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ENCORE

Francisco de León

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Escribo estas líneas al tercer día de la muerte de David Bowie, con la aceptación de que la resurrección no forma parte de su acto. Que, en el sentido específico de la corporeidad, el adiós es ya contundente. No soy el primero en escribir unas palabras para este gran artista que dejó el mundo el 10 de enero de 2016; seguramente no seré el último. Este no pretende ser un gesto de originalidad, sino un ritual de paso compartido. Y es que, ante una partida dolorosa, aunque no estrictamente cercana, hay quienes necesitamos que las palabras sean a la vez transporte y puerto final de llegada. Rituales de paso en toda extensión de la frase.

2015_david-bowie

Ayer alguien me preguntaba si en verdad creía que David Bowie estaría por siempre en el mundo. En silencio me di cuenta que sí, por un momento lo creí. Y es que hay momentos en que uno desearía que esos seres geniales aseguraran no sólo su trascendencia, sino su permanencia. Pero, al enfrentar lo inevitable, uno debe extraer también de su partida una enseñanza, pues, como ocurre en el caso de Bowie, desde su muerte enfrentamos la fragilidad devoradora y el final al que nos dirigimos. Una figura así de reconocible, al partir, se lleva un poco de nuestro mundo, y nos recuerda que el final de todo, incluso de aquello que consideramos más grande, está por venir.

bowiestars

Pero la partida de este ser multifacético y multiforme nos recuerda también la trascendencia, la que queda en cada obra, en cada melodía, actuación o pintura, nos recuerda que el legado de ciertos hombres y mujeres ya no está en su cuerpo o en el polvo, sino en lo que despertaron en los otros con su obra. Pues hay obras en las que, aunque sea por un breve instante, todos somos uno y lo mismo.

bowiechanges

Como muchos de mi generación, conocí a David Bowie gracias a la cinta Laberinto de Jim Henson. La presencia del Rey duende en escena era hipnótica. Fue el primer artista que supe reconocer, el primero de que buscaba afanosamente su música, la cual, cierto, no siempre resultaba comprensible, pero sí cautivadora. Fue también el primero de muchos músicos admirados que obligó siempre a confrontar la otredad, pues su efigie era siempre la de un Otro; distinto, aunque no por ello lejano. Y, ciertamente, fue el primer músico que parecía orientar las rutas de navegación de sus escuchas a los terrenos de lo fantástico. Mucho de lo que luego cobraría sus formas definitorias, que no definitivas, en la literatura y el cine, hallaba también sentido en su música y presencia. Y hoy, su ausencia obliga a nuevas posibilidades para la imaginación.

Labyrinth (1986) Original

Escribo esto luego de escuchar Blackstar, su último álbum, el cual es una carta de despedida, ritual de paso mayúsculo a todas luces. El hombre sabía que abandonaba el mundo, lo reconoce, lo acepta, pero desde su fragilidad expuesta deja libre a ese Otro, o, para mejor decir en su caso, a esos Otros que lo habitaron: Ziggy Stardust, the Thin White Duke, Lázaro, entre otros muchos, tienen cuerpo gracias a la vida que la música les concede. Blackstar, antes que un álbum más, es el encore que Bowie nos concedió antes de finalizar ese concierto llamado vida. La música para antes de apagar las luces y volver al mundo, a la vida que a tanto nos obliga a los que nos quedamos.

bowieblack

 

Ciudad de México, enero de 2016.

 

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Imagen de cabecera: «David Bowie, Blackstar» por Helen Green.

 

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paquito2Francisco de León

Doctor en Filosofía por la UNAM, Productor y locutor de Radio UNAM desde 1997 hasta 2010. Autor de 4 libros de Poesía: Traición al silencio, Las guerras floridas (Coautoría con Gerardo Castillo), Mitologías, Concierto para piano y poesía (música de Juan Pablo Villa) y La noche mil y un veces (CONACULTA). Fue becario del Banff Centre para Artistas residentes de Alberta, Canadá (2008) con el proyecto de poesía Tres invocaciones a la fragilidad. Miembro del Colectivo Pánico de Masas. Guionista para las cintas Íncubo (titulo de trabajo) del director Óscar Blancarte, Las orillas del infinito (FIDECINE) y para el corto “Nene”, ambos de Carlos Meléndez. Es dramaturgo de las puestas en escena El enviado de Cthulhu,ZombicentenarioMinotauro: Picasso en cierto acto, entre otras. Es autor del libro Prometeo en llamas: Metamorfosis del monstruo (UNAM, FFYL, AFINITAS) y publicó en los libros Reflexiones sobre cine mexicano contemporáneo (Cineteca Nacional) y Arte y redes sociales (Estudio Paraíso). Es colaborador en revistas como Reflexiones Marginales (México, UNAM) y Brumal (Universidad Autónoma de Barcelona) y Pasavento (Universidad de Alcalá), España).

@Pacodeleon