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ORLANDO FURIOSO Y SUS DESCENDIENTES

I

 

Emiliano González

 

 

Del Orlando furioso de Ariosto provienen Cervantes y Poe: Cervantes por la locura del Quijote y Poe por detalles de la casa de Usher y por el fragmento:

No sé si algún búho o corneja, u otra ave de mal agüero, les llegaría a predecir desde los tejados o los árboles la suerte funesta que les esperaba…

También este otro fragmento prefigura a Poe:

…Dios mismo permite muchas veces que el pecador, arrastrado por su intranquila conciencia y aun cuando haya conseguido su perdón, se descubra a sí mismo por imprudencia o por casualidad.

Por otro lado, los autores desequilibrados deforman la obra de Ariosto: Maupassant se basa en Orlando furioso para elaborar el Horla, ser tan invisible como Angélica, más loco que Orlando, vampírico como Merganor, y Lautréamont calca sus metáforas, largas y científicas del Orlando furioso, y de éste saca la idea de dividir su obra en varios Cantos.

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La locura de la última época de Virginia Woolf tiene probablemente cierto elemento de deformación de su propia novela Orlando.

Flush, de Woolf, biografía de Elizabeth Barret-Browning escrita desde el punto de vista de un perro, nos recuerda la cinantropía de Maupassant; la deformación de Flush implica la locura, pues la novela es control de emociones y la locura no. El perro humanizado y el humano convertido en perro aparecen en las obras de algunos escritores suicidas, como Jack London, Leopoldo Lugones y Sergei Essenin. La locura situada entre el animal y el súper-hombre nos recuerda a la Eva de la Biblia, después del fruto, situada entre la serpiente y Dios.

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El poema “Estival” de Darío, incluido en Azul…, proviene del siguiente fragmento de Orlando furioso:

Como la tigre que al descender desde la montaña a su vacía guarida empieza a registrarla por todas partes, y comprendiendo al fin que le han sido arrebatados sus hijuelos, se siente acometida de tal furor, tanta rabia y frenesí tan grande, que no la detienen los montes, los ríos ni las tinieblas de la noche, y ni el cansancio ni el granizo son bastantes a refrenar el odio que la lleva en pos del cazador…

Podemos afirmar que Orlando no cumple con el último de los requerimientos de las Reglas de amor, enunciados por André le Chapelain:

Nada impide a una mujer ser amada por dos hombres, ni a un hombre ser amado por dos mujeres.

Y es que la locura de Orlando proviene de los celos tradicionalistas que siente al ver que Angélica se ha enamorado del caballero que ha curado, Medoro.

Varios críticos han señalado a Fitz James O’Brien como precursor lúcido del loco Maupassant, pero ninguno ha señalado a Ariosto. En el cuento “¿Qué era?” de O’Brien un vampiro invisible, producido por el opio, invade nuestro mundo. Sin embargo, en Orlando furioso la invisibilidad figura también. En su inconsciente, Maupassant identificaba a Orlando con Angélica, ya que su vampiro invisible se llama Horla, y en la obra de Ariosto es Angélica la que se vuelve invisible, después de haber estado desnuda.

La desnudez y la invisibilidad son elementos que Ariosto toma de la leyenda del anillo de Giges, en que el pastor Giges, en un abismo, encuentra un caballo con un esqueleto gigante, dueño de un anillo que vuelve invisible a Giges y que le permite entrar en el palacio del rey, matar al rey y poseer a su mujer, que antes se ha desnudado. La desnudez y la invisibilidad figuran también en la novela El hombre invisible de Wells, pero el autor inglés no confunde a Orlando con Angélica ni está loco al escribir su novela. El esqueleto gigante de la leyenda del anillo de Giges influye también sobre Shakespeare, Walpole y Clark Ashton Smith. El anillo de Giges es gigante en la novela gótica de Thomas Moore, El epicúreo, influida por el sueño que da origen a El castillo de Otranto, sueño sobre un guante gigante, inspirado por un fragmento del Quijote.

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«Candaules exhibe a su esposa ante Giges», William Etty.

 

El verso de Antonio Machado, “casi desnudo, como los hijos de la mar”, proviene del fragmento de Orlando furioso que dice:

Orlando, que estaba desnudo y nadaba como un pez….

La desnudez en Orlando furioso es signo de salvajismo, más que de libertad, y con la impiedad es indicio de la locura de Orlando, que recupera su juicio al aspirar la redoma que el caballero Astolfo ha obtenido en la luna, el astro en que están todas las cosas que se han perdido en la tierra, entre ellas el juicio de Orlando.

