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NOSTALGIA

II

 

Bernardo Monroy

 

I- REALIDAD

 

 

TONY: RUTINA

Thundercats are on the move,

Thundercats are loose,

feel the magic, hear the roar,

Thundercats are loose.

Bernard Hoffer, tema musical de Los Thundercats.

 

 

Tal vez no soy tan listo como Saul, pero sí soy un arma mortal viviente.

 

Pero en este mundo soy como un cuchillo sin filo, como una pistola sin balas, como un cartucho de dinamita sin pólvora.

 

Aun así, quiero hacer lo posible -y lo imposible- por hacer del mundo un lugar mejor, aunque este Mundo Real sea una porquería. Esa opinión la comparten mis dos amigos. Nuestra contraparte es Óscar, pero es demasiado imbécil para hacer cualquier otra cosa que no sea hurgar en la basura. Nadie puede negar su naturaleza, ni los criminales que nunca se reforman, ni los ricachones que se quedan en la pobreza, ni los dibujos animados que son transportados al mundo real.

 

Pero seguimos ayudando al prójimo, combatiendo al mal, porque queremos mejorar el mundo.

 

 

No. Miento.

 

En realidad ayudamos a la gente porque no tenemos nada más que hacer. Porque perdimos todo y sabemos que jamás se podrá recuperar. Hacemos lo que hacemos por nostalgia, pero en realidad nos importa un comino que los niños mueran, que a las mujeres las violen, que a los oficinistas nos asalten.

 

En Mundo Real no hay esperanza. Pero sí demasiada hipocresía. Por eso hacemos creer que queremos salvar a la gente. Cambiar la sociedad.

 

Me pregunto si toda la gente de organizaciones no gubernamentales, del clero o incluso la mujer que afuera del supermercado le entrega una moneda a un vago lo hacen porque quieren mejorar el mundo o como nosotros: por simple hábito, por nostalgia.

 

El Mundo Real es deprimente. Nos hemos dado cuenta de muchas cosas que nos desconciertan. Para empezar, la física nuclear es peligrosa, no divertida. En el mundo de las caricaturas, la energía nuclear es mágica: otorga superpoderes, nos permite viajar a galaxias distantes y movernos a través de universos. Aquí es destructiva. Letal. Por ejemplo, en 1986 hubo una tragedia horrible en un lugar llamado Pripat. Se produjo el sobrecalentamiento y explosión del reactor número 4 de la Central Nuclear de Chernóbil, el cual emitió 500 veces más radiación que la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima en 1945. La ciudad se vio afectada por gran cantidad de radiación y debió ser evacuada.

 

Aquí la radiación nuclear produce cáncer dijo, asombrado, Saul.

 

Y te mata aportó Rumiko.

 

Pero eso no es todo: aquí los terremotos destruyen ciudades. Nunca llega un héroe a salvar el día. Nunca llegan los G.I. Joe ayudando damnificados. El 19 de septiembre de 1985 en la Ciudad de México hubo un sismo grado VI a VII en la escala de Mercalli. Mucha gente murió. Muchos sufrieron. No lo podíamos creer. Para nosotros era algo inaudito.

 

La gente no viaja a galaxias distantes con una nave construida en su garaje. Eso es otra cosa diferente de Mundo Real. Por ejemplo, el 28 de enero de 1986 estalló el transbordador espacial Challenger. ¡A tan sólo 75 segundos de haber despegado! Murieron los astronautas tripulantes: Francis «Dick» Scobee, Michael J. Smith, Ronald McNair, Ellison Onizuka, Gregory Jarvis, Judith Resnik y Christa McAuliffe.

 

¿Entonces aquí no existen los Halcones Galácticos? ¿Aquí no se respira en el espacio? ¿No se puede superar la velocidad de la luz?

 

Otro caso: hubo un asalto perpetrado el miércoles 6 de noviembre de 1985 por un comando de guerrilleros del Movimiento 19 de abril (M-19) a la sede del Palacio de Justicia, ubicado en el costado norte de la Plaza de Bolívar de Bogotá, dejando como saldo 43 muertos.

 

¡Y no llegaron los Defensores de la Tierra! Y los responsables eran humanos, no extraterrestres o demonios. Usaban balas y no rayos láser.

