Seleccionar página

LA BELLEZA DEL MAL Y OTROS TERRORES SECRETOS

HANNIBAL LECTER

Y LA CRUELDAD CONTEMPORÁNEA

 

Aglaia Berlutti

 

Dante escribió una vez que «todo espíritu siente una impenitente predilección por los abismos». Algo en lo que también insistió Milton en su Paraíso perdido, en el que miró la maldad «como un tipo de belleza insoportable». Cual sea el motivo, la atracción y fascinación que ejerce el mal sobre la consciencia del hombre moderno —tan cínico y sin embargo, tan inocente—, es mayor a la de cualquier otra época, donde la oscuridad y la luz parecían tan definidas y distintas entre sí.

Quizá por ese motivo, monstruos modernos son casi siempre sofisticadas creaciones de la maldad. Los villanos y enemigos del bien suelen parecer mucho más atractivos y exquisitos que la moralidad extraordinaria con que nuestra cultura concibe al heroísmo. Y Hannibal Lecter —formidable, violento y elegante— es, sin duda, una de las encarnaciones más brillantes sobre el tema. Después de todo, este hombre brillante, con un pasado violento y una afición al mal en estado puro, representa mejor que cualquier otro el nihilismo de nuestra época.

"Hannibal Lecter", por Paullus23

«Hannibal Lecter», por Paullus23

No se trata, claro, de un fenómeno reciente. Ya para finales del siglo XVIII Bram Stoker planteaba la misma visión sobre la maldad en mitad de la sofisticación con su Drácula, su esquivo vampiro eslavo que, luego de siglos de medrar en las sombras de un oscuro rincón de Europa, decidió cruzar mares y valles para atacar a la radiante Londres, centro de la incipiente industrialización y el nuevo positivismo Europeo. Un tipo de horror capaz de profanar las tranquilas noches brumosas de una ciudad moderna; de romper, a fuerza de colmillo y horror, la noción sobre la bondad y el poder de las ideas en las que tanto confiaba la nueva generación nacida de la Iluminación. Quizá por ese motivo, Stoker no olvidó esa noción al incluir en su equipo de asesinos de vampiros a un joven doctor John Seward, enloquecido y adicto al láudano. Un científico brillante, pero frágil; un hijo de la ciencia que debe enfrentarse al horror.

Thomas Harris, autor de la pentalogía que tiene por protagonista al personaje de Hannibal Lecter, hace otro tanto. Crea un personaje extraordinario que asombra por su capacidad para la violencia, pero también por su refinamiento intelectual. Y lo hace creando un némesis impensable para esa bondad moderna encarnada en el orden de las leyes y la supuesta justicia cultural. Hannibal Lecter es un psiquiatra, pero no uno cualquiera: ayuda a la policía de su adoptiva Baltimore en la lucha contra el horror. Se enfrenta al mal que él mismo representa, y en ese juego de espejos y terrores se crea a sí mismo como una visión renovada de lo que puede aterrorizar, pero más allá de eso: seducir. Lecter es un psicópata, astuto a niveles imposibles de cuantificar, pero también un depredador que caza a sus víctimas en un coto de caza inquietante: las brillantes calles de una ciudad moderna. En una reinvención del vampiro clásico, Lecter mata pero también come a sus víctimas. No obstante de que el canibalismo es algo más que la última transgresión hacia la naturaleza humana, hay algo simbólico y ritualista en la afición de Lecter por comer a quienes asesina.

Thomas Harris

Thomas Harris

El mismo Lecter lo sabe, porque, como buen monstruo creado a partir de la noción moderna sobre la maldad, reconoce las raíces de la maldad con una enorme precisión. En una de los diálogos del libro El dragón rojo (situado en línea temporal unos años antes de los sucesos que se narran en El silencio de los inocentes), Lecter se analiza a sí mismo con sus propias herramientas psiquiátricas y lo hace con una pasividad que asombra. Se reconoce como psicópata —«Me gusta matar y lo hago con deleite», dice a un asombrado Will Graham— y después remata con una conclusión sobre los horrores de su capacidad para matar: «Todos los asesinos guardan tesoros y premios de sus víctimas. Yo no lo hice. Me los comí», comenta con alegre desparpajo, sonriendo entre rejas, asumiendo su monstruosa capacidad para la destrucción como un fragmento de su personalidad.

dragonrojo

Una de las características que hacen a Lecter un monstruo más que cualquier otra cosa, es su inteligencia y su personalidad agresiva, en las que la violencia es una herramienta, que no el medio, para expresar sus pulsiones. Mientras Drácula muerde y posee a través de la sangre (y disfruta haciéndolo por mero placer físico) y Víctor Frankenstein dota a su monstruo de una refinada inteligencia (de manera involuntaria y casi accidental), Harris crea en Lecter una criatura de espacios mentales definidos. Lecter mata porque quiere, no porque lo necesita. Y su mirada existencialista es fruto de su sofisticado punto de vista sobre esa maldad, no un accidente que le condena al dolor moral. De manera que, a diferencia de otros monstruos clásicos, Lecter goza de una visión amplia y pura sobre la raíz del miedo. Aficionado a la extrema violencia y fascinado por sus consecuencias, Lecter es capaz de admirar el dolor que causa como un espectador más. Pero, a la vez, se maravilla de su talento para la destrucción y el asesinato. Con frecuencia Lecter disfruta y paladea de esa noción sobre el horror —mato porque lo deseo y puedo hacerlo— y lo convierte en algo más confuso. No se trata de un acto de expiación y tampoco de un sentimiento de enajenación clásico. Los matices en Lecter son interminables y, sobre todo, conducen a una reflexión más profunda sobre su personalidad.

