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SHORELINE OF INFINITY

 

Miguel Lupián

 

 

Shoreline of Infinity es una “revista escocesa de ciencia ficción” que encontré en la mítica DeadHead Comics (de la que pronto hablaré)… Corrijo: Shoreline of Infinity es una revista que literalmente Bonnie, la encantadora Border Collie que suele recibirte (con la que he platicado bastante, aunque sólo, por su típico acento escocés, le he entendido como el 30% de lo que dice), me obligó a comprar. Hizo bien. Como ya expliqué en mi anterior reseña, busco material local para compartirles.

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Lo primero que capturó mi atención fue su nombre, pues una posible traducción sería Las orillas del infinito, mismo título de un guión maravilloso que mis queridos amigos y autómatas Carlos Meléndez y Francisco de León escribieron hace unos años (y que muero porque se lleve a cabo). Lo segundo, es que incluía ciencia ficción de Escocia y que operaba desde Edimburgo. Y lo tercero, que su concepto era muy parecido al de Penumbria.

 

Pagué las cinco libras y le encargué a Bonnie el nuevo número de Providence.

 

Como toda revista, incluye cuentos, reseñas y entrevistas. Éste es el número uno; el segundo saldrá, tentativamente, el 7 de diciembre.

 

En el prólogo, Noel Chidwick, editor en jefe, además de describir brevemente lo que encontraremos, elaboró una muy buena definición:

 

La ciencia ficción es una playa donde podemos construir castillos de arena con los diversos futuros y realidades alternas…

 

Y concluye:

 

…y aquí, en Shoreline of Infinity, tenemos mucha arena.


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“The three stages of Atsushi” de Larry Ivkovich está situado en el Japón de los 1500. Al morir ahogado su pequeño hijo, los padres piden ayuda a los dioses, y éstos, sabedores de la importancia que tendría el niño en el futuro, deciden alterar el tiempo para salvarlo.

 

“The spiral moon” de Alex Barr cuenta la historia de una astronauta mientras flota en el espacio, dirigiéndose inexorablemente hacia su muerte.

 

En “Symbiosis” de Colleen Anderson una guerrera, que vive en uno de los muchos planetas descubiertos, tiene que luchar contra felinos de majestuosa talla, similares a los dientes de sable.

 

“See you later” de M. Luke McDonell parece un capítulo de Black Mirror. En un futuro cercano, la realidad virtual puede implantarse directamente en los ojos. Arabella, cuyo matrimonio ha estado al borde del colapso desde que su esposo, por motivos laborales, se hizo el implante, decide también hacerlo para entrar al mundo virtual de su esposo. Descubre que todo está perfectamente diseñado, de acuerdo a sus fantasías, excepto ella, que es un ser invisible.

 

“The Brat and the Burly Qs” de David Perlmutter es un western de superhéroes… Pero nuestro superhéroe, The Brat, es muy especial: una niña cíborg de tres años, que tiene que rastrear a un tipo muy parecido a Woody Allen que está construyendo burdeles en otros planetas.

 

En el mundo de “Approaching 43,000 candles” de Guy T. Martland los faros pueden pensar, beber y asistir a convenciones. Ahí, uno de ellos se entera que algunos de sus compañeros están planeando apagarse en la próxima noche nebulosa para provocar accidentes. Afortunadamente la luna, santa patrona de los faros, lo evita.

 

“Broken glass” de Joseph L. Kellogg me recordó a Coherence (Byrkit, 2013) y Another Earth (Cahill, 2011). Descubrimos que existen otros cuatro planetas con vida, donde en cada uno vive nuestro doppelganger. Podemos visitarlos a través de un mecanismo llamado Slide. Para evitar confusiones, cada persona deberá portar una pulsera con el color asignado a su planeta. Todo se complica cuando Brian descubre que sus dobles se han casado con la misma chica, Pat, excepto él, pues en su planeta Pat ya murió, y decide usurpar la identidad de uno de ellos.

 

“TimeMachineStory”  de Richmond  A. Clements cuenta la tragicomedia del inventor de la primera máquina del tiempo, pues cada que la prueba sucede algo horrible: provoca la extinción de los dinosaurios, introduce el virus del SIDA, presenta a Kurt Cobain y Courtney Love, a John Lennon y Yoko… por lo que decide regresar al justo momento donde se le ocurrió la idea para eliminarla de su mente: en un vuelo a Nueva York, un 11 de septiembre…

 

En “Cleanup on deck 7” de Claire Simpson una chica que se dedica a limpiar las naves espaciales tiene que enfrentarse con una de esas enormes criaturas que suelen viajar de polizones.

 

Y para cerrar con broche de oro, “Space” de John Buchan, gloria nacional, autor de la famosísima novela Los treinta y nueve escalones. Este cuento, publicado originalmente en The Moon Endureth: tales and fancies (1912), me hizo recordar a “Desde el más allá” de Lovecraft. El narrador nos cuenta la historia de su amigo Holland, un matemático que aseguraba que el espacio no era ese vacío, esa nada que la gente imaginaba, sino que estaba lleno de corredores y calles que desembocaban en otras realidades. Poco a poco Holland pierde la cordura al poder ver esas otras realidades y decide quitarse la vida de tal forma que sus familiares y amigos no puedan ver la expresión de terror en sus ojos.

 

La revista también incluye breves reseñas de libros, películas y una entrevista muy interesante con el escritor inglés Charles Stross, donde rescato la siguiente afirmación:

 

Los escritores de ciencia ficción no tratamos inocentemente de predecir el futuro, sino de comprender lo que los humanos haremos de él.

 

Como pudieron darse cuenta, los cuentos se escapan de las definiciones clásicas (y obsoletas) de ciencia ficción, ampliando el panorama, cruzando las fronteras entre géneros. Algo por lo que también abogamos en Penumbria.

 

Para concluir, al leer las biografías de los autores (todos ellos profesionales) me di cuenta que el problema de los géneros en México no es por falta de calidad (los cuentos de Penumbria están al mismo nivel), sino por falta de apoyo.

 

Si quieren saber más de Shoreline of Infinity entren AQUÍ.

 

 

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yoscaryMiguel Antonio Lupián Soto

Ex alumno de la Universidad de Miskatonic, feligrés de la iglesia Cthulhiana y devoto de San Lemmy.

mortinatos.blogspot.mx

@mortinatos