos del tipo de Norman Bates.

Además, nos explica la relación de Norman con los elementos que configuran los puntos claves  de la cinta: cómo y dónde aprendió taxidermia, por qué tira los cadáveres al pantano, su “afición” por la pornografía, la elección del cuchillo como arma homicida favorita y, sobre todo, la casa y el Motel como escenario mudo de todas las complejas relaciones  dentro y alrededor de ellos.

Norman Bates trasciende su época porque es un personaje fascinante, que ha demostrado que la suya es una historia sin tiempo. El origen de los desequilibrios y la locura son todavía un misterio difícil de explicar, siendo por ello que a la pregunta de ¿qué hubiera pasado si Marion Crane hubiera tenido un smart phone y wi fi en su habitación del Motel Bates?, la respuesta es simple: exactamente lo mismo.

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Imagen de cabecera: «Norman Bates», por Patrick Sparrow.

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lorenaNorma Lorena Loeza Cortés

Es Profesora de educación preescolar por la Escuela Nacional de Maestras de Jardines de Niños, Licenciada en sociología y Maestra en Estudios Latinoamericanos por la Facultad de Ciencias Políticas en la UNAM. En el año 2000 recibió la medalla Alfonso Caso al Mérito Universitario, por parte de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM.

Ha sido profesora e investigadora en universidades públicas y privadas, en organizaciones de la sociedad civil y el sector público.

Ha presentado ponencias en foros nacionales e internacionales en temas sobre análisis de presupuestos públicos, educación, salud, jóvenes, incidencia política y análisis cinematográfico.

En 2011, participó en la publicación colectiva “Femmes Fatales, 13 escritoras hablan de cine de terror” coeditado por Editorial Samsara y Festival Macabro. Actualmente, también  es colaboradora en Corre cámaraArtes 9 y Cineforever, sitios electrónicos especializados en Análisis Cinematográfico y  de arte multimedia