Seleccionar página

SECTAS RELIGIOSAS EN EL CINE DE TERROR

II

 

Davo Valdés de la Campa

 

 Primera parte

 

Robert K. Ressler en su célebre libro Dentro del monstruo, en un texto sobre los atentados de 1995 con gas sarín en el metro de algunas ciudades japonesas, relaciona algunas afinidades de las sectas religiosas, en este caso a la secta Aum, liderada por Asahara, con los grupos terroristas. Una de las características que comparten es la jerarquía y la función que desempeñan las personas que forman parte de ésta.

Para Ressler la estructura jerárquica de estos grupos, a grandes rasgos, se establece en tres figuras con tres funciones diferentes, pero medulares para el funcionamiento de la doctrina adoptada. La primera es la del líder seguida por el activista y por el idealista.

El líder es el gran teórico. Son personas paranoicas con una personalidad fuerte. “Los líderes crean y elaboran un sistema de creencias centrado en torno a sí mismos y que les considera únicos e insustituibles”. Ressler encuentra similitudes entre líderes como Asahara, Charles Manson, David Koresh, pero también entre mandatarios que rayan en el fanatismo como Gadafi o el nigeriano Idi Amin.

El líder es incapaz de obtener resultados sin la ayuda de seguidores, específicamente del tipo que Ressler establece en su jerarquía: el activista y el idealista. El primero se caracteriza por su personalidad antisocial. Su anhelo de poder se materializa al lograr que se cumplan los deseos y órdenes del líder. Se trata del músculo, de la fuerza bruta e imponente de las sectas, una especie de matón (sin que necesariamente tenga que ejercer la violencia física) que encuentra en la intimidación emociones que le fascinan, ya que por su cuenta son incapaces de obtener poder. Los segundos, los idealistas, son el arquetipo del eterno estudiante. Buscan la verdad por sobre todas las cosas. Su desempeño es menor dentro de la jerarquía, pero hacia el exterior funge como un soldado. Es un ente que abraza una causa sin cuestionamientos.

dentro

Eric Hoffer en su libro The True Believer caracteriza al sectario idealista como: “un autoestopista con un profundo sentimiento de culpa que levanta el pulgar a todas las causas, desde el cristianismo hasta el comunismo. Es un fanático que necesita un Stalin o un Jesucristo a quien adorar y por quien morir. Es el enemigo mortal de las cosas tal y como son, y se empeña en sacrificarse por un sueño que no es posible hacer realidad”. El idealista se siente perdido sin el grupo y sin el adoctrinamiento del activista y especialmente del líder. Ellos permiten que la paranoia del líder se convierta en psicosis social. En términos sectarios son capaces de liberar gas sarín en una estación de metro, pero a grandes escalas son lo que Hanah Arendt señaló como “la banalidad del mal”. Esto para expresar que algunos individuos actúan dentro de las reglas del sistema al que pertenecen sin reflexionar sobre sus actos. “No se preocupan por las consecuencias de sus actos, sólo por el cumplimiento de las órdenes”. En ese sentido, y retomando lo que decía Ressler sobre Gadafi, es posible que un líder terrorista o de una secta se convierta en mandatario y que una nación entera y sus recursos estén al servicio de sus deseos.

The True Believer

The Master de Paul Thomas Anderson es quizás uno de los casos más esclarecedores. Casi todas las películas de sectas nos muestran al culto ya establecido, y la trama sigue a una serie de intrusos que cuestionan la doctrina, pero The Master se centra en la historia de Freddie Quell, un veterano de la Segunda Guerra Mundial que conoce a Lancaster Dodd, líder de un movimiento filosófico denominado La Causa (inspirado en el movimiento de la Cienciología). Quell representa claramente lo que es un activista dentro de un grupo. Además, el filme revela el proceso de transformación de Dodd en un líder cada vez más poderoso, soberbio y paranoico. Creo que la cinta muestra de manera clara la estructura, el adoctrinamiento y los elementos que constituyen el éxito de una secta, entre ellos quizás el más importante: el culto a la personalidad. Ressler lo explica mejor: “hay una diferencia esencial entre una secta y una auténtica religión: mientras que la religión congrega a sus fieles para adorar algo que está más allá de sí mismos, una secta congrega a los suyos para adorar al líder”.

