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MATERIALISMO DIALÉCTICO

I

 

Emiliano González

 

 

Al estudiar el materialismo dialéctico, lo hago en sus aspectos artístico y filosófico. Me detengo en los antiguos griegos, en los estridentistas mexicanos y en los autores europeos y norteamericanos. No he insistido en el tema de los pintores mexicanos, impregnados de materialismo dialéctico, porque el tema es muy estudiado y conocido. Ya que materialismo y dialéctica son palabras filosóficas, en mis escritos la política es abordada desde el punto de vista filosófico, no desde el punto de vista de ciencias políticas. Lo mismo puedo decir de psicología y literatura: esas materias son apreciadas con ojos filosóficos. El punto de vista, a diferencia de la opinión, no es una mera posibilidad sino una certidumbre basada en la experiencia.

Después de muchos siglos, Esparta y Atenas se han unido físicamente, mas no mentalmente. La convivencia de atenienses y espartanos en las grandes ciudades actuales (New York, París, Londres, México, etc.) provoca una doble personalidad colectiva que es necesario evitar. Si en la antigüedad los dos pueblos hubieran convivido en la misma ciudad, la democracia nunca habría existido, ni tampoco el materialismo dialéctico. Sea cual sea el resultado de las votaciones, en la actualidad los atenienses no tienen más remedio que enseñarles a los espartanos cuáles son los libros, los cuadros, la música que deben apreciar, ya que los espartanos nunca se han distinguido por ser informados ni cultos: ha habido algunas excepciones que confirman la regla, pero en general los espartanos no han favorecido a la sabiduría en general. Se han quedado siempre en la educación, que muestra límites, y nunca han llegado a la cultura, que muestra alternativas.

A veces, Atenas y Esparta conviven en una sola persona y entonces la mitad de la mente, con su cosmos, va predominando sobre la otra, con su caos.

Hay espartanos que aprenden y otros que agreden.

Al estar reunidos en una misma ciudad, los atenienses no pueden defenderse de los espartanos por medio de una lluvia de fuego física y colectiva, sino sólo por medio de una lluvia de fuego mental, individual y personal.

Al ser demócrata, Poe en su obra transforma irracionalismo en romanticismo, y esa transformación le hace entender a Baudelaire que Poe es un aristócrata literario, no político. El materialismo dialéctico, como política, es una variación de la democracia antigua, así como la burguesía es una variación de la aristocracia antigua.

El materialismo dialéctico, como filosofía, es anterior a la política socialista. Surge después de las disputas del hombre primitivo y aristocrático, dominado por la materia. La materia da origen a todo. La ciencia actual nos dice que, antes de los vegetales y de los animales, y de los humanos, había sólo minerales. Una esfera de fuego desprendida del sol se enfrió al alejarse de éste, se convirtió en nuestro planeta, y en la actualidad el único recuerdo de ella es el centro de la tierra. Desde sus comienzos, la filosofía griega da explicaciones materialistas de los orígenes del mundo: el agua, el fuego, el aire, la tierra, o los cuatro elementos juntos.

Los primeros materialistas son Tales, Anaximandro, Diógenes, Hipaso, Heráclito y Empédocles. Para este último, los cuatro elementos son eternos, aunque pueden disminuir o aumentar. Heráclito es conflictivo y Empédocles, conciliador.

Pero cuando surge la dialéctica filosófica, empieza a influir sobre la materia hasta llegar a dominarla. Es entonces cuando la Palabra –el Verbo– organiza, une lo disperso y empieza a ayudar a los humanos. Según el Timeo, de Platón, en los orígenes todo es materia: visible, pero irregular y discordante: un Caos. El Demiurgo Arquitecto (es decir, Dios) le da organización y lo vuelve Cosmos. Con los cuatro elementos (fuego, agua, tierra y aire) construye el Cosmos, sacando de la confusión cuerpos definidos y movimientos regulares. El Demiurgo es atomista: el fuego está hecho de pequeñas pirámides; el agua, de pequeños icosaedros; la tierra, de pequeños cubos, y el aire, de pequeños octaedros. Tales son las estructuras fundamentales del Cosmos.  Al crear al hombre, el Demiurgo coloca en el cerebro el alma inmortal, en el tronco el alma mortal y en el hígado la capacidad prolífica, necesaria como refugio y ayuda para la parte irracional del humano, esa parte que sale a relucir durante el sueño, la enfermedad o el éxtasis.

