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DOCTOR STRANGE & DOCTOR DOOM: TRIUMPH AND TORMENT

o cómo verle la cara al diablo

(Roger Stern & Mike Mignola, Marvel Comics, 1989)

 

Pok Manero

 

Si bien hoy en día hay muchas editoriales de comics de variado peso con respecto a las pautas y participación en el mercado, es indiscutible que Marvel y DC siguen siendo «las dos grandes», título que han ocupado por varias décadas ya. Y si bien el grueso de sus publicaciones corresponde al subgénero de superhéroes (pues son estos comics, o más bien la mercancía y películas relacionadas con los mismos, los que pagan las cuentas), aun dentro de sus universos ficticios tienen otros rubros menos conocidos y explorados. Uno de ellos es el de los comics «cósmicos», muy populares en la década de los 70, cuyos personajes tienen aventuras en el espacio y han estado reviviendo su éxito, al menos en Marvel, desde hace casi diez años con la saga Annihilation y sus respectivas secuelas que, a su vez, dieron pie a la actual encarnación de los Guardians of the Galaxy (junto con la excelente película que revitalizó la space opera y actualmente se encuentra hasta arriba en mi lista de las mejores del año). Otro de estos rincones oscuros y poco visitados que coexiste con el mundo de los héroes vestidos de spandex es el místico, donde reside la magia y lo oculto.

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El principal representante de dicha vertiente en la llamada Casa de las Ideas es Stephen Strange, quien ostenta el puesto de Hechicero Supremo y Amo de las Artes Místicas. Co-creado en 1963 por Stan Lee y Steve Ditko (responsables también de haber inventado a Spider-Man), este cirujano vuelto hechicero ha tenido muchas aventuras a lo largo de los años desde su Sanctum Sanctorum en Greenwich Village, Nueva York. Para quien no esté familiarizado con el personaje (y considerando que su debut cinematográfico está planeado para el verano de 2016, una fecha todavía lejana), basta saber que originalmente era un engreído y adinerado médico cuyas manos sufrieron daños irreparables en un accidente automovilístico, impidiéndole practicar más cirugías. Obsesionado por recuperar su status, gastó su fortuna en la búsqueda de recuperar su destreza. Sus indagaciones lo llevaron incluso al aprendizaje de las artes místicas, el cual modificó su actitud hacia la vida y lo convirtió en el mejor hechicero sobre la faz del planeta.

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El co-protagonista de la novela gráfica que aquí nos atañe es quizá más conocido como el némesis de los Fantastic Four (aunque su representación fílmica haya dejado mucho que desear, en espera de que el reboot a estrenarse el próximo año por fin le haga justicia). Al igual que con otros antagonistas de Marvel, es difícil reducir a este personaje al rol de un simple villano dada su complejidad. Hijo de una hechicera gitana, se dedicó al estudio de las artes ocultas para intentar liberar el alma de su madre del infierno. No satisfecho con el conocimiento místico, también fue un devoto estudioso de la ciencia moderna, recorriendo el mundo para cultivar su genio intelectual y estando a la par de su eterno rival, Reed Richards. No obstante, su arrogancia le llevó a ignorar una advertencia sobre ciertos errores de cálculo en un experimento cuyo resultado fue una explosión que desfiguró su rostro (o al menos eso se nos planteó en su primera aparición en Fantastic Four # 5, en julio de 1962). Posteriormente se convirtió en el gobernante del pequeño país europeo de Latveria, lo cual le otorga el papel de un dictador tiránico pero al mismo tiempo le da inmunidad diplomática, cosa de la que ningún otro «villano» puede presumir de gozar. Su complejidad lo ha llevado en ocasiones a ser un aliado del cuarteto fantástico, en lugar de su adversario.

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En los años 80, el concepto de novela gráfica estaba muy de moda y Marvel Comics no quería quedarse atrás, por lo que comisionó a varios de sus escritores a proponer ideas para este novel formato. Uno de ellos fue Roger Stern, quien estuvo a cargo de los guiones para Doctor Strange de forma casi ininterrumpida entre 1978 y 1986. Desde 1982 le surgió la idea de unir a los dos doctores en una aventura mística, recordando una historia clásica de Doom publicada en el número 8 de Astonishing Tales (octubre de 1971, a cargo de Gerry Conway y Gene Colan) en la que se mencionaba su tradición anual de invocar a las presencias infernales y retarlas en duelo intentando liberar el alma de su progenitora. En febrero de 1983 sembró la semilla de esta historia cuando Strange, en el número 57 de su título (con arte de Kevin Nowlan), decretó estar en busca de un nuevo aprendiz y el dictador latveriano contempló la posibilidad de solicitar dicho papel. Tomó todavía unos años más para que el proyecto se concretara, en espera de que la historia coincidiera con los eventos que ocurrían en el Universo Marvel y en lo que se encontraba al artista adecuado para ilustrarla. Dicho artista resultó ser Mike Mignola.