John Addington Symonds observa en el ensayo sobre Ariosto de su Historia del Renacimiento:

Nuestro poeta siente una fuerte simpatía por la fragilidad femenina y, en más de un pasaje delicadamente escrito, reivindica para la mujer la misma libertad, en amores que el hombre.

Añade Symonds que Ariosto critica en las mujeres el despecho, la perfidia, la avaricia, la crueldad, la traición y la mentira. Y en los hombres critica “la crueldad, la sed de sangre, el gusto por la matanza”, males que manchan a los héroes de Ariosto. Un carro de fuego traslada cómodamente a Astolfo y al Evangelista hasta las costas lunares. En el valle de las cosas vanas y los trastos inútiles, hay regalos a reyes, halagos de poetas, amores deshonestos, bellezas falsas de mujeres y botellas llenas de sesos perdidos por los hombres. Por las orillas del Leteo vuelan cuervos que ayudan al Tiempo a destruir las cosas y se pasean cisnes que simbolizan a los poetas. “La ironía va implícita en la sustancia misma del Orlando furioso”, dice Symonds.

La elección de un Orlando loco como héroe deja traslucir la intención del poeta; y la recuperación de la razón perdida por la influencia de la luna parodia la doctrina medieval de que solamente en el otro mundo encontraremos nuestro propio ser.

(Traducciones de Wenceslao Roces.)

El mismo Ariosto explica que canta

la galantería, las damas, los caballeros, las armas, los amores y las arriesgadas empresas del tiempo en que los moros atravesaron el mar de África e hicieron grandes estragos en Francia…

(Este fragmento de Ariosto, como los otros, es traducido por M. Aranda y San Juan.)

Symonds afirma que los poemas en torno a Orlando deben considerarse como obras de arte, realizadas por poetas cortesanos, a base de temas sacados de la literatura popular, temas adaptados de leyendas francesas para acomodarse a los gustos de un pueblo “reacio al espíritu caballeresco pero dotado de sentido del humor y amante de lo maravilloso.” Dice Symonds que en el tránsito de la Canción de Rolando a Orlando furioso hay dos fases de transmutación: en la primera, Francia es adaptada a Italia, y en la segunda el nuevo material es re-elaborado para satisfacer a las cortes italianas. Pulci, en Morgante, presenta de Orlando un retrato heroico, y lo saca como un caballero “temeroso de Dios, leal a su señor, por encima de todo”, un caballero “sereno en su bravura y amable en su fortaleza”. Orlando en Morgante es “cortés, devoto y afectivo”, no entorpecido todavía por las dificultades que asaltarán luego a Boyardo en Orlando enamorado y a Ariosto en Orlando furioso, cuando ambos autores muestran al “campeón de la cristiandad” como una “víctima de la locura y del amor”. La debilidad de carácter de Orlando enamorado propicia la prepotencia de Orlando furioso. El defecto provoca el exceso. Por otro lado, la vulgaridad de Orlando enamorado al enfrentarse con Rinaldo anticipa la falta de delicadeza de Orlando furioso. Y es que la obra de Ariosto es una continuación de la obra de Boyardo.

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John Addington Symonds

 

Aunque nos da datos objetivos muy importantes, y es cervantino, Symonds en su vida resulta quijotesco. Arthur Symons observa que Symonds, “nunca reconciliado en verdad ni con la vida ni consigo mismo, eligió la tarea simple de escribir la Historia del Renacimiento en vez de la tarea, tal vez imposible, de escribir la historia de su propia alma”. La historia del Renacimiento es terapéutica, en cambio sus apuntes venecianos y su encuentro con el psicólogo nietzscheano Havelock Ellis resultan más bien neuróticos. En sus apuntes venecianos, Symonds parece ser el personaje Von Aschenbach de Muerte en Venecia de Thomas Mann. Este último autor, al proponer la enfermedad como instrumento de conocimiento, se acerca a Nietzsche e incluso a Rimbaud, que propone el desarreglo de los sentidos para lograr la sabiduría. Después de la segunda guerra mundial Mann cambia de actitud, y en su novela Doctor Faustus critica al superhombre. El ensayo de Mann sobre Freud y Nietzsche es quijotesco.

Continuará…

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Imagen de cabecera: Orlando Furioso por Gustave Doré (1877).

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EGPenEmiliano González

Autor de Miedo en castellano (1973), Los sueños de la bella durmiente (1978, ganador del premio Xavier Villaurrutia), La inocencia hereditaria (1986), Almas visionarias (1987), La habitación secreta(1988), Casa de horror y de magia (1989), El libro de lo insólito(1989), Orquidáceas (1991), Neon City Blues (2000), Historia mágica de la literatura I (2007) y Ensayos (2009).