La psiquiatría asume que toda personalidad psicópata nace debido a eventos de extrema violencia y todo tipo de situaciones traumáticas durante la infancia. También achaca el trastorno a problemas neuronales: todavía se discute si anomalías específicas en el lóbulo frontal del cerebro, de etiología posiblemente genética, pueden producir un comportamiento psicópata. Thomas Harris, quien parece ponderar ambas opciones, no se decide por ninguna y construye una mirada sobre la psicopatía más relacionada con un terror malsano y emocional creado a partir de la infancia pero que, además, se alimenta del espíritu y la inteligencia de Lecter como un parásito. Y lo construye con un pulso extraordinario: Lecter no es sólo una víctima —que lo es en cierto ámbito— de la psicopatía, sino que logra dominarla hasta crear una mirada elemental sobre la naturaleza humana. Mientras el personaje madura y avanza de novela en novela, su interpretación sobre sí mismo, sus dolores y ausencias, se hace cada vez más refinado. De la misma manera que su maldad, violencia y crueldad.

hannibal-rising-by-thomas-harris

A diferencia de muchos autores que meditan sobre el mal originario, Thomas Harris asume la necesidad del contexto, quizá por sus conocimientos sobre criminalística y su intención de hacer a Lecter lo más realista posible. De manera que añadió a la mitología de Lecter una historia consistente sobre su infancia y primera juventud, que profundizan en el hecho de la maldad sin ofrecer opinión ni mucho menos justificación. En la novela Hannibal Rising (2006), Harris abre el espectro y nos muestra al Lecter niño y pasa a explicar con detalle los hechos y circunstancias que crearon al monstruo. Con la misma mirada obsesiva de Mary Shelley durante la creación de la criatura de Frankenstein, Harris se afana en lograr dotar a su Lecter de una historia a la altura de su futura maldad. Y lo hace desde un ambiente dickensiano que desconcierta por su profunda dureza: A los seis años, Hannibal Lecter fue testigo del asesinato de sus padres. Convertido en custodio y protector de su hermana pequeña, Lecter avanza en medio de la Segunda Guerra Mundial con la mirada asombrada del niño y también con el temor intacto de la víctima. Pero eso acaba bien pronto: obligado al acto de supremo horror —comer del cuerpo de su hermana—, de pronto Hannibal pierde no sólo la inocencia sino su cualidad humana. Y es entonces que acaece el nacimiento del monstruo. Hannibal Lecter se transforma en algo más, se hace una criatura a la periferia y se concibe a sí mismo como la piedra angular del miedo y el horror impensable. Lo sufre y lo provocará en un ciclo interminable.

hanni

Eso hace que la complejidad del personaje — y de su cualidad monstruosa — sea aún más desconcertante. Lecter asume el placer desde lo oral —el ataque argumentativo que dedica a Starling se equipara a su deseo de comerla— y algo más difuso que parece esconderse en sus afiladas armas intelectuales. Como monstruo moderno, Lecter no es ajeno a la capacidad de nuestra cultura para deslumbrar con lo banal y, por ese motivo, jamás muestra toda su personalidad y tampoco todo el horror que puede desplegar. Resulta aterrador por su simplicidad la manera como Lecter mata pero, a la vez, envía y construye mensajes estéticos al hacerlo: En El silencio de los inocentes se deleita con un placer casi sexual mientras asesina al Teniente Pembry, mientras escucha las variaciones Goldberg. En Hannibal crea toda una puesta en escena del horror para atraer a Starling. Pero es en Hannibal Rising donde el monstruo real se muestra formidable en su peso real. Lecter mata y lo hace con un placer impúdico que parece reflejar esa adolescencia marchita que atraviesa. Mata sin la sofisticación del adulto, pero con la alegría del muchacho que es. El despertar sexual de Lecter —que Harris describe de manera torpe e incompleta en una serie de escenas sin resolución en la novela— se equipara, entonces, a la manera como perfecciona el arte de asesinar. Como hace del hecho de la muerte —y su belleza sugerida— una idea poderosa y potencialmente sexual.

booksilent

Ninguna de las novelas aclara qué ocurre en realidad con Lecter más allá de la brumosa escena final de Hannibal (muy diferente entre libro y película). No obstante, este brillante monstruo moderno crea algo más pendular sobre su naturaleza: ya sea a punto de asesinar a su objeto del deseo o deambulando en libertad por un mundo incauto, Lecter es algo más que una amenaza. Es la promesa fidedigna del mal absoluto; del terror que yace en lo invisible. Un monstruo a la medida de un mundo incrédulo y cínico que apenas cree en su existencia.

hannibal

 

****

Vampiro23Aglaia Berlutti

Bruja por nacimiento. Escritora por obsesión. Fotógrafa por pasión.

Desobediente por afición. Ácrata por necesidad.

@Aglaia_Berlutti

TheAglaiaWorld