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Texto leído en la presentación de

LA CIUDAD DE LOS BOSQUES Y LA NIEBLA

29 de febrero de 2020

 

Beatriz Álvarez Klein

 

Muy buenas tardes.

Agradezco la invitación de Miguel Antonio Lupián Soto a participar en la presentación de su antología de relatos de Emiliano González titulada La ciudad de los bosques y la niebla. Y por supuesto, agradezco la presencia de la Universidad de Guanajuato, que publicó este libro. Y a El Scary Witches, por ser anfitrión de este evento. Gracias también a todas y todos todos ustedes por estar aquí. Veo que hay personas de pie fuera del local; también les agradezco mucho su presencia.

Seré breve.

Beatriz Álvarez Klein (foto de Marco).

En 1970, fecha en que aparece en la literatura Emiliano González ―con una serie de singulares relatos y poemas, de ensayos insólitos publicados semana a semana en dos suplementos culturales del periódico El Heraldo―, abre una vez más las puertas de bisagras herrumbradas el palacio otoñal de la quimera. A través de ella hacen su entrada en una población amplia de México escritores hasta entonces prácticamente desconocidos, como H. P. Lovecraft, Aubrey Beardsley, Algernon Blackwood, Arthur Machen (aunque ya desde 1940 Pedro Moles publicó en nuestro país su excelente traducción de la novela de este último titulada El gran dios Pan). En estas publicaciones semanales, Emiliano González cumple en nuestro país la misión de la cultura subterránea de los años sesenta y setenta de difundir a un público masivo el decadentismo, el simbolismo, el modernismo, el surrealismo y otras corrientes literarias de vanguardia. Emiliano, conocedor desde muy temprana edad de clásicos como Homero, Luciano de Samosata, Julio Verne, Edgar Allan Poe, Baudelaire, Breton y de los autores que han explorado en nuestra lengua el horror y la ciencia ficción, abrazó desde temprana edad la literatura fantástica. A la edad de quince años nos entrega la antología Miedo en castellano, y será una característica de toda su obra el rescate del acercamiento hispano-americano a estos temas. Aunque, si bien Emiliano González toma la decisión de ser principalmente un autor de género al consagrarse plenamente, como lo señaló Augusto Monterroso, a la literatura fantástica, a lo largo de su trayectoria se irá nutriendo de un amplio conocimiento de una literatura que no se circunscribe a este ámbito, y su conocimiento de la poesía le permitirá forjarse muy tempranamente un estilo narrativo propio, de gran riqueza expresiva.

El libro que nos ocupa hoy es una recopilación de cuentos de Emiliano González escritos en los años 1967 a comienzos de los 1970 y en la década 1990, y algo que este hecho resalta es que nos permite apreciar varios hilos conductores que unen estas dos etapas creativas del autor.

De la primera son los cuentos que integran la primera sección del libro que nos ocupa hoy, verdadero “Sendero” por el que nos internamos en la obra de Emiliano González. Inaugura el libro el primer relato que éste publicó —“El elevador”—, donde nos presenta simultáneamente dos aspectos del horror: la fobia visceral y el horror social.

En los relatos que siguen a éste, Emiliano González nos brinda la esencia del movimiento subterráneo y psiquedélico, al conjuntar el tema fantástico con elementos estilísticos propios de la literatura de la onda. Pienso, sobre todo, en el relato One for Joan, inspirado en la obra musical jazzística de Charles Lloyd.

Igualmente representativa de los años sesenta es la obra de teatro “El rey (trova-love)”.

“Lo que trajo la red” evoca, con trama y estilo originales, la lectura del cuento “La boina roja” del panameño Rogelio Sinán, que muchos conocimos gracias a la antología El cuento hispanoamericano, de Seymour Menton. Y más adelante encontramos una evocación muy personal de la obra de Algernon Balckwood, con tintes de Alfonso Reyes, en el relato “La cita”, que invito a los lectores a descubrir.

Beatriz Álvarez Klein, Emiliano González y Miguel Lupián (foto de Ramón).

