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NOSTALGIA

I

Bernardo Monroy

 

Dreams, you know, are what you wake up from.

Raymond Carver

REALIDAD

 

En el pasado, mis amigos y yo éramos invencibles. Nos divertíamos las 24 horas del día. Los 365 días del año. Viajábamos por todos los universos posibles. Éramos jóvenes, bellos y superpoderosos. Pero un día todo terminó. Nuestro enemigo nos expulsó de nuestro mundo, y ahora vivimos en un lugar de excremento y miseria llamado “el mundo real”.

 

Corre la década de los ochenta.

 

Trabajo en una librería del centro comercial de diez de la mañana a ocho de la noche. Uso un horrible uniforme azul claro y una sonrisa igual de nefasta. Odio mi trabajo, odio mi vida. Odio todo a mi alrededor. Extraño esos tiempos en que podía volar y salvaba galaxias en unas horas. Hojeo novelas de ciencia ficción con amargura, con nostalgia. Mis amigos se ganan la vida en el mismo lugar: Rumiko atiende un local de arcade y Tony es guardia de seguridad. A veces, cuando un cliente que estudia la preparatoria en la escuela cerca del centro comercial me pide una edición de Pedro Páramo para hacer su reporte de lectura, me dice, bastante divertido, que me parezco a Protón, el protagonista de la caricatura Los Irreales. Sonrío con diplomacia, con esa sonrisa hipócrita que me pongo con mi playera azul claro, y le entrego el libro. Me aguanto las ganas de decirle:

 

No me parezco, grandísimo pendejo. Soy él. Soy Saul Ferguson, el mejor hacker del mundo. Soy yo, pinche estúpido de mierda. Soy yo, cabrón hijo de la gran puta. Tú me veías los sábados por la mañana, antes de la transmisión de Los Thundercats y después de He-Man. Sí, cabrón de mierda. Soy un personaje de dibujos animados que fue expulsado a este mundo, a este lugar asqueroso donde tú vives tu vida culera, pedorra, pinche y monótona. Antes era un triunfador, aquí soy nadie. Y no fui el único que se fue a la mierda, o mejor dicho, que vino a eso que llamamos “el mundo real”. Mis amigos corrieron el mismo destino. Ahora tenemos que trabajar para vivir, ganando una porquería de salario, sin tener poderes. ¿Sabes lo que es estar jodido? Pues nosotros lo estamos.

 

Pero en lugar de eso, le digo:

 

Gracias por su compra, vuelva pronto.

 

Y sonrío, con la misma hipocresía que cualquier vendedor que considera a su cliente un perfecto imbécil.

 

A las tres de la tarde salgo a comer. Me quito mi playera azul y me pongo mi camisa amarillo neón. En ocasiones voy a visitar a Rumiko o me topo con Tony, quien da sus habituales rondines por la plaza comercial, vigilando que nadie robe. Los tres compartimos un cuarto de azotea en el mismo lugar donde trabajamos. Poco a poco nos hemos adaptado a un mundo donde somos igual de comunes y corrientes que toda la gente.

 

En el centro comercial, que se llama Plaza San Miguel, se escucha “Beat it” de Michael Jackson. Uno no puede dar un paso sin escuchar las canciones del disco Bad o, si es en español, “Toda la vida” de Franco. Me siento a comer hamburguesas de Burguer Boy, el único negocio de comida rápida en todo México. Pido una doble con queso, unas papas a la francesa y un refresco. Mientras escucho showing how funky and strong is your fight, just beat it, beat it… recuerdo cómo terminamos en este lugar, en este Mundo Real.

 

Seguramente recordarás Los Irreales. Fue una exitosa serie animada que, de un día para otro, se canceló sin motivo alguno. A todos los televidentes les desconcertó, pues era un éxito que parecía estar destinado a convertirse en un clásico. Tenía el mismo rating que Los Thundercats, los Halcones Galácticos, Los Cazafantasmas, Bravestar, He-Man o los Transformers. ¡Pero de repente dejó de transmitirse! Justo en el capítulo más emocionante, cuando el General Dunkelheit abre un portal dimensional para que los tres héroes, Neutronia, Protonio y Electronio, desaparezcan para aparecer en algún otro universo. Un minuto antes de los créditos finales, el malvado general manda a su esclavo, Karma Man, a espiar a los héroes al universo al que fueron enviados, sea cual fuere.