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Si bien la aplicación del materialismo dialéctico ha sido humanista en filosofía y letras, en el plano político ha habido triunfos y fracasos, y en estos últimos han destacado excesos y defectos: excesos escolásticos en que Dios es el Estado, y defectos involutivos, en que el hombre se vuelve animal: mono, oveja o lobo. Partiendo del Timeo (360 a. C.), Moro y Marx –a diferencia de Campanella– tratan de humanizarlo y de convertir medidas aristocráticas en medidas democráticas: ambos proponen la abolición de la propiedad, aunque Moro trata de usar la esclavitud para el bien de la sociedad, lo cual es un grave error: Moro quiere que el anti-social sea el esclavo y el social, el amo. Esto influye mal sobre algunos socialistas, y estimula a los nazis, que llegado un momento consideran anti-social y esclavo al judío.

timeo

Otro fracaso en el camino socialista es la confianza en la gente que no es muy conocida o en un pueblo que no desea la revolución, por carecer de pasado cultural. El Che Guevara resulta quijotesco en una situación absurda y macabra, en que se arriesga, tratando de repetir una escena anterior, confundiendo el presente con el pasado; fracasa y le ofrece a la derecha la oportunidad de humillar a la revolución cubana en tierra extranjera. El quijotismo individual lleva al quijotismo colectivo, sobre todo a los jóvenes. El revolucionario, ante la situación adversa, se ve obligado a involucionar y es convertido en anti-social. Durante el movimiento estudiantil de 1968, en México, resurgen ciertas palabras de la época estridentista, y como en una pesadilla se ven elementos del estridentismo, pero deformados. List Arzubide, en 1968, definiéndose como “Lord Brumell de las letras”, dice que su libro El movimiento estridentista “se afilia al incendio proletario, única luz activa y pura en México, y dice su esperanza para cuando las manos ennegrecidas y las frentes sudorosas irrumpan en los paraninfos de las universidades, donde actualmente una turba de viejos desastrados de ideas envenenan a una juventud raquítica y ambigua”. Maples Arce, Quintanilla, Leopoldo Méndez (el dandy del overol), Arqueles Vela, Alva de la Canal, Modotti, Weston,  Cueto, Revueltas y Ordaz Rocha, poeta “estatizado en los crepúsculos estudiantiles”, como dice List, forman el movimiento descrito en su libro. La actitud estridente juega un papel dentro del gobierno democrático, celebrando poéticamente los logros de la Revolución, sin aspirar a un socialismo global, a diferencia del sindicato de trabajadores intelectuales y artistas de Cuba. En la revolución estridente no hay violencia real sino irreal: son los árboles los que boicotean las avenidas, en la poesía de Gallardo. Son los escaparates los que asaltan las aceras y es el sol en que saquea las avenidas en los versos de Maples Arce. La naturaleza y el artificio apoyan a las críticas humanas en las metáforas estridentes. El estridentismo es actualista. Como en la literatura de Gómez de la Serna, todo ocurre en el presente, aunque el lenguaje es del futuro, un futuro porvenirista, sin afán bélico, parecido al de Guillermo de Torre. El presente está impregnado de intuición, de percepción sensorial y extrasensorial.

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En la palabra “estridentismo” no hay un elogio del ruido gratuito sino del volumen alto de las bandas de jazz que a veces acompañan a los poetas.

En Bolivia ha habido intentos de difundir la cultura. La influencia de la doble personalidad de Jaimes Freyre predomina sobre la lucidez de Darío. El modernismo en Bolivia casi no existe, y yo pienso que debido a ello el arte y la poesía “traducen un panorama espiritual pre revolucionario”, como dice el autor Carlos Gómez Cornejo en su ensayo “Aldabón”, que es un prólogo para su antología de poetas de izquierda (1930), que “anhelaba estrechar a sus hermanos del Continente, con la visión fraternaria de Bolívar, en el alma”. El autor elogia a Rodó y a Diego Rivera –cuyos frescos son el México del porvenir– y ataca a la burguesía. Con todo, la vanguardia boliviana no es tan sólida como la cubana, en la misma época, y es que en Cuba ha habido modernismo y vanguardia revolucionaria. En los 60, el panorama espiritual pre revolucionario descrito por Gómez Cornejo sigue igual, y por eso recordamos, ante el caso del Che, libros como La historia de Sir John Warrington o el Quijote político, de Charlotte Lennox (o de Elizabeth y Jane Purbeck), publicado en 1797.

