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NOVA SCOTIA

ciencia ficción escocesa

 

Miguel Lupián

 

 

Para Carl MacDougall, las características particulares del cuento corto escocés son la voz hablada, el poder de la narración en primera persona, la confrontación de arquetipos opuestos, la fascinación por lo sobrenatural y lo meramente “escocés” (MacDougall: The Devil and the Giro: The Scottish Short Story: Two Centuries of Scottish Stories; Canongate, 1991).

 

Lo anterior también se puede aplicar a la ciencia ficción, como lo señalé en la reseña de Shoreline of Infinity y como lo demuestra la antología que estoy por abordar.

 

Al leer Nova Scotia: nueva ficción especulativa escocesa (Wilson & Williamson; Mercat Press, 2005) corroboré lo que había encontrado en Shoreline of Infinity: la ciencia ficción escocesa ha despuntado en los últimos años. Sin embargo, resulta inevitable cuestionarse sobre sus orígenes, sobre sus precursores, sobre sus grandes clásicos.

 

David Pringle (editor escocés de ciencia ficción, a quien recordamos por su antología fundamental Ciencia ficción: las 100 mejores novelas) lo responde maravillosamente en la introducción, por lo que me permití traducirla:

 

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*

 

LAS VIEJAS Y NUEVAS TIERRAS ESCOCESAS

David Pringle

En 1153, cuando David I, rey de Escocia, murió en Carlisle, lo hizo tranquilo, pues su reinado había logrado mantener muy al sur, en el valle Robble de Lancashire, la frontera con Inglaterra. Los condados de Cumberland, Westmorland y Northumberland estaban en manos escocesas. ¿Esto es el inicio de una historia alterna de ciencia ficción? No, es un hecho histórico que nos recuerda lo “artificial” de los límites de nuestra frontera sur. A  pesar de que se mantuvieron estables durante los reinados no tan afortunados de los sucesores de David I, algunas partes cambiaron de manos por siglos, como la ciudad de Berwick-upon-Tweed, parte de Inglaterra desde los tiempos de los Tudor, que fue arrebatada de su sitio original, el condado de Berwickshire, perteneciente a Escocia.

Los habitantes de ambos lados de la frontera hablan inglés (es decir, dialectos provenientes del inglés medieval del norte) y probablemente tienen más cosas en común entre ellos que con los escoceses de las tierras altas o los ingleses del sur. Al mismo tiempo, tras muchos siglos de paz y cooperación, la frontera se erige como una barrera psicológica. Una antología como ésta no tendría sentido sin ella, pues intenta condensar la esencia de las historias de autores, nacidos o residentes, en esa parte de Bretaña al norte de la frontera. Por lo tanto, debido a la existencia de esta frontera, todos los autores antologados son escoceses.

 

La mayoría de los cuentos pertenecen a la ciencia ficción, mientras que otros podrían clasificarse como fantasía. Como editor durante más de dos décadas de una revista llamada Interzone, que publicaba cuentos imaginativos similares (más inclinada hacia la ciencia ficción que a la fantasía), abordaré únicamente el tema de la ciencia ficción. Para el número de julio de 1994 de Interzone reseñé brevemente un libro llamado Literatura escocesa de fantasía de Colin Manlove (publicado en Edimburgo por Canongate):

 

“Este libro lanza la pregunta: ¿Por qué, si tenemos una rica tradición fantástica, no contamos con una importante literatura de ciencia ficción? Aunque Manlove menciona a J. T. McIntosh e Ian Banks, resulta evidente que la ciencia ficción escocesa apenas existe, al igual que la irlandesa y galesa (a pesar de que la mitología de estas naciones célticas ha contribuido significativamente a la fantasía y al horror sobrenatural). La respuesta parece deberse a su falta de urbanización. Los países que han sido arrebatados de sus raíces rurales y folclóricas (Inglaterra, Estados Unidos) han desarrollado una importante tradición de romances científicos o ciencia ficción. Tal vez la ciencia ficción sea el nuevo folclore de los habitantes de las ciudades que han olvidado las historias de sus antepasados”.

