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LE DÉMIURGE DE L’ART

Julián Araf

 

Hay un mito oculto, susurrado entre líneas y trazos suaves. Es un mito delicado, hecho por manos aún más delicadas; es un mito de hombres y mujeres. Es una clase de magia, que sana el dolor de horas de angustia y frustración. Pero es una magia que pocos ven: es el esfuerzo y la constancia que el artista guarda con recelo y lo reconforta al ver su obra completa. Es la magia de la creación.

La magia bien podría ser revelada a unos cuantos; esa misma magia es una criatura amorfa pero cambiante. Se adapta y evoluciona, se presenta a muchos con distintos rostros: algunos la conocen y la hacen su musa, otros la envidian y se asquean de ella, pero cualquiera que la conozca tiene la fortuna de hacerlo. Pues la magia sirve para nuestros lienzos, los cuales son teñidos por su misticismo. Pero a lo que nos compete: ¿dónde queda la magia en la literatura?

"The Magician", por Mark Stavish.

«The Magician», por Mark Stavish.

Para muchos la respuesta podría ser muy simple, podrían decir que reside en un género o en la fantasía. Aunque también se podría decir que la magia está implícitamente impregnada en el proceso en el que se vierte la tinta del cerebro a la pluma, y de la pluma al papel. ¿Y qué mayor magia que la de crear mundos a partir de bosquejos y moldear a los individuos que los pueblen junto con las vidas de los mismos? Dirán acaso que es demasiado elevar a un rango divino al escritor, pero al igual que cualquier otro ser que cree, es una cualidad que habremos heredado de nuestro demiurgo.

El escritor, y en sí el artista en general, es un demiurgo, un alquimista y un hechicero. ¿Qué mayor magia y misticismo podríamos buscar y exigir del arte sino estas cualidades? Pero ¿a qué vamos con esto? Porque precisamente la magia de la creación en el arte es la respuesta a un vacío que a veces el mismo hombre llega a toparse: la falta de emoción en la vida. Pues el ser debe saber que la práctica de la creación, ya sea artística o no artística (o sea, estética o carente de ella), brinda al alma un sentimiento de emoción indescriptible. Ser el dador de vida, el creador y arquitecto, un artista; todo esto puede encaminar a la vida de cualquiera a un sentido aún mayor que el de aquél que vive una vida plana y gris.

"A Girl Writing", por Henriette Browne.

«A Girl Writing», por Henriette Browne.

El ser tiene a su disposición tres grandes herramientas que, en codependencia, crean un exquisito esquema semejante a nuestro universo: el intelecto a la imaginación, la imaginación a la escritura, y por último ésta brindándonos de la literatura. Lo mismo aplica a la pintura, a la escritura, a la música, a la arquitectura, al diseño, al drama y comedia, a todo aspecto de creación del hombre que empiece a moldear a partir de la magia que se le ha otorgado y desarrollado con el tiempo.

Entonces, si el hombre tiene tantas herramientas a su voluntad, ¿por qué no crean todos? Algunos podrían poner de por medio excusas como la falta de “talento”, pero hay que comprender que no existe un único talento, sino dos tipos: el talento innato y el talento practicado. El primero es una clase de bendición, un don otorgado por las antiguas figuras del olimpo o dioses primigenios ocultos en las sombras, que por medio de los prodigios osan deleitar al mundo por breves periodos de tiempo.

Mientras tanto, el segundo es el talento más doloroso, el que causa llagas y llantos, dolores de cabeza y frustraciones, el que se paga con sangre, amistades y tiempo; y a pesar de que el talento practicado es en el que más se sufre, es en el cual encontramos, aquellos que no somos prodigios, la mayor de las satisfacciones.

"Saint Jerome and the Angel", por Simon Vouet (1622).

«Saint Jerome and the Angel», por Simon Vouet (1622).

Debemos ejercer la práctica de la creación, pues en ella podríamos inclusive algún día contestar preguntas relacionadas con la mismísima creación de nosotros. De ser así, el goce de crear no acaba con el simple hecho de haber creado algo, continúa como un ejercicio arduo, en el cual se busca una mayor estética, un mayor grado de complejidad y sublimidad.

El arte está ahí, desnuda y pasando frío, esperando por su demiurgo para ser tomada entre esas manos delicadas y empezar a trazar las líneas en los lienzos del mundo de los humanos. El arte está ahí, esperando a alguien, a ti o a mí. ¿Tendrás el gusto por tomarla entre tus manos?

Now art should never try to be popular. The public should try to make itself artistic.

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El arte jamás debe intentar ser popular. El público debe intentar convertirse en artista.

Oscar Wilde

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Imagen de cabecera: “The Ancient of Days”, por William Blake (1794).

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20160305_140547Ante todos soy Carlos Vara, pero en mis momentos más privados escribo bajo el nombre de Julián Araf. Tal vez escriba como otro porque en el fondo siempre quise ser alguien más, y la magia que hallo en las letras es la misma que me permite cumplir tan peculiar anhelo. Nací en la pequeña ciudad cuenqueña de Tuxtepec, Oaxaca, en 1997, y por razones del destino (y también gracias al ímpetu) me hallo actualmente residiendo en Guadalajara, Jalisco. Empecé a escribir por pasión desde los 15 años gracias al amor que hallé en alguien, y cuando perdí el mismo, continúe más animado que nunca, pero imagino desde antes de tener memoria; desde literatura fantástica hasta las tragedias de las que hallo la inspiración en todas partes. Emprendedor de distintos proyectos literarios pequeños, pero, sobre todo, apasionado escritor y lector.

¡LLÉVATELO!

Sólo no lucres con él y no olvides citar al autor y a la revista.

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