 

Por si acaso no llegaste a ver un solo episodio de Los Irreales, te transcribo la sinopsis que puedes encontrar en cualquier contraportada de videocasete en formato beta:

 

LOS IRREALES es una de las más exitosas caricaturas del momento. Cuenta la historia de tres adolescentes que viven en Miami, Florida, de nombres Saul Ferguson, Tony Peralta y Rumiko Nagai, originarios de Los Ángeles, México y Japón, respectivamente. Cuando los tres se unen se convierten en Protonius, Electronius y Neutronia, y tienen el poder de viajar a cualquier universo o realidad alterna. Así, conocen un mundo en el que México nunca se independizó de España, otro en el que la Guerra Fría ha terminado y otro en el que los robots esclavizaron a la humanidad. Juntos, los tres jóvenes héroes combaten a su archienemigo, el General Dunkelheit, quien viene de un universo en el que es el amo de todo. El malvado villano quiere controlar todas las realidades posibles, conocidas como el Multiverso. ¡ACOMPAÑA A LOS IRREALES EN SUS AVENTURAS A TRAVÉS DE TODAS LAS REALIDADES EXISTENTES EN SU LUCHA CONTRA EL MAL!

 

A decir verdad, no teníamos ni un puto átomo de originalidad, pues seguíamos la fórmula de todas las series animadas de los ochenta: un grupo interracial, un villano de corte megalómano y fascista ayudado por un chalán extremadamente imbécil, nombres basados en la física o la astronomía y mezclas temáticas muy básicas (por ejemplo: tortugas y ninjas, camiones y robots, halcones y galaxias, fantasmas y cazadores, gatos y planetas distantes, extraterrestres y dinosaurios… nosotros éramos universos alternativos y adolescentes)… Aun así, éramos un éxito.

 

Cada uno de los tres tenemos características especiales: yo soy un brillante hacker, genio de la informática y una enciclopedia andante con memoria fotográfica, como David Lightman en Juegos de guerra o Brian Johnson en El club de los cinco. Tony Peralta es maestro en peleas callejeras, como Daniel LaRusso en Karate Kid… o más bien, como Chuck Norris en cualquiera de sus películas. Rumiko es una experta conocedora de la naturaleza humana, y conoce el comportamiento de la gente mejor que nadie. Es como Sarah Connor en Terminator o Ellen Ripley en Alien. Juntos unimos nuestros poderes y abrimos portales a universos alternos. Separados, sólo tenemos nuestras habilidades especiales.

 

Por desgracia, Dunkelheit nos mandó a un universo donde los superpoderes y la magia no existen, y no funcionan. Un mundo donde todas las películas y caricaturas que mencioné son ficción. Donde sólo se puede volar por medio de máquinas.

 

El mundo donde la ficción es eso: ficticia. Donde la fantasía existe en la mente de las personas.

 

Tu mundo.

 

Me doy cuenta que he estado platicando conmigo mismo, o contigo, si es que me lees o me escuchas. Debo regresar a trabajar. Me como mi hamburguesa tan rápido como puedo y regreso a la librería. En mis ratos libres leo cuentos de Raymond Carver, cuyos temas siempre son lo cotidiano, lo habitual. Nunca cuestiones fantásticas o excepcionales. Los personajes de Carver son gente que vemos todos los días, gente que inspiran sopor, hueva. Su estilo es directo, sin adornos. Dicen que su prosa es a la literatura lo que el minimalismo a la arquitectura.

 

Me doy cuenta que mis amigos y yo somos como un capítulo de G.I Joe o los Dinoplatívolos escrito por Raymond Carver.

 

Ante tal analogía, suelto una carcajada tan estridente que Don Enrique, el gerente de la librería, me ordena que me calle. Así que me callo.

 

Vendo libros. Stephen King es el autor de moda. Muchos clientes piden Lo negro del negro, que habla sobre Arturo Durazo, y también Azteca de Gary Jennings y Los versos satánicos de Salman Rushdie. Son los libros de moda. Un tal Gabriel García Márquez se ganó el Nobel en 1982, así que piden mucho sus novelas. También El señor de las moscas de William Golding, y también de Lyubov Sirota, poetisa que escribe sobre Chernóbil. Hace poquito tiempo hubo una tragedia de un reactor nuclear, así que su poesía es muy socorrida por los intelectuales, así como los libros de cuentos de Raymond Carver.

 

En la noche salgo de trabajar. Mis amigos me esperan. Decidimos ir al cine. Es de la Organización Ramírez, la empresa de salas cinematográficas más importante de México. Vemos El club de los cinco, una comedia para adolescentes dirigida por un tal John Hughes. Trata sobre cinco muchachos completamente diferentes entre sí, que se pueden encontrar en cualquier prepa del mundo (la rara excéntrica, el nerd, el deportista, el gandalla y la chica fresa), que son castigados un sábado por la mañana por un director amargado y deben aceptarse entre ellos para salir adelante. Muy buena. El tema musical, “Don’t you forget about me”, cantado por Simple Minds, es tan bueno y pegajoso que abandonamos el cine cantándolo.