 

Por las noches nos sentamos frente a nuestra televisión y en lugar de ver noticias vemos caricaturas. Tomamos cervezas o ron Bacardí. Hemos descubierto las ventajas del alcohol y la marihuana. Nos permiten huir, al menos por un rato, de Mundo Real.

 

¿Será por eso que tanta gente las consume?

 

Nos encanta emborracharnos. Sentir esa alegría y mareos graduales. Somos felices por un rato y recordamos cuando éramos héroes. Cuando no podíamos morir. Después encendemos la radio. Suena Fandango: Uh oh uh oh, autos, moda y rock and roll. Uh oh uh oh, nuestra civilización…

 

Suena “Push it to the limit”: Push it to the limit. Walk along the razor’s edge. But don’t look down, just keep your head. Or you’ll be finished. Así hasta perder la conciencia. Así hasta nada saber de nosotros, hasta perder y olvidar. Hasta recordar.

 

Preferimos ver Los Thundercats que el noticiero de Jacobo Zabludovsky. Preferimos el alcohol y la mota porque nos otorga los superpoderes que perdimos. Lion-O, Cheetara, Panthro y Tygro luchan contra Mum-Ra y lo vencen. No pierden.

 

¿Por qué el Mundo Real es así?

 

Cuando no trabajamos como esclavos asalariados y no bebemos y fumamos hierba, salimos a las calles del Distrito Federal a ayudar a la gente. Como dije, más por nostalgia que por deseos sinceros. Más por hábito que por bondad.

 

Me gusta golpear policías corruptos. Por suerte, aún mantengo mis conocimientos en peleas callejeras. Me visto con mi chamarra a la Michael Jackson, repleta de zippers. Con mis Converse rojos, mi playera de ese mismo color, mi cinta atada en la cabeza y hablo sin mover los dientes, como Snake Plinksen. Golpeo como todos los actores de la película Los Guerreros, soy todos los pandilleros en uno. Es necesario golpear policías y judiciales con ganas, pues aún están contaminados por el daño que hizo Arturo Durazo Moreno, jefe de la policía a quien apodan “El Negro”. Es peor que todos los villanos de Robocop y C.O.P.S. Es todavía más perverso que el Comandante Cobra y Monstruón invocando a la Estrella Lunar de Limbo para que le otorgue el poder y la fuerza de ser invencible. Su estela de corrupción ha infectado a muchos policías, a quienes disfruto noqueando, dejando inconscientes y, si se puede, inválidos.

 

Después canto “The Glory of love”, ya sabes, el tema musical de Karate Kid, seguido de “Berlín”, el de Top Gun: I am a man who will fight for your honor, take my breath awaaaay…

 

Rumiko hace colectas para UNICEF y es voluntaria donde pueda: no le importa si es en la Catedral Metropolitana o una dependencia gubernamental. Ella sólo quiere comprender las emociones de la gente.  Los toma de la mano y les besa la frente. A los damnificados del terremoto, a los niños de la calle, a las costureras desempleadas. Dicen que es una santa, pero ella no es más que una mujer empática. Su superpoder consiste en comprender las emociones de las demás personas, aunque a veces se excede.

 

Por ejemplo: una vez le dio a una familia todos nuestros ahorros.

 

Pendeja le recriminé.

 

Pero… están más amolados que nosotros.

 

Pendeja repitió Saul.

 

Saul roba libros de su trabajo y los regala a la gente cuando viaja en el metro. Ya sean best sellers o novelas serias. Quiere que la gente lea, quiere que todos se cultiven, aunque después usen sus regalos para calentar el boiler o limpiarse el culo.

 

Mira dice, éste es Gabriel García Márquez, ganó el Nobel en 1982. Un año antes lo obtuvo Elias Canetti, también tengo libros de él. Y en 1983 fue William Golding, por El señor de las moscas… trata de unos chavos que se quedan desamparados en una isla desierta, lejos de todo lo que conocían, y deben de adaptarse.

 

Luego, el imbécil llora.

 

Les lee poseía de Lyubov Sirota, famosa por su poesía sobre Chernóbil. Les platica de Raymond Carver, escritor gringo que poco a poco se va haciendo famoso. El tipo fue alcohólico, decadente y su obra está plagada de elementos igual de tristes. Un hombre que queda sin trabajo y no puede sostener a sus hijos, un marido que debe sostener económicamente a buena parte de la familia y se agobia, una relación de pareja destructiva, un vagabundo manco que le vende fotos a una mujer, un tipo que atropella a un niño el día de su cumpleaños, dos cabrones que le avientan una piedra a unas señoras ciclistas, etcétera. Sus historias son pa-té-ti-cas.