the_master_turkish_poster_color_high__span

El cine de terror que ha abordado a las sectas en muchos casos muestra la distorsión de la religión, casi siempre de alas de extrema derecha, como los casos que ya se mencionaron en la primera parte de este artículo. También se explota la fascinación que el líder puede provocar y cómo la violencia no explícita legitima el control y el abuso de ellos ante sus fieles.

Un caso que me parece interesante es el de Children of the corn de Fritz Kiersch, adaptación del cuento homónimo de Stephen King. La trama mezcla una serie de tradiciones que crean una nueva mitología o un pastiche de mitología. En la historia seguimos la vida un pueblo agrícola en el campo de Nebraska que se encuentra controlado por niños, que a su vez sirven a un ente denominado “He who walks behind the rows”. Los niños manipulados por este ser de carácter demoníaco asesinan a todos los adultos y garantizan con los sacrificios la cosecha del maíz. Por un lado, el culto sirve a una especie de dios pagano, pero por otro lado, la iconografía y los ritos siguen en algunos aspectos a la liturgia católica. Incluso los nombres de los niños recogen ecos de profetas del Viejo Testamento (Job, Isaac, Malachias). Creo que las sectas modernas funcionan un poco de este modo: mezclando tradiciones, discursos religiosos y espirituales y filosofías al grado de diluirlas en un discurso ambiguo y falsamente incluyente. En el fondo siempre se encuentra latente un discurso político de rechazo a las instituciones. Al final es una postura de rechazo ante el poder.

children-of-the-corn-original

En The Wicker Man de Robin Hardy se muestra un conflicto centrado en el monopolio del poder del discurso religioso. La película sigue la investigación de un policía marcadamente católico en una isla cuyos pobladores son fervientes seguidores de un culto pagano bastante libertino. El policía intenta resolver un misterioso asesinato, pero también juzga todo bajo su óptica moralina. Conforme su pesquisa avanza, la idea de que fue sacrificada crece como hipótesis de su paradero. Más allá del clímax de la trama, The Wicker Man muestra la forma en cómo las sectas cerradas dialogan con el exterior.

8477764074_2e5bf17c76_z

El diálogo siempre está fracturado, porque la secta es una respuesta de rechazo a valores e imposiciones de la sociedad. La secta es la instauración de nuevos valores e imposiciones hacia el interior, con la idea de que fuera de ese círculo todo es amenaza. La fragilidad de esa estructura reside en que esos valores y esas imposiciones están construidas no para el bien común sino para la satisfacción de los deseos del líder. Por eso cuando un intruso logra traspasar sus filas la amenaza crece, casi siempre evidenciando el trasfondo de la doctrina. El intruso es quien siembra la duda o quien permite denunciar los atropellos. Antes del intruso sólo es posible la obediencia ciega o la obediencia por miedo. Después de él, existe el sacrificio o la revolución. En The Sacrament esto ocurre cuando una pequeña esfera de habitantes de la comuna pide a los reporteros de Vice que los lleven con ellos y el líder decide que todos deben morir.

En la estrucura de Ressler falta esa cuarta dimensión, una que sale de la jerarquía, una no planeada ni estipulada, pero que se repite una y otra vez en la historia de las sectas religiosas: la disidencia.

