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LOS MONSTRUOS DE LA NAVIDAD

I

Macarena Muñoz Ramos

 

Era el solsticio de invierno que los hombres llaman Navidad, aunque en lo más oscuro

de su mente tienen el conocimiento de que dicha fiesta es más antigua que Belén y que

Babilonia, más vieja que Menfis y que la mismísima humanidad.

“La festividad”

H. P. Lovecraft

 

Ángeles y coros celestiales, campanas, luces, regalos y alabanzas. Alegría real o intoxicada. Recuerdos amargos y dulces al mismo tiempo. Nadie imagina que exista alguna referencia a presencias monstruosas durante los festejos por el nacimiento del hijo de Dios.

Echemos la vista atrás. Siglos antes. En las regiones del norte de Europa donde el invierno comienza desde mediados de octubre. Sin luz artificial. La nieve cayendo a tope. El ganado se ha bajado de los campos donde pasta y se protege bajo techo. Las cosechas bien almacenadas. Troncos y troncos de leña que alcancen hasta marzo o abril. Durante esas noches, donde el temporal se abatía sobre las cabañas y casi podía arrancar los tejados, la gente comenzó a creer que la oscuridad del invierno, la “muerte” de la tierra, era propicia para los espíritus malignos. La Cacería Salvaje cruzaba los cielos, pues las fronteras del mundo de los muertos se reducían al estar sumido en la oscuridad y el frío el mundo de los vivos. Las almas sin descanso de los que habían muerto de forma no natural, montados en fantasmales caballos negros, iban tras los asesinos y las malas personas.

Hellboy: The Wild Hunt

Hellboy: The Wild Hunt

En Escandinavia (Suecia, Noruega y Dinamarca) el Vetrnaert o las Noches de Invierno se celebraban tres o más días a mediados de octubre. Esta festejo no sólo marcaba el inicio del invierno sino también era el festival de la cosecha del año. En las regiones del norte de Europa no existía el otoño como tal y las estaciones se diluían entre una tímida primavera, un verano con buen tiempo donde se conseguían los mejores cultivos y el invierno silencioso, oscuro y a la espera del renacimiento de la tierra. Cuando al fin el Cristianismo logró convertir a los reyes y jefes de clanes noruegos, alrededor del año 1000 de nuestra era, sus festividades paganas fueron “ajustadas” por la Iglesia. Por ejemplo, Yule (Jòl) o Hökunótt, un festival que conmemoraba la mitad del invierno durante doce días en el mes de enero, gracias a la influencia de la Iglesia en el rey noruego Haakon, fue trasladado al 23 de diciembre para que coincidiera no propiamente con el solsticio de invierno sino con la fecha que el papa Julio I en el siglo IV impuso en occidente como la del nacimiento de Cristo: 25 de diciembre. Se nota que este jefe de la Iglesia fue un buen estratega y que debía cristianizar a costa de todo una fecha y una creencia que compartían diferentes culturas: reverenciar al sol para que se fortaleciera durante la época oscura.

Islandia, tan lejos del continente pero tan cerca (culturalmente) de Noruega, conservó durante mucho tiempo una tradición de alguna forma heredada de ese cambio en las fechas: la Navidad empezaba a festejarse trece días antes. Así que los niños tenían la fortuna de que en lugar de recibir un regalo o premio por su buen comportamiento, recibían trece: uno por cada día. Dejaban sus zapatos en la ventana de su dormitorio cada noche y un Yule Lad les dejaba golosinas y pequeños regalos o patatas podridas, dependiendo de cómo se hubiesen portado a lo largo del año. Yuletide lads, Yule Lads o Yulemen son figuras del folclor islandés que en tiempos actuales son la versión de Santa Claus. Son los hijos de la ogra Grýla, que era descrita como mitad troll y mitad figura animal. Vivía en las montañas con sus trece hijos, su tercer marido y un gato negro. Cada Navidad, Grýla y sus hijos bajan de las montañas: ella busca a los niños que se han portado mal para ponerlos a hervir en su caldero y sus hijos buscan hacer travesuras.

Grýla

Grýla

Cuando los Yuletide se mencionaron por primera vez en crónicas del siglo XVII, eran representados como trolls andrajosos, apestosos y rudos que se comían a los niños. Doscientos años más tarde, en el siglo XIX, ya no eran trolls, pero seguían siendo horribles; tampoco se comían a los niños, pero seguían robando comida. Finalmente, en el siglo XX, seguían siendo traviesos, pero dejaban pequeños regalos dentro de los zapatos de los niños. Cada Yule Lad tenía una forma particular de ser y de comportarse. Por ejemplo, Giljagaur se colaba en los establos para robar la leche de las vacas; a Pvörusleikir le gustaba chupar los cucharones con los que se servía la comida, y si alguno le gustaba se lo llevaba; a Huróaslellir le gustaba azotar las puertas, sobre todo de noche; y Bjugnakkaekir robaba salchichas cuando ya estaban ahumadas.