 

Como nuestra puta vida.

 

Nos encontramos con Karma Man, alias Óscar Hoyo.  Nos alegra saber que, pese a que nuestra vida apesta, la de él es peor. Siempre será un pendejo. En el Mundo Real o en el de los dibujos animados. Fue enviado por el Comandante Dunkelheit para espiarnos, pero no ha dado una. Vive en la zona de basura del centro comercial, hurgando entre las bolsas de deshechos de comida, o la ropa con fallas que Comercial Mexicana tiró. Diario nos ve y nos escupe, nos dice que él será grande, que nos dará trabajo aunque no queramos, que controlará el mundo y nos arrepentiremos. Le decimos que él no es más que el achichincle de nuestro archienemigo, que no es nadie. Hasta la siempre empática Rumiko no puede tolerar mucho tiempo su estupidez.

 

¡LOS VOY A DESTRUIR, EXPLOTARÉ TODO Y HARÁ KABOOOOOM!

 

¿Y con qué dinero comprarás explosivos? le pregunta, bien comprensiva, Rumiko—. ¿Y sabes algo de armas de fuego? No creo que seas ni el 1% de organizado y malévolo que los terroristas que destruyeron el Vuelo 103 de Pan Am. A lo mucho, pendejo, lo tuyo será una explosión de imaginación.

 

Nadie puede negar ni huir de su naturaleza. Nosotros seguimos ayudando al prójimo por costumbre, mientras que Óscar sigue haciendo daño por costumbre, aunque como el pendejo que es. Reitero: su naturaleza. Intenta asaltar a los niños de la secundaria que está cerca de Plaza San Miguel, pero casi siempre estoy yo para romperle su madre. También quiere fundar una secta, pero nadie le hace caso, salvo Saul, que lo ataca con miles de preguntas que no puede responder. A veces, Rumiko le da de comer, más por lástima que por su empatía.

 

Ten, Óscar dice, acercándose a la caja de cartón que usa como casa. Te traje pan y huevo.

 

Óscar le escupe a la cara y Rumiko le da una patada en sus pelotas, que supongo deben ser del tamaño de dos chochitos, porque no le duele y le sigue escupiendo.

 

El que Dunkelheit dejara a Karma Man a su suerte es un ejemplo de su increíble maldad. Él sabía que su lacayo es un imbécil, que no podría contra nosotros. Al menos, mis amigos y yo hemos sabido sobrevivir en Mundo Real, pero él no. Nosotros somos unos mediocres. Él no es nadie más que un vagabundo.

 

Cuando podemos, vamos al cine. Nos gusta perdernos entre las butacas, en la pantalla. En la oscuridad. Es nuestra otra droga, como el alcohol y la marihuana. Tocamos el dedo de E.T. Buscamos el Arca Perdida con Indiana Jones. Viajamos en el tiempo con Marty Mc Fly. Armamos desmadre con Ferris Buller. Cazamos fantasmas con Peter, Ray Egon y Winston, sabemos que a ellos los vamos a llamar. Nos perdemos para siempre como lágrimas en la lluvia en Blade Runner. Corremos al ritmo de “Eye of the Tiger”. Bailamos en Flashdance.

 

Después volvemos a la realidad. Sin la ayuda del alcohol, el cine y la mota, nos deprimimos, lloramos.

 

Al día siguiente, volvemos a vivir lo mismo.

 

Continuará…

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Imagen de cabecera: «Crazy 4 Cult 4», por Mike Mitchell.

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MonroyBernardo Monroy nació en 1982 en México D.F. y actualmente vive en León, Guanajuato. Es periodista y ha publicado el libro de cuentos El Gato con Converse y la novela La Liga Latinoamericana; así como la novela electrónica Slasher, disponible gratuitamente en el portal Zona Literatura, y W.M.D. y Segunda Temporada, aquí, en Penumbria. Es aficionado a los videojuegos, los cómics y los géneros de terror, fantasía y ciencia ficción, y escribe porque está frustrado, ya que nunca pudo ingresar a la Escuela de Jóvenes Dotados del Profesor Xavier. Sus textos han sido traducidos al klingon y al élfico.