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Quien haya leído esta columna con regularidad, habrá notado que recientemente he estado revisando algunas de las obras tempranas de Mike Mignola, tales como Cosmic Odissey (Jim Starlin, DC, 1988) y Gotham by Gaslight (Brian Augustyn, DC, 1989). Esta novela gráfica también formaba parte de mi lista de lecturas pendientes dentro de la misma categoría. En ella podemos ver a un Mignola en el que la influencia de Jack Kirby no es tan evidente. Aun cuando los protagonistas viajan al inframundo combatiendo a monstruos y demonios (lo cual posteriormente sería uno de los puntos fuertes en su arte), su estilo aún no es tan reconocible como lo ha llegado a ser con su posterior creación: Hellboy (aunque la prisión cristalina en que se encierra la trinidad del Vishanti junto con el Anciano se parece mucho a la prisión pétrea del Ogdru Jahad). De cualquier forma, su trabajo es de muy alto nivel y no deja nada qué desear.

La historia comienza con el Anciano, un místico que cada cien años convoca a los hechiceros más poderosos de la Tierra para ponerles una prueba y determinar quién ocupará el puesto de Hechicero Supremo. Para sorpresa de todos, Doom se presenta entre quienes escuchan el llamado. Dicha «certificación» mística sólo sirve como el pretexto que da pie al resto de la aventura, pues como consecuencia del evento Stephen Strange se ve comprometido a otorgar un beneficio al «segundo lugar», que resulta ser Victor von Doom. Renuente a dar ayuda a un conocido tirano, el doctor se niega en principio; mas al escuchar la petición de éste no puede sino acceder: Doom desea ayuda para liberar a su procreadora de las garras de Mephisto. Es así que inicia un entrenamiento en todo lo sobrenatural, en que los improbables aliados se preparan para el enfrentamiento contra las huestes infernales. Conforme progresa el relato, se nos presentan los orígenes de ambos personajes (para beneficio de cualquier lector que no esté familiarizado con ellos) y, al mismo tiempo, Strange llega a cuestionarse si Doom es en verdad tan monstruoso como su fama indica o si en verdad podría tratarse de una persona más noble de lo que cualquiera podría pensar. No obstante, nada de esto exime al supuesto villano de ser manipulador y tratar de sacar ventaja de las situaciones que se le presentan. Ultimadamente (y sin entrar en mucho detalle, para no arruinarles el final), se prueba que se puede engañar incluso al príncipe de los engaños.

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El año pasado salió a la venta una nueva edición de este clásico publicado originalmente en 1989, el cual además de la historia principal, reimprime aquellos antecedentes mencionados en esta reseña así como los dos primeros trabajos que realizó Mignola para Marvel, dos aventuras de Namor el Submarinero escritas por Bill Mantlo y publicadas en Marvel Fanfare # 16 y 43 (septiembre 1984 y abril 1989, respectivamente). La primera narra un episodio en que el atlanteano enfrenta a piratas modernos e intenta salvar a un corcel blanco de la furia del mar. Cabe mencionar que esta historia (en la cual el estilo de Mignola es irreconocible de tan temprano en su carrera) le dio la inspiración al artista para la historia que años más tarde desarrollaría en su miniserie Hellboy: The Third Wish. De modo similar, la segunda aventura (ésta con piratas clásicos y desplazamientos temporales) tiene un eco en Hellboy: The Island, ya que ambas están inspiradas en el mar de los Sargazos (característico por su densa población de algas y su aparición en los relatos de horror escritos por William Hope Hodgson, uno de los autores favoritos de Mignola).

William Hope Hodgson

William Hope Hodgson

En general, el tomo constituye uno de gran valor para lectores interesados en los personajes, en la trayectoria del dibujante o simplemente en leer una buena historia. No por nada ha sido incluida en varios listados de los mejores comics de todos los tiempos.

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pokAdrián “Pok” Manero, tras años como lector asiduo, decidió que el siguiente paso en su manía consistía en elaborar sus propias ficciones. Se dedica compulsivamente a leer comics y libros y a ver películas, quisiera ser como los gatos y disfruta escribiendo sobre sí mismo en tercera persona.

@PokManero