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La doble personalidad del mártir de izquierda proviene de cierta ideología aparentemente revolucionaria que en realidad es errónea: la del libro ¿Qué es el arte? de Tolstoi, publicado en 1898. En este libro hay fragmentos brillantes en que Tolstoi critica a los nietzcheanos: hay “hombres estúpidos e inmorales que proclaman con total impudicia que sólo los intelectos superiores, la élite de los Superhombres de Nietzsche, deben ser admitidos en los placeres del arte. Siempre que una nueva idiocia aparece en el arte, las clases altas se apresuran a aceptarla….” Sin embargo, Tolstoi en su libro se muestra torpe en materia sexual, desconoce el erotismo y cree que es ocupación de las clases altas. No entiende el amor como humanización del sexo, ni como transformación de sexo en erotismo. El amor de Tolstoi se reduce al amor por el prójimo, en actitud cristiana. Cuando Cristo dice: “Mi sangre será derramada para que los pecados de todos sean perdonados”, Tolstoi no cree que haya resignación sino crítica. Tolstoi ante el cristianismo es más filosófico que religioso. Por desgracia, el afán evangelista de Tolstoi, al carecer de sexualidad –como el católico reaccionario– se convierte en Rusia en el afán de sacrificar a la persona para ayudar al grupo, con el pretexto de que el individualismo burgués es rechazable.

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Eduard Zeller en su libro Bosquejo de la historia de la filosofía griega (1883) se refiere a “las instituciones aristocráticas dorias, que tenían como finalidad la estricta subordinación del individuo al todo”. Al sacrificar al individuo social, Tolstoi sacrifica a la persona que éste contiene. La persona es necesariamente sexual, por más espiritual que sea. El autor modernista cubano José Martí, al sacrificarse, es revolucionario sólo en apariencia, ya que, engañado por una retórica romántica, sigue las instrucciones del reaccionario Thomas Carlyle, que en su libro sobre los héroes tiende a confundir al poeta con el soldado y viceversa.

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Parecido a Carlyle es el autor ruso Tarásov Rodiónov en su novela realista-socialista El camarada Zudin y la bailarina (1943), en que la bailarina Isadora Duncan se vuelve la prostituta Ielena Walz y el poeta Sergei Esenin se vuelve el soldado Alexei Zudin. La prostituta es bailarina también en esta novela y el soldado es acusado de orgiástico y traidor y es condenado a muerte. Antes de eso, el revolucionario Zudin se ha referido a enemigos internos que es necesario destruir, pero no se ha considerado evangelista sino psicólogo. Zudin dice al final que vale la pena vivir por la revolución, pero que también vale perecer por ella. La sangre de los obreros es “incomparablemente más preciosa que la sangre de un sólo hombre”. Según el autor, “lo importante es que un comunista acepte la muerte y hasta la estigmatización si ello es útil para su meta: la liberación de la humanidad proletaria”. En consecuencia, su personaje Zudin “prepara la aurora de la humanidad con el sacrificio de su propio yo”.

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La noción del sexo como pecado está muy arraigada en Tolstoi, y eso hace que Tarásov Radiónov se vuelva morboso y convierta a Isadora Duncan –de sexualidad inocente– en prostituta, es decir, en un vestigio de la situación corrupta de la Rusia pre-revolucionaria. Tolstoi llega a la verdad gracias a la literatura, no gracias a la filosofía. Igual Tarásov Rodiónov, ya que repudia situaciones de esclavitud y crueldad, y al pretender ser razonador resulta irracional.

Duncan, a pesar de su inocencia sexual, se ve perseguida por el irracionalismo de su texto juvenil, “La danza del futuro”, en que se unen el futuro y Nietzsche, y al final vuelven a unirse en el estilo futurista de su muerte, con el auto y la velocidad.

Continuará…

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EGPenEmiliano González

Autor de Miedo en castellano (1973), Los sueños de la bella durmiente (1978, ganador del premio Xavier Villaurrutia), La inocencia hereditaria (1986), Almas visionarias (1987), La habitación secreta (1988), Casa de horror y de magia (1989), El libro de lo insólito (1989), Orquidáceas (1991), Neon City Blues (2000), Historia mágica de la literatura I (2007) y Ensayos (2009).