HUESERA
terror corporal de la maternidad
Miriam Gálvez
En México existe una extendida y enraizada veneración religiosa, en especial con el ícono que representa a la “madre” por sobre todas las cosas: la virgen de Guadalupe. Pero no todo gira alrededor de la benevolencia; también, si de supersticiones se trata, algunas se refrendan a través del terror social y folclore sobrenatural de una manera (sutilmente) fascinante.
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Como pueblo tradicionalista —incluso— en algunos estratos, se sigue utilizando el término coloquial “ya se le pasó al tren” para referirse a mujeres que no hayan consumado un matrimonio y, peor aún —con sus creencias absurdas—, sin haber engendrado a una temprana edad.
Estos preceptos arraigan patrones que no necesariamente son realizados por convicción, pues obedecen a un deber colectivo para encajar con las tradiciones domésticas y que traen consigo una profunda insatisfacción e incluso ansiedad a quienes la practican en contra de sus principios: como la maternidad. Los hijos son relacionados comúnmente a efigies de pureza y esperanza para quienes los procrean o los desean. “Eres la calma de mi sueño y el paisaje entrañable”, se lee incansablemente en fábulas de cuna. ¿Pero de verdad lo son? Ceder ante la presión comunitaria es un arma de doble filo.
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En este dilema se encuentra envuelta Valeria (Natalia Solián), quien queda encinta al vivir con su pareja, Raúl (Alonso Dosal). A partir del hecho, la utopía de la familia feliz se ve resquebrajada para corresponder y entrar de manera directa al calabozo de los códigos ancestrales y morales, presentando imágenes retrospectivas del pasado disruptivo de la joven con una vehemencia subversiva que anhelaba un futuro completamente diferente y dentro de un círculo de personas cercanas no convencionales (incluso una relación gay). Abandona sus aspiraciones para cumplir el estereotipo abrumador de ser una buena hija, una esposa sumisa y una madre abnegada.
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El mensaje de la historia es claro: la concepción no es para todas las mujeres, tampoco es un deber. En el embarazo tu cuerpo ya no te pertenece, los órganos se mueven, los huesos cambian de posición, se fragmentan. Y si no es una acción deseada, el terror de enfrentar esta experiencia sobrecogedora se conecta para mostrar y aceptar que se requiere de un proceso siniestro que Garza Cervera desarrolla exitosamente a partir de documentar esta tortura psicológica a Valeria lo más fiel posible a su representación en lo tangible, como romper los huesos. Escuchar cómo crujen tiene ese impacto tan fuerte y poderoso de lo que quiere transmitir sobre el dolor penetrante de quien lo padece.
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La figura artropoide juega un papel preponderante y se conjunta en las visiones de Valeria en platos de comida, así como en la santería a través de una limpia con un huevo que es puesto en un vaso con agua, desvelando una visión: la telaraña hecha por una araña tejedora. “Es madre, pero también depredadora. Está dentro de una red, una casa, pero también es una cárcel”, sentencia la curandera, analizando con atino el futuro de la joven.
Aunque no es como tal una película de horror connatural, pisa fuerte el terreno del terror corporal y se aventura con varios elementos de éste. La Huesera no es más que la energía perversa y maligna de la ejecutante representada en una criatura. El espejo donde se ve a sí misma deformada, derrotada y aterrada de no encajar en un modelo de vida perfecto que la lleva al extremo de la colisión y la catarsis. También representa a la figura de un exorcismo cultural de apología feminista, aunque las terroríficas visiones de entes de formas rotas y de espeluznantes extremidades que se deslizan para someter a la protagonista son el miedo más íntimo en la cinta.
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Visualmente, este drama queer es tenebroso y de una belleza nostálgica. Diego Vega Solórzano coreografía a un grupo de bailarinas que surgen de las más oscuras pesadillas en un bosque encantado filmadas con una estética tan refinada en locaciones de Chapultepec. Esta secuencia me recuerda a las mujeres pálidas y espectrales asesinadas por Phoenix (Axel Jodorowsky) que brotan de la tierra en Santa Sangre (Alejandro Jodorowsky, 1990), aunque con una métrica más lánguida y espasmódica. ¡Grande el trabajo de Michelle Garza Cervera!
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Ya la pueden ver en Prime Video.
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SuperHeroína coyoacanense. Pseudo aprendiz sibarita. Bakeadicta. Cazadora de imágenes. Pesadilla, malestar creado por la mente enferma de algún noctámbulo en insomnio desesperado.
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