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Continuando por el extremo norte de Europa, Joulupukki es la figura navideña en Finlandia. El nombre significa literalmente “la cabra de Navidad”. La palabra pukki proviene de la raíz teutona “bock”, que está relacionada con la palabra inglesa buck, puck y que significa “billy-goat” (macho cabrío). Es una figura vieja escandinava que al cabo del tiempo se relacionó con Santa Claus (aproximadamente a mediados del siglo XIX). Está conectado con el dios Odín de la mitología nórdica y se dice que es un hombre que viste pantalones rojos de cuero y un abrigo del mismo material con un ribete delgado de piel peluda blanca. En el solsticio de invierno toma los nombres de Jólnir, que significa personaje de Yule, e Iangbarôr, cuya traducción es “barba larga”.

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En algunas viejas creencias escandinavas, Odín encabezaba la Cacería Salvaje acompañado por el dios Thor y su carro volador tirado por dos cabras que respondían al nombre de Tanngrisnir y Tanngnjôstr. Al cabo de los siglos, muchos rituales paganos sobrevivieron “disfrazados”, por eso estas cabras se transformaron en un símbolo invernal. Este animal se estableció como símbolo de Yule y uno era sacrificado durante esta temporada, quizá como referencia al mito donde Thor había sacrificado sus cabras y las revivió al día siguiente con un golpe de su martillo. Esto fue tomado como un símbolo de resurrección. La misma que se esperaba para revivir a la tierra después del invierno. También como la esperanza de obtener un buen año de cosechas y ganado.

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No hay datos certeros que expliquen las dos vertientes que surgen de estas creencias sobre la cabras y sus representaciones. Una es la que habla de Joulupukki, ese hombre que viste de rojo, monta un trineo tirado por ocho renos (en referencia al caballo Slepinir de Odín, que tenía ocho patas) y que de alguna forma reparte regalos o “suerte”. En algunas crónicas se cuenta que en ciertos lugares de Finlandia, en Navidad o en Epifanía, grupos de hombres se disfrazaban con las cornamentas y las pieles de cabras e iban de casa en casa “bendiciendo” a los habitantes, canturreando algunas coplas, jugando al “adivina quién soy” y a cambio recibían comida y bebida.

La otra vertiente, que se mantiene en la actualidad en regiones de Finlandia y Suecia, es la de Julbocken (Cabra de Yule). Se consideraba que la última gavilla de trigo atada tenía propiedades mágicas así como el espíritu de la cosecha y se guardaba para las celebraciones de Yule. Actualmente se fabrican cabras hechas de paja sujeta con lazos rojos y se han convertido en adornos tradicionales navideños. También conocida como Julbock, esta cabra trae buena suerte al hogar y debe tener un lugar de honor durante la temporada. En algunos lugares se mantiene la costumbre de guardar papelitos con deseos entre su cuerpo de paja y después se le prende fuego, con la esperanza de que las peticiones lleguen hasta los dioses a través de la ofrenda. Versiones grandes o enormes con frecuencia son expuestas en algunas ciudades durante la temporada de Navidad. Esta es una tradición que comenzó en los años 50.

"Jullbocken", por John Bauer.

«Jullbocken», por John Bauer.

La Gävlebocken es una figura de casi veinte metros de altura que se instala en el centro de la ciudad de Gävle, en Suecia. Se exhibe a partir del primer día de Adviento (cuarto domingo anterior a Navidad) de acuerdo al Cristianismo de occidente, que corresponde a finales de noviembre o principios de diciembre dependiendo del calendario.

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Las tradiciones invernales tanto en el norte como en una parte del centro de Europa comparten la figura de la cabra como un elemento indispensable. El Cristianismo, mientras encontró la manera de asentarse, fue permisivo con algunas de las viejas creencias. Sin embargo, pronto las identificó como manifestaciones del mal. Es por eso que ahora las figuras de los hombres-cabra o que lucen cornamenta y pieles, que todos generalizan llamándolos Krampus, se toman como una forma de castigo durante la temporada de Navidad. La figura de la cabra primero tuvo que luchar contra el cristianismo medieval, después con la Reforma de Lutero y más tarde con las ideas políticas socialdemócratas.

 

Continuará…

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macarMacarena Muñoz

Vampira estudiosa de su especie. Cazadora de los alientos de la noche para construir

historias de un mundo distinto al que habita.

macvamp.blogspot.com

@MacVampMM

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