 

Salimos al estacionamiento del centro comercial por la puerta de emergencia. Entre la basura, hurgando como la puta rata asquerosa que es, vemos a un muchacho como de nuestra edad (entre 16 a 18 años): moreno, gordo y tiene peinado de muñeco playmobil. Esboza una sonrisa forzada, asquerosa, con dientes chuecos. Su nombre es Óscar Hoyo, pero en nuestra realidad, en el mundo de donde venimos, es Karma Man, el esclavo del malvado General Dunkelheit. Siempre quiere acabar con nosotros, siempre lo derrotamos. Siempre quiere destruirnos, siempre hace el ridículo. Digamos que es el personaje cómico e imbécil que nunca falta: el Pegajoso de Los Cazafantasmas, el Esclavo de los Halcones Galácticos repitiendo su muletilla de “chí chí chí, amo”, el Snarf de los Thundercats, el Shaggy y Scooby Doo de Misterio a la orden.

 

Óscar Hoyo se acerca a Tony y le escupe a la cara. No lo hubiera hecho. Mi amigo le propina una patada voladora que tira a su contrincante al suelo. Una vez allí lo muele a golpes. A mí me da risa, pero Rumiko, tan empática como siempre, exige al peleador callejero que lo deje en paz. Le ruega que lo comprenda, que no sea así. Tony se encoge de hombros. Seguimos nuestro camino.

 

Subimos por unas escaleras de caracol hasta la azotea del centro comercial. En medio hay un cuarto modesto, dotado de las necesidades básicas como techo, cocina, sala, baños. También televisión. Nos sentamos frente al sillón y prendemos la tele para ver ALF, una graciosa comedia sobre una familia que cuida a un extraterrestre porque su planeta, Melmac, explotó. A la mitad del capítulo la pantalla se funde en negro.

 

¡Carajo! ¡Justo cuando Willie oculta a Alf de los vecinos!

 

Tony le da golpes a la televisión, pero ésta no funciona. Es entonces cuando en la pantalla no vemos al alienígena con cara de camello, sino a un hombre alto, delgado, peinado hacia atrás y de nariz aguileña. Se parece mucho a Joseph Goebbels, el ministro de propaganda de Adolf Hitler, sólo que éste tiene piel completamente negra (no, no es afroamericano: es negro como el carbón) y ojos rojos sin pupilas. Viste un traje de militar color gris niebla.

 

¡Mis queridos Irreales! suelta una carcajada forzada, al momento que cruza los dedos. Nos damos cuenta que está sentado en un sillón. ¿Cómo les va en el mundo real? ¿Ya se acostumbraron?

 

¡DUNKELHEIT! exclama Rumiko.

 

General Dunkelheit para ti, querida.

 

¿Qué quieres? pregunto.

 

Nada, sólo quería saludarlos. Decirles que no podrán volver al mundo de Fantasmagorie.

 

Pues más te vale mandarnos un rival digno, porque Óscar, alias Karma Man, es bastante inepto.

 

Óscar es lo de menos. Sólo los visito vía televisión para atestiguar su fracaso. ¡Adiós!

 

La pantalla se apaga y Dunkelheit desaparece. De nuevo se encuentra Alf haciendo travesuras.

 

¿Tendrá razón? ¿En verdad estamos hundidos? ¿Fracasados? pregunto.

 

Tony no responde. Pero Rumiko, con su talento para comprender las emociones humanas, agacha la cabeza. No experimentamos ira. Ni tristeza. Es nostalgia.

 

Continuará…

 

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Imagen de cabecera: «Totally 80’s», por J. Scott Campbell.

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MonroyBernardo Monroy nació en 1982 en México D.F. y actualmente vive en León, Guanajuato. Es periodista y ha publicado el libro de cuentos El Gato con Converse y la novela La Liga Latinoamericana; así como la novela electrónica Slasher, disponible gratuitamente en el portal Zona Literatura, y W.M.D. y Segunda Temporada, aquí, en Penumbria. Es aficionado a los videojuegos, los cómics y los géneros de terror, fantasía y ciencia ficción, y escribe porque está frustrado, ya que nunca pudo ingresar a la Escuela de Jóvenes Dotados del Profesor Xavier. Sus textos han sido traducidos al klingon y al élfico.