La ciencia ficción ocupa en esta antología, como en la obra de Emiliano, un lugar importante. Un rasgo que encontraremos también en otras obras suyas, como el volumen Casa de horror y de magia, es la alusión a la ciencia ficción soviética, con personajes llamados Pivitov, Trotsky y Bruisov, como una evocación de las raíces cubanas del autor. Porque allí, como en otras geografías y otras épocas (pienso, por ejemplo, en el racionalismo a ultranza del siglo XVIII en Europa) la literatura fantástica es una ventana a la disidencia al dar a ciertas situaciones la forma de personajes propios de la imaginación.

El surrealismo está presente en este libro en relatos muy diversos como “El castillo de las preguntas”, “Opus quimérica”, “La infancia de Julie”, “Un sueño”, “Crepuscule”, “Erotismos a Tania”. Destaca en ellos la exploración del mundo onírico. Por ejemplo, en “El castillo de las preguntas” pasamos de un sueño a otro, a otro, a otro… “Un sueño” nos habla del sueño y la vigilia, de modo que constantemente nos preguntamos qué es sueño y qué es realidad, y allí, como en el resto de esta breve lista, vemos muestras de escritura automática. También me gustaría destacar un relato que no figura aquí pero que también se adhiere al surrealismo y nos presenta esa suerte de arquetipo que asoma en repetidas ocasiones en la obra de Emiliano González que es la figura de Dafne, colegiala o mujer árbol. Me refiero a “Episodios de la vida del marqués invisible”.

Del mismo modo, encontramos ya en el relato “Caminos desérticos” al personaje Malamita, que se desplaza perpetuamente en estas páginas y en las del libro Los sueños de la bella durmiente.

Otro de los hilos conductores de esta antología es el erotismo. Éste se manifiesta de múltiples maneras que subrayan el misterio femenino –que suelen aparecer en las figuras de magas, sacerdotisas o extrañas pobladoras de otra dimensión–, desde “La otra orilla”, pasando por textos como, por supuesto, “Erotismos a Tania” y el poema en prosa “Atardeceres bruscos”, hasta los “Rituales de la Danna”, en evocaciones de amores adolescentes, y en varios de los cuentos que pueblan la sección “El bosque”, imbuyéndola de efluvios aromáticos. Por cierto, esta sección incluye en su mayoría textos escritos a principios de la década de los 1990, algunos de terror, otros de ciencia ficción utópica, algunos de los cuales son, como apunta Miguel Lupián y como consta en la edición de 1994 de la antología El libro de lo insólito y en las publicaciones periódicas en las aparecieron por primera vez, colaboraciones que figuran aquí a la manera de las que hubo entre los compositores Clara y Robert Schumann: “El regalo de bodas”, “La hija del dios arácnido”, “Reflejos”, “Ciudad Comercio”, “Las flores del cielo”.

La década de los 1990 vuelve a ocupar la sección “El estanque” en la forma de brevísimos textos que son frutos ultramodernos y personalísimos de la exploración de las vanguardias literarias de los años 1920 y 1930.

El hecho de que el libro La ciudad de los bosques y la niebla esté formado con textos de finales de los 1960 y principios de los 1970 y de inicios de la década de los 1990 muestra el paralelismo ya mencionado entre el espíritu de estas dos épocas y la búsqueda de los 1990 por recuperar el aliento en una bocanada de aire fresco tras el sofoco de los 1980 (en que la literatura de Emiliano González hubo de consagrarse a una aguda y acerba crítica a los retrocesos que caracterizaron la sociedad y la estética de esos años, en sus obras Neon City Blues y La muerte de Vicky M. Doodle, escritas a comienzos de los 1980 pero publicadas en el año 2000). Asimismo, hace patente la fidelidad que Emiliano González ha mantenido a lo largo de toda su obra a los temas y corrientes literarias señalados aquí, renovando constantemente su manera de abordarlos.

No quisiera concluir sin agradecer y hacer mención especial del excelente prólogo de Miguel Antonio Lupián Soto, en el que nos hace una semblanza más detallada de Emiliano González y de su trayectoria literaria, a la vez que nos narra su personal conexión con la obra de este autor.

Muchas gracias.

Algunos asistentes (foto de Miguel).

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