 

Dada la importancia de Glasgow y la parte central de Escocia en las revoluciones industriales (y la de James Watt y un sinnúmero de ingenieros escoceses), ahora dudo de mi premisa. Sí, la mayor parte de Escocia permanece rural, pero otra buena parte podríamos considerarla definitivamente como urbana. Además, durante los dos últimos siglos la contribución de los escoceses a la ciencia, ingeniería e industrialización ha sido enorme. Sin embargo… Sin embargo gran parte de la cultura escocesa, sobre todo la literaria, parece sumida en el pasado, en una era antiurbana atrapada en una neblina céltica. Pensemos en la carrera de Sir Walter Scott y en nuestro regionalismo (Tartanry), que impulsó el movimiento, encabezado por J. M. Barrie, llamado Kailyard (todavía vivo, después de un siglo, en algunas publicaciones como el Sunday Post, People’s Friend, Dr. Finlay’s Casebook y Monarch of the Glen).

 

Siempre me ha parecido que debería haber más escritores escoceses de ciencia ficción, especialmente tras las recurrentes tendencias modernizadoras en la historia de Escocia. Estoy pensando particularmente en tres periodos históricos que nos han sacudido el peso muerto del pasado. El primero fue en el siglo XII, en la época del Rey David y sus inmediatos sucesores, cuando Escocia por primera vez formó parte de la civilización de la europa occidental, dándole la bienvenida a extranjeros y sembrando villas y monasterios por todos lados. El segundo fue en el siglo XVI, cuando Escocia tuvo su Reforma y se volvió presbiteriana, un cambio olvidado, debido principalmente a los excesos de aquella revolución (puritanismo de mentes cerradas, cacería y quema de brujas, etc.), pero que reunió mucha energía de miras al futuro. El tercero fue, por supuesto, en el siglo XVIII (e inicios del XIX), la era de David Hume y Adam Smith, cuando Escocia gozaba de la famosa Ilustración, que la dirigió hacia la Revolución Industrial.

 

Tal vez más literatura escocesa contemporánea debería lidiar con esos períodos y con sus consecuencias a largo plazo en lugar de esa obsesiva fijación anti-inglesa de William Wallace y Roberto I de Escocia, y con las románticas causas perdidas de Mary, reina de los escoceses, y el gentil príncipe Carlos. Como dije, debería haber más escritores escoceses de ciencia ficción, pero de alguna forma, por uno o dos siglos, no aparecieron. ¡Si tan sólo Walter Scott hubiera escrito algún romance científico; si tan sólo Robert Louis Stevenson hubiera hecho lo mismo (sí, sé que muchos consideran ciencia ficción a El extraño caso del Dr. Jekyll y el Sr. Hyde, pero para mí es una fantasía de horror); si tan sólo James Leslie Mitchell, el escocés más cercano a rivalizar con H. G. Wells, no hubiera muerto tan joven! Sin contar Three go back (1932) y Gay Hunter (1934) de Mitchell, no teníamos novelas importantes de ciencia ficción hasta la llegada de Ian M. Banks. Desde Banks, y con el surgimiento de Ken MacLeod, me da gusto decir que las cosas están cambiando.

 

¿A dónde se fueron esos ausentes escritores escoceses de ciencia ficción, que en el siglo pasado debieron ser inspirados por la Reforma, Ilustración e Industrialización? Recientemente se me ocurrió que hay una respuesta muy obvia: se fueron a América. Pensando en el surgimiento de ese sub-género de ciencia ficción americana que reinó en 1920 y 1930, ese tipo de historias conocidas como Space Opera (pero que en aquellos días se les llamaba cuentos de “súper ciencia”), me di cuenta que sus principales creadores, cuatro escritores considerados como los grandes maestros de la Space Opera, probablemente descendieron de escoceses. Dos de ellos tienen apellidos escoceses, Edmond Hamilton y John W. Campbell, mientras que los apellidos de los otros dos, si no son meramente escoceses, sí son muy comúnes, E. E. “Doc” Smith y Jack Williamson. Investigando con mayor profundidad, descubrí (gracias a Seekers of Tomorrow de Sam Moskowitz) que los padres de Smith eran “presbiterianos de extracción británica” -¡eso me suena a escoceses!- y que los padres de Williamson eligieron Stewart como su segundo nombre (de ahí su ocasional pseudónimo Will Stewart) y que vivieron en una parte de Estados Unidos donde proliferan los escoceses, por lo que se puede pensar que también eran escoceses-americanos. Así que ahí lo tenemos: nuestros ausentes escritores de ciencia ficción nacieron de escoceses que emigraron a América (y también a Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica y otros países).

