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PERDER LA CABEZA

Bernardo Monroy

 

Creo que a todos nos gusta que nos asusten si sabemos que estamos a salvo al mismo tiempo. Nos gusta tener aventuras virtuales y escalofriantes. Nos hace sentir como si tuviésemos el control sobre las cosas que nos dan miedo en el mundo.

R.L. Stine

Lo cierto es que Sleepy Hollow continúa todavía bajo la influencia de alguna fuerza mágica, que domina las mentes de todos los habitantes, obligándolos a obrar como si se encontraran en una continua ensoñación.

Washington Irving “La Leyenda de Sleepy Hollow”

 

 

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Mi padre y yo nos mudamos a un pueblo que todo mundo cree que sólo existe en los libros y las películas.

Te das cuenta de lo extraña que es tu vida cuando parece un capítulo de la serie “Le Temes a la Oscuridad” o un libro de “Escalofríos” escrito por R.L. Stine.

Me llamo Ricardo Villa pero me dicen Richie, tengo diecisiete años y nací en Los Ángeles, California, porque mis padres emigraron ilegalmente de México antes de que yo naciera, de modo que cuando vine al mundo fue con tez morena y ciudadanía estadounidense incluidas. Mi familia y yo vivíamos en Lincoln Heights, uno de los barrios con mayor población latina en la L.A. La vida no era perfecta, y empeoró cuando mi madre nos abandonó por un jardinero puertorriqueño que le gustaba el reggaetón. Hasta el día de hoy papá no puede escuchar música de Daddy Yankee sin gemir como un burro en celo.

Las cosas empeoraron todavía más cuando papá entró al narcomenudeo con el único objetivo de darme una mejor vida. Él quería que su hijo triunfara. “Mi Richie, no quiero que te conviertas en uno de los muchos pandilleros chicanos de la ciudad, que fuman marihuana, destruyen la propiedad privada y se tatúan a la Virgen de Guadalupe en la espalda”.

—Bueno, salvo por lo de la Virgen la situación no pinta tan mal…

Lo cierto es que nunca me interesó el crimen, ni organizado ni desorganizado. Pasaba las tardes practicando con mi patineta (skate or die!) y escuchando a Yellowcard. Nadie que escuche “Ocean Avenue” tiene madera de delincuente sino de cretino amante del lifestyle californiano. Yo era el único que seguía cantando “Only One” mientras todos preferían a One Direction.

—Ya nadie se acuerda de Yellowcard —me quejaba yo.

—Salvo por el uso de violín, fue una banda tan intrascendente como tu autoestima —me respondían.

Mi vida hubiera sido la de cualquier latino californiano hasta el día que mi padre me despertó a la una de la madrugada a principios de octubre. Me dijo que me vistiera, empacara cualquier cosa y subiera al coche. Llevé mi patineta, mi ipod y nada más. Papá estaba blanco y le temblaba todo el cuerpo. Le pregunté qué carajos sucedía, y me respondió que había negociado con narcotraficantes de un cártel rival y ahora querían su cabeza.

—Literal. Quieren mi cabeza. Literal… lo hacen. Esos cabrones decapitan gente. Me ha tocado verlo.

Y tenía razón: una de las ejecuciones favoritas del crimen organizado mexicano y fronterizo consistía en decapitar a los traidores y dejar sus cabezas en lugares visibles. En ocasiones, llegaban a encontrarse de 14 a 18 decapitados en un solo lugar, y los sicarios de los narcotraficantes les gustaba grabar las ejecuciones que hacían con motosierras e instrumentos aun más escalofriantes. Incluso el presidente Barack Obama había declarado en septiembre de 2012 que el narcotráfico no era un problema exclusivo de México, y que se estaba extendiendo a Estados Unidos.

Entre tartamudeos, me dijo que su jefe, un narcotraficante que movía la droga en la frontera México-Estados Unidos, le había conseguido un lugar donde vivir. Debíamos de alejarnos de California y adentrarnos en el estado de Nueva York. Allí se respeta más a los latinos, es mucho mejor que Arizona, por ejemplo. Convenía alejarnos de una ciudad grande y mudarnos a un pueblo pequeño. Nuestro nuevo hogar se encontraba en el condado de Westchester, no muy lejos de un pueblo llamado Tarrytown.

—Se llama Sleepy Hollow. Vaya, “Valle Dormido”… no sé por qué me suena conocido el nombre.

El viaje a Nueva York fue al ritmo de “Lights and Sounds”, “Way Away”, “Fighting” y otras canciones. Poco a poco papá se fue relajando. Después de muchas horas de viaje y una que otra noche hospedándonos en hoteles Days Inn, llegamos al estado de Nueva York y finalmente a nuestro nuevo hogar.

Pasamos por el Río Hudson y por una carretera que parecía haber quedad paralizada en el tiempo. A las afueras de Sleepy Hollow había un puente e inmediatamente después, una iglesia en ruinas y un cementerio. La vereda que llevaba hasta ese lugar estaba rodeada de árboles sin una sola hoja, que le daban un aspecto verdaderamente siniestro.

Sleepy Hollow era un pueblo pequeño, nada diferente a cualquier otro de los Estados Unidos: tenía escuela, centro comercial, avenidas, restaurantes, Starbucks, KFC, Church’s Chicken, Mac Donalds y su antagonista principal: Burguer King. No era Los Ángeles, pero creo que me adaptaría rápidamente. Papá tenía documentación falsa gracias a sus contactos con el crimen, por lo que podría conseguir trabajo, y yo tenía la ciudadanía estadounidense. Rentamos un departamento detrás del Centro Comercial llamado “Van Tassel Mall” y dijimos hola a nuestra nueva vida.

El departamento era una porquería, nido de ratas y cucarachas, pero creo que no podíamos aspirar a más. No teníamos más muebles que un par de colchones en cada una de las dos habitaciones. La primera noche los colchones se movieron por sí solos, las luces se encendieron y apagaron solas y la puerta se abrió de golpe. Papá se puso de pie como impulsado por un resorte, temeroso que vinieran por nosotros, pero aparentemente sólo fue el viento.

Aún no lo sabía, pero los fenómenos paranormales serían una constante en nuestro nuevo hogar.

…Continuará mañana

AQUÍ para ver imágenes y videos acerca del tema.

BERNARDO MONROY

Bernardo Monroy nació en 1982 en México D.F. y actualmente vive en León, Guanajuato. Es periodista y ha publicado el libro de cuentos “El Gato con Converse” y la novela “La Liga Latinoamericana”, así como la novela electrónica “Slasher”, disponible gratuitamente en el portal Zona Literatura. Es aficionado a los videojuegos, los cómics y los géneros de terror, fantasía y ciencia ficción, y escribe porque está frustrado, ya que nunca pudo ingresar a la Escuela de Jóvenes Dotados del Profesor Xavier. Sus textos han sido traducidos al klingon y al élfico.