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PERO QUÉ PÚBLICO MÁS TONTO TENGO

Rodolfo JM

 

 

Resulta curioso. No cuadra, no checa, pero si hacemos caso a lo que dice el submundillo literario que habita en las redes sociales, resulta que nadie lee a los críticos. De hecho, pareciera que en el mejor de los casos sólo se leen entre ellos. Los demás nos enteramos de sus cuestionables hazañas y sus guerras flamígeras gracias a la magia de Fb y Tw. Buscamos el texto que inició el intercambio de linduras nomás para entender el meme que alguno de nuestros conocidos compartió. Somos como el peatón que se detiene a media calle a ver al atropellado. No vayan a pensar nuestros amigos, y sobre todo nuestra audiencia, que nos interesa lo que digan los críticos literarios. Ni que estuviéramos buscando su aprobación. Que se peleen entre ellos, yo qué.
No todos fingen. Hay quien asevera leer a Y o a B nomás porque luego “dicen cada cosa”. A veces, me cuentan, hasta escriben cosas inteligentes. Un amigo me dice que es de buena suerte si hablan mal de tu libro en la revista de los Krauze, revista de la que por cierto mi amigo no se pierde un solo número.
La relación entre críticos y escritores nunca ha sido tersa, menos aún cuando al crítico en cuestión se le ocurre tratar de convencer a su auditorio de la dudosa calidad de una obra escrita por un contemporáneo. No es para menos. A primera vista se trata de un acto de soberbia. El crítico propinando una lección a un adversario imaginario. El crítico tarareando “Pero qué público más tonto tengo”, mientras se da un golpecito con los nudillos en la barbilla.
Sin embargo, y en esto coincidimos todos, la crítica es necesaria. Una crítica imparcial, decimos, profesionalizada, especializada, propositiva, que no se quede en la reseña y el veneno, que recupere y revalore trayectorias, que amplíe y enriquezca el panorama del canon que manden y digan, pero que aporte, que investigue. Una crítica capaz de entablar diálogo, de distinguir “producto” de “obra”, de poner el reflector en obras y autores que no han tenido la exposición adecuada, y, por qué no, una crítica que fomente la lectura. Pedir no empobrece.
Además, siendo el ejercicio de la crítica una experiencia más familiar a cualquier persona que la experiencia de la escritura creativa, no está mal ser exigente con ella. A mí en lo personal me molesta el aire de superioridad intelectual que adoptan muchos de los críticos de la literatura fantástica, pero me molesta más aún la precariedad de sus referencias. Siempre será un placer saber que leyeron a Wells, a Tolkien, a Lovecraft, a Verne, a Stoker, a Poe, y si bien nos va, a Philip K Dick y a JG Ballard. Pero ni soñar con que hayan leído a Gene Wolfe, John Crowley, Christopher Priest, Harlan Ellison, Jonathan Carroll, China Mieville o a Ted Chiang. Aunque siempre será posible que conozcan a Priest, después de todo ¿quién no ha visto The Prestige (Christopher Nolan, 2006) un domingo por la tarde? Bendito Hollywood, promotor de la literatura fantástica.
Me molesta que vapuleen el libro de un escritor querido e importante para mí, pero me molesta mucho más que las lecturas de esos críticos no vayan más allá de los catálogos juveniles de rigor. Es doloroso encontrarse con un campo crítico que se llena la boca de Kafka y de Borges, pero es incapaz de entender o apreciar un discurso narrativo como el fantástico, y dentro del que tan convenientemente se ha incluido a la literatura de terror y a la de ciencia ficción. Sí, me molesta en particular que el único discurso narrativo con validez para la crítica sea el que pretende “retratar la realidad”, como si la realidad misma no fuese una ficción concensuada, no por ello menos rica que cualquier otra. Pero sin duda me molesta más la banalización de la imaginación. Tal vez no pueda evitar la falta de especialización o de lecturas de los críticos, ni modificar su preferencia por los discursos narrativos “realistas”, pero sí puedo evitar estancarme en la parodia y el chiste, en el homenaje oportunista, y en tantas otras manifestaciones de la autocomplacencia. Como lector, como escritor, y como alguien que disfruta hablar/escribir de los libros que ama, es decir: como todo aquel que ejerce la crítica en corto, seguro que es algo en lo que puedo esforzarme.

 

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Foto 77Rodolfo JM (Ciudad de México, 1973)

Ha obtenido el Premio Nacional de Cuento Julio Torri en 2007-2008, el Premio Nacional de Cuento Fantástico y de Ciencia Ficción en 2011, así como mención honorífica en el Premio Nacional de Literatura Policiaca en 2007. Ha publicado los libros de cuento: Todo esto sucede bajo el agua (Fondo Editorial Tierra Adentro 2009); Negras intenciones (Jus 2010); y El abismo: asomos al terror hecho en México (Ediciones SM, 2012)