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CLARITA

No Hilda

 

Teme a la vejez, pues nunca viene sola.

Platón

 

Distinguido como político, filósofo y ensayista, poco se conoce (y difunde) su obra literaria. José Vasconcelos, un entusiasta seguidor de temas metafísicos, también recorrió los parajes del cuento y la novela. Entre algunas de sus publicaciones podemos encontrar Tratado de metafísica (1929), Ulises Criollo (1935), La tormenta (1936), El desastre (1938) y La raza cósmica: misión de la raza iberoamenricana; en este último se despliega su pensamiento vanguardista en cuanto a la unificación de los distintos linajes del mundo. En la antología Cuentos de la revolución encontramos una historia táctil, llena de texturas coloridas ya visibles desde su título: “Clarita”.

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José Vasconcelos

En un gran patio tapizado de matices solares se vislumbran dos siluetas de mujeres; la principal diferencia entre ellas tal vez sea el paso de los años; el miedo, la locura la sangre y los recuerdos podrían ser lo que las une. La mirada de ambas refleja el vacío en el pecho, emociones guardadas o tiradas por el desagüe que hay en el centro, por donde el color negro quiere salir a comérselo todo. Las dos se miran de frente con la fuerza de la demencia, las arrugas recónditas hasta el alma refuerzan los pensamientos que la vida ha labrado en la abuela: ella no se dejará vencer a menos que sea por la muerte. La fuerza con la que aprieta los puños la alienta a abrir más los ojos; como mirando a un espejo, la joven no tiene miedo a verse a través del tiempo: Clarita tampoco quiere rendirse.

Guardadas en una casa que pareciera mostrar su interior, las mujeres soportan los desérticos maltratos de una vida sin opción. Detrás de la abuela, un cuarto sucio, roído, apenas en pie. Detrás de Clara, la cocina alberga cómodamente a la rata que la distrae de verle la cara a la vieja, el objetivo de los puntapiés rabiosos que le siguen a los gritos.

"Dora Elia", por Arturo Esparza.

«Dora Elia», por Arturo Esparza.

Es una imagen triste, aparentemente simple para aquellos de vista gorda. Pero hay algo detrás, escondido bajo la silla de la abuela o el vestido de Clarita. Una de ellas, entre su mirada acusadora, poseé la verdadera historia. Los trazos ligeros de Vasconcelos saben de la confusión, saben de la presteza de las mujeres para el misterio y lo refleja en estas letras que descuartizan un sublime poema.

Un hermoso paisaje detrás de las montañas, la perfecta tierra castaña, los rostros limpios de dudas o los labios radiantes resultan magníficos detalles impecables que alegran y distraen de la cruel realidad. Con seguridad en cada rincón, Vasconcelos nos muestra que esta imagen parece haber estado ahí siempre, como el rosario en las manos de la vieja, y que perdurará radiante, como la furia de Clarita.

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Imagen de cabecera: «Ocultación caleidoscópica», por Julie Cockburn.

 

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yolentesNo Hilda

Psicóloga para ganarse la vida, escritora y lectora para vivirla.

https://wordpress.com/stats/insights/lyrictoblood.wordpress.com

 https://medium.com/@nohilda