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TE DIJE QUE NO ENTRARAS…

NO VEAS MI CAMA DESTENDIDA

 

Manuel Barroso

 

Hace poco escribí en este baúl sobre mi admiración por Stephen King. Coincidentemente, mientras estaba realizando el texto llegó a mis manos una antología de lo más curiosa. No entren al 1408, se llama. Está compilada y editada por Luis Cáceres, publicada por la Editorial Cifra y dedicada al hijo pródigo de Maine.

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La califiqué de curiosa por la mezcla y por la propuesta. Empecemos por lo primero: la antología cuenta con textos de veintidós autores distintos (Mariana Enríquez, Juan Terranova, Luciano Lamberti, Jorge Enrique Lange, Francisco Ortega, Jorge Luis Cáceres, Abdón Ubidia, Eduardo Varas, Patricia Esteban Erlés, David Roas, Santiago Eximeno, Paula Lapido, Sergi Bellver, Juan Soto Ivars, Marina Perezagua, Javier Calvo, Alberto Chimal, Cecilia Eudave, Antonio Ortuño, Carlos Yushimito, Alexis Iparraguirre y Rodolfo Santullo) de ocho países diferentes (Argentina, Cuba, Chile, Ecuador, España, México, Perú y Uruguay). Lo padre aquí es que son escritores de generaciones distintas y con estilos disímiles, lo cual genera un mosaico nutrido de voces y preocupaciones.

En cuanto a lo segundo: como explica Cáceres en la apertura del libro (“Derry les da la bienvenida”), cada texto fue solicitado a los autores con una única condicionante: que fuera algo que mostrara lo que ellos entendían por el miedo. Es aquí donde empieza el desmadre. Si bien la antología es un homenaje a King, hay muy pocos textos que lo son directamente. Eso es un poco discordante con el título y la propuesta, pero es bueno por la diversidad de los textos.

Y ya entrados en gastos (o bueno, en textos), terminar la antología me recordó algunas cosas que dijo Bef aquí sobre las mismas: no todas incluyen lo mejor de lo mejor.

No entren al 1408 es una de esas antologías.

La verdad es que hay cuentos geniales como “Pure fiction days”, “Setenta y siete”, “Duplicados”, “Los cachorros”, “Los niños perdidos de Londres”, “La gente buena”, “Una noche de invierno es una casa” o “El horóscopo dice” (no, no tiene nada que ver con patriotismos tontos, pero los de los tres autores mexicanos son rebuenos) y esas cosas valen mucho la pena. El problema es que son ocho de veintidós. Y eso no es muy padre que digamos.

Ojo, no estoy diciendo que los cuentos no enlistados sean malos (bueno, “Las islas” y “Soluciones hay para todo” sí lo son), pero tampoco son nada impactantes. Estándar, esa sería la palabra con la que describiría a la mayoría de las historias del libro. Y eso nos lleva directo a otra cosa: ¿qué no es ése el común denominador de la mayoría de las antologías en español?

No hay que irnos muy lejos de la línea de No entren… para ver eso. Basta con pensar en Auroras y horizontes, Visiones periféricas o incluso Pulpo comics. Pareciera que, para llenar páginas, hay que meter escritos a lo loco (el de Auroras y horizontes es un caso aparte, pero eso no le quita lo chafas a algunos cuentos) y eso, a la postre, termina entregando un gran mapa, sí, pero un libro con calidad de media tabla. (Acabo de acordarme de Después del derrumbe o de Cartografía de la literatura oaxaqueña, que sufren de dicho mal.)

Y vamos, entiendo que uno quiera compartir lo más que se pueda o persiga el objetivo de hacer un mapa de la escritura de una generación, un lugar o un subgénero específico. ¿Pero no podría estar todo eso subordinado al principio de hacer un gran libro? Basta con ver Los viajeros o Una ciudad mejor que esta para ver que es posible.

Y me salí de la habitación 1408 al final pero, respetando su naturaleza volátil y maldita, era algo previsible. Hay que volver a la puerta del cuarto para salir de él. Por eso retomo el libro editado por Cáceres, que me dio algunos nombres para seguir y un par de historias aterradoras, pero también dejó ese sabor que dejan las antologías que se centran más en la cantidad que en la calidad.

Tengo una cobija de luchador. Y eso a ustedes no tiene por qué importarles.

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IMG00330-20120517-2113-1Manuel Barroso nació, creció y murió antes de enterarse de ello. Por eso reseteó la consola y sigue aquí.

Lee como poseso, escucha rap y jazz de forma adictiva, escribe porque le duelen las historias. Odia las verduras.

Mañana comprará un rifle.

@manubch