 

Pero los tiempos han cambiado. La época de emigración se ha terminado, al menos por ahora, y los escritores de ciencia ficción nacidos aquí están dando muestras de querer despertar y brillar. Cuando fui editor de Interzone (una revista “británica” de ciencia ficción, publicada al sur de Inglaterra), nunca acepté editar un número que incluyera a puros escritores escoceses porque no pensaba que hubiera el material suficiente. Sin embargo, al hojear esta nueva antología, me doy cuenta que al menos seis escritores ya fueron publicados en Interzone: Michael Cobley, Jack Deighton, Andrew C. Ferguson, John Grant, Charles Stross (un habitante de Yorkshire que descubrimos hace más de 15 años) y Neil Williamson. De los restantes, a algunos no los conozco, pero otros son conocidos y admirados. Si los hubiera encontrado antes de 2004, cuando dejé de ser editor de Interzone, con mucho gusto hubiera publicado sus cuentos en un número especial de autores escoceses.

 

Selkirk, mayo de 2005.

 

*

 

Aunque la respuesta de Pringle a la falta de grandes maestros de la ciencia ficción escocesa parece ingenua (o de un humor escocés que todavía no logro descifrar), el contexto histórico que desarrolla es muy enriquecedor, y estoy seguro que si esta antología se reeditara, incluiría el periodo más reciente que sacudió a toda la nación: el referéndum para decidir si Escocia debería ser un país independiente o seguir formando parte del Reino Unido (18 de septiembre de 2014). El resultado fue muy cerrado: 55.3% a favor de seguir perteneciendo al Reino Unido, situación que enfureció, sobre todo, a la comunidad artística y que estoy seguro pronto se reflejará (si no es que ya) en su literatura.

 

Otro punto a resaltar (para mal), tanto en la antología de MacDougall como en ésta, es la escasa representación femenina: en la primera sólo el 20% son escritoras, mientras que en la segunda apenas rebasa el 10%. Al cuestionar sobre este punto (específicamente en la antología de MacDougall) a mi profesor de cuento corto escocés, mencionó a varias escritoras que bien podrían estar en la antología, pero no respondió a qué se debía su ausencia (tampoco por qué él había decidido sólo incluir a dos escritoras de los diez que analizamos en clase). Vaya desafortunada coincidencia con nuestro ambiente literario.

 

En lugar de reseñar cada cuento*, decidí, como muestra, traducir la siguiente minificción de Ron Butlin (Makar** de Edimburgo 2008-2014) por su brevedad y contundencia:

 

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LA VIDA COLORIDA DE CALUM  MCCALL

Ron Butlin

Durante los primeros años de su vida, Calum McCall sorpresivamente despertó todas las mañana en Escocia, un país invernal de edificios oscuros, vías negras y calles repletas de tráfico. Sólo había un sol, que ni siquiera estaba estriado, lo que explicaba la decepción en los rostros de los hombres y mujeres que vivían allí.

 

Cada cierto tiempo le preguntaba a sus padres: “¿Qué le pasó a los soles que solían flotar en el cielo, y a los colores que caían como lluvia?”

 

“Sí, sí”, respondía su padre.

 

“Los codos fuera de la mesa”, decía su madre.

 

En la escuela sus maestros le dijeron que se sentara derechito y que pusiera atención.

 

Cuando se enamoró por primera vez, le dijo a la chica (llamada Alice) que sus besos traían de vuelta a los colores que conocía desde hace mucho tiempo, y que estaban a punto de desvanecerse en su memoria. Ella le dijo que era tierno, y en pocos meses se comprometió con alguien más.

 

Años después, Calum se casó y tuvo hijos. Un día su hijo apuntó hacia el cielo y balbuceó con placer. Calum miró hacia donde apuntaba su hijo, pero no había nada especial que él pudiera ver.

 

Esa noche, por primera vez, no pudo dormir.

 

Pero tenía responsabilidades y no podía presentarse desvelado a la oficina, no frente a sus ambiciosos colegas. El doctor le dio un paquete de pastillas coloridas.

 

Ahora, cada mañana Calum se levanta temprano y lleno de vigor para enfrentar el día. Y en la noche, cuando cierra los ojos, sabe que pronto se deslizará de este mundo sin sueños a otro.

 

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*”Makar” es el equivalente escocés de “Poeta Laureado”.

**Aquí puedes revisar el índice.


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yoscaryMiguel Antonio Lupián Soto

Ex alumno de la Universidad de Miskatonic, feligrés de la iglesia Cthulhiana y devoto de San Lemmy.

mortinatos.blogspot.mx

@mortinatos