Una película que me parece interesante, porque sigue a la disidencia ya como una victimización, es Martha Marcy May Marlene. La película no trata de un intruso en la secta o de la secta contra el sistema, sino del proceso posterior al encierro desde la perspectiva de una víctima sobreviviente.

marthammm

Una chica joven escapa de una secta abusiva en las montañas de Estados Unidos. Su proceso de rehabilitación ocurre en la casa de su hermana y su esposo, una pareja burguesa en una casa de campo. La película plantea la complejidad psicológica de lo que ocurre al interior de una secta y de sus posibles secuelas. Por un lado ella es la disidencia puesto que escapa luego de una serie de dudas y miedos que la llevan a abandonar al grupo. El miedo es una constante en ella. Pero también quedan residuos del adoctrinamiento porque en el fondo ella ya no puede ser parte de la sociedad. La misma paranoia del líder ha quedado impregnada en ella por siempre.

En Martha Marcy May Marlene también se observa lo que mencionaba hace rato en torno a la mezcla de discursos, ya que la secta a la que pertenece unifica discursos como la religión católica, la cultura hippie y las ideas anarquistas de Thoreau. Todo está diseñado para satisfacer las necesidades del líder, en este caso un joven con ecos de Charles Manson, cuyo apetito sexual traspasa sus propios esquemas. Creo que finalmente algo que perturba tanto de las sectas es la ficción que se crea para atender cosas tan básicas. El aura sobrenatural o extremo que rodea a algunas sectas convierte cuestiones tan sencillas como el sexo o la convivencia en ritos que se desbordan. Los líderes moldean el mito para acoplarlo a sus necesidades. Para el intruso que se mueve a través ya no sólo del sentido común, sino de la duda, estas prácticas pueden rechazarse automáticamente, pero para esos seres investidos de la banalidad del mal o sectarios idealistas, esas ficciones representan su única realidad.

El filósofo Slavoj Žižek,a través de The Village de M. Night Shyamalan, lo explica de la siguiente forma en su libro Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales: “En la película late de modo subyacente el deseo de recrear un universo cerrado de autenticidad en que la inocencia está resguardada de la fuerza corrosiva de la modernidad. […] Tenemos dos universos: la abierta y moderna “sociedad de riesgo” frente a la seguridad del antiguo y cerrado “universo del sentido”; pero el precio del “sentido” es un espacio finito, cerrado y guardado por monstruos innombrables. En este espacio utópico y cerrado el mal no se excluye simplemente, sino que se transforma en una amenaza mítica con la que la comunidad establece una tregua temporal y contra la que debe mantenerse en permanente estado de emergencia”.

zizek

Me parecen centrales dos separaciones en The Village. Primero la de mundo exterior como amenaza y la de mundo cerrado en emergencia. Pero me interesa aun más la separación entre la “realidad” y la “ficción”, pues, como después descubrirá el espectador, se trata de dimensiones manipuladas por los propios personajes, en este caso por los Ancianos para evitar la fragmentación, la discordia y la desagregación comunitaria. Pero no olvidemos que son dimensiones que nacieron de la personalidad paranoica del líder y legitimadas por el resto de la jerarquía. Creo que esas ficciones brindan unidad a los miembros el culto, incluso en la psicosis. Y el peligro está precisamente en ese instante de unidad máxima, porque ya no existe verdad o doctrina sino enfrentamiento. Cualquier escenario posterior resulta aterrador: matanza, suicidio colectivo, atentado terrorista o consolidación de una secta más grande en términos de nación o de Estado.

the village

 

****

davoDavo Valdés de la Campa / Cuernavaca, Morelos (1988)

Fanático del cine de terror. Estudiante de Letras Hispánicas en la Universidad Autónoma del estado de Morelos. Forma parte del Colectivo La Piedra. Beneficiario del Programa de Es­tímulos para el desarrollo y la cre­ación artística en 2009 y en 2011. En el 2010 publicó su primer libro de cuentos Relatos de un mundo depravado (EdicioneZetina). A finales de 2011 fue ganador de la convocatoria para publicación de obra inédita del Fondo Editorial del Instituto de Cultura de Morelos con su libro Ignoto (poesía). Forma parte del Grumo de Escritores de la Barba Naranja.