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DE VIAJES EN EL TIEMPO Y COSAS PEORES

Concepción Figueroa

 

Para quien está interesado en la ciencia ficción, es común hablar continuamente del viaje en el tiempo; podemos recordar más de tres series televisivas, cuentos, películas e incluso anécdotas sospechosas sobre la posibilidad o el suceso que implicaría este hecho; soñamos con la teletransportación, los agujeros negros, las máquinas  y miles de cosas que apoyan la mera posibilidad de alcanzar un día esta magnífica hazaña. Sin embargo, también tememos las consecuencias que esto acarrearía: mientras emocionados construimos mentalmente las condiciones para que eso pudiera suceder, no podemos evitar pensar en el desastre que acompañaría la experiencia, pues la naturaleza curiosa y crítica del ser humano no permitiría la retirada de una escena pasada o futura sin llevar a cabo algún pequeñísimo cambio, un arreglito, así chiquito, nada más.

El cuento “El viajero” (Premio Kalpa 1992 al mejor cuento mexicano de ciencia ficción de la década de los 80, otorgado por la revista Tierra Adentro y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes) de José Luis Zárate (Puebla, 1966) nos habla precisamente de esta posibilidad. En esta historia un detective de medio pelo recibe una visita inesperada de un hombre que al ser asesinado decide regresar en el tiempo para contratar a alguien que descubra la identidad de su asesino. Entre flujos de conciencia, artilugios detectivescos y tropezones mentales, el protagonista trata de comprender y aceptar el hecho de que el viaje en el tiempo es posible mientras evita, sin éxito, no rumiar sobre su reciente fracaso amoroso, por lo que empieza su investigación con un dejo de incredulidad y desestabilidad emocional que sólo mengua el gran pago en efectivo que le da como adelanto su cliente.

José Luis Zárate

 José Luis Zárate

A lo largo del cuento, las metáforas, el uso del lenguaje coloquial y las frases ingeniosas –algunas muy poblanas- nos arrancan un par de carcajadas y al menos una muy respetable sonrisa sólo para sorprendernos cuando en medio de este humor ácido el protagonista descubre, no sin horror, que con cada viaje en  el tiempo de su cliente su propia realidad se transforma. Por lo que decide matarlo, cumpliendo así su cometido y cerrando el caso con un dejo de cotidianidad que hace temblar hasta el más escéptico ante la posibilidad de que viajando en el tiempo podamos establecer un desastre mayor que el que el destino comete a diario con nosotros.

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Dale clic al título del cuento para poder leerlo.

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Imagen de cabecera: «Time Travel» de Daniel Chang.

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concepcionfigueroaConcepción Figueroa, mujer, literata y profe.

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