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CORAZÓN DE MONSTRUO

Francisco de León

 

Creo en Dios, pero no lo amo, le temo.

Mary Shelley

 

 

De por sí mi alegría ya era mucha al saber que la compañía Teatro Gótico, dirigida por Eduardo Ruiz Saviñón, emprendería Helado yaces, corazón como su nuevo proyecto, mi alegría aumentó al saber que la actriz Helena de Haro no sólo retomaría el papel de Mary Shelley (a quien interpretara ya en 2002, en el montaje de Retrato de la joven monstruo* con dramaturgia de Vicente Quirarte y también dirigida por Ruiz Saviñón) sino que también se encargaría de la dramaturgia tomando como referencias no sólo la obra de ficción de la autora inglesa, sino parte de sus diarios e incluso fragmentos de la biografía novelada que sobre Shelley escribió Pilar Vega Rodríguez. Si bien las dos puestas no están relacionadas de manera intencional, sí completan un ciclo desde el cual Teatro Gótico ha tratado de reimaginar el mito de Frankenstein desde la voz de su autora, de traer al mundo contemporáneo la figura más allá del monstruo, más allá del que sin duda es el mito fundacional de la ficción moderna: Frankenstein.

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En Retrato de la joven monstruo, Mary Shelley revivía las travesías que la llevaron a la creación de Frankenstein al pie de las tumbas de sus padres. Una criatura cuya capacidad de metamorfosis era aún más amenazante que su alteridad y un vampírico (perpetuo sonámbulo, tal vez) John William Polidori, acompañaban las febriles ensoñaciones de una Mary Shelley con un largo trecho aún por vivir, pero ya marcada por la pérdida y la tragedia. Ahora, en Helado yaces, corazón, Mary Shelley, ya al final de sus días, yace en la cama (que en mucho recuerda la plancha en la que naciera la criatura de su novela), de nuevo rememorando, de nuevo en esa tempestad de recuerdos que arrastran frente a su mirada a Percy, sus hijos muertos, al joven estudiante de filosofía natural salido de su imaginación, pero sobre todo a ese monstruo que no es otra cosa que su propia imagen, el doble que la confronta a cada movimiento, a cada respiro.

Monstruo y creadora hallan entonces no sólo un origen común, sino una piel común. El monstruo (interpretado por Alejandro Juárez Carrejo) es esta vez una criatura andrógina, en su piel, hombre y mujer (hombres y mujeres podría mejor decirse) se funden y confunden, se delatan como un sólo dolor, primigenio y permanente. Pero lo mismo hay bajo el camisón de Mary: las cicatrices tienen el peso de cada memoria llegada a tiempo a la cita. Se trata ya no de la fiebre vital de la juventud de la autora, sino el reconocimiento de su agonía, de la soledad a la que la obligaron con sus tempranas partidas aquellos a los que tanto amó. No hay salida ya del lecho, sino a través de la muerte; la autora no alcanza siquiera la pira funeraria que heroico aceptara su monstruo, pero sí alcanza la inmortalidad desde sus letras.

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Ruiz Saviñón hace uso de uno de los elementos más constantes en su trabajo: la alcoba, la cual siempre surge como espacio de ensueño, de encuentro con una realidad muy distinta a la del mundo. La alcoba es el portal que libera las fantasías más hondas y los fantasmas más terribles. Si se trata de un espacio de intimidad, lo es en el más estricto de los sentidos, pues en ella no queda sino enfrentarse a uno mismo.

La vida de Mary Shelley estuvo signada, sí, por las tormentas, por la tragedia, mas su entereza humana es latente no sólo en cada día de su vida, sino en cada página de su trabajo y hoy, gracias a Helado yaces, corazón, a doscientos años de la gestación del monstruo, nos da oportunidad de ubicarnos frente a un espejo que es ya el de todos.

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La cual puede escucharse en versión radioteatro AQUÍ.

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Helado yaces, corazón se presenta los viernes a las 20 horas y los sábados y domingos a las 18 horas en la sala Rosario Castellanos de la Casa del Lago de la UNAM, en el Bosque de Chapultepec, y tiene temporada hasta septiembre 11.

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Fotografías de @CasadelLago

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paquito2Francisco de León

Doctor en Filosofía por la UNAM, Productor y locutor de Radio UNAM desde 1997 hasta 2010. Autor de 4 libros de Poesía: Traición al silencio, Las guerras floridas (Coautoría con Gerardo Castillo), Mitologías, Concierto para piano y poesía (música de Juan Pablo Villa) y La noche mil y un veces (CONACULTA). Fue becario del Banff Centre para Artistas residentes de Alberta, Canadá (2008) con el proyecto de poesía Tres invocaciones a la fragilidad. Miembro del Colectivo Pánico de Masas. Guionista para las cintas Íncubo (titulo de trabajo) del director Óscar Blancarte, Las orillas del infinito (FIDECINE) y para el corto “Nene”, ambos de Carlos Meléndez. Es dramaturgo de las puestas en escena El enviado de Cthulhu,ZombicentenarioMinotauro: Picasso en cierto acto, entre otras. Es autor del libro Prometeo en llamas: Metamorfosis del monstruo (UNAM, FFYL, AFINITAS) y publicó en los libros Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo (Cineteca Nacional) y Arte y redes sociales (Estudio Paraíso). Es colaborador en revistas como Reflexiones Marginales (México, UNAM) y Brumal (Universidad Autónoma de Barcelona) y Pasavento (Universidad de Alcalá), España).

@Pacodeleon