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ORLANDO FURIOSO Y SUS DESCENDIENTES

II

Emiliano González

Primera parte

 

 

El vampirismo del Horla de Maupassant proviene del personaje Merganor el Felón, de Ariosto, señor que se alimenta de sangre humana en un castillo: es un gigante peor que un lobo.

El fenómeno parapsicológico que yo mismo he experimentado y que para McGregor Mathers implica la manifestación del Jefe Secreto, del Jefe que es el Horla para Maupassant, es en Orlando furioso la manifestación de la salud recuperada de Orlando, de la lucidez:

Sucedióle a Orlando, en cuanto Astolfo hizo desaparecer su locura, lo que al hombre que despierta de un sueño profundo y penoso: no duerme ya, está en la plenitud de sus sentidos, y sin embargo, todavía cree contemplar asombrado las formas horribles de desmesurados monstruos.

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Los “hechos de armas sobrehumanos” de los caballeros y la “belleza sobrehumana” de las mujeres se vuelven en el delirio de Maupassant un “supervampiro” que está basado en el superhombre nietzscheano. El expresionista Georg Trakl compara al superhombre con el Horla, en un libro de Hans Szkelenar.

En “Letanías de Nuestro Señor Don Quijote”, Rubén Darío escribe:

De tantas tristezas, de dolores tantos,

de los superhombres de Nietzsche, de cantos

áfonos, recetas que firma un doctor,

de las epidemias de horribles blasfemias

de las Academias,

¡líbranos, señor!

El poema de Darío se basa en la prosa de Rodó, cuyo libro Ariel contiene este fragmento:

El anti-igualitarismo de Nietzsche, ––que tan profundo surco señala en la que podríamos llamar nuestra moderna Literatura de ideas,–– ha llevado a su poderosa reivindicación de los derechos que él considera implícitos en las superioridades humanas, un abominable, un reaccionario espíritu; puesto que, negando toda fraternidad, toda piedad, pone en el corazón del super-hombre, a quien endiosa, un menosprecio satánico para los desheredados y los débiles; legitima en los privilegiados de la voluntad y de la fuerza el ministerio del verdugo; y con lógica resolución llega, en último término, a afirmar que ‘la sociedad no existe para sí sino para sus elegidos.’ ––No es, ciertamente, esta concepción monstruosa la que puede oponerse como lábaro, al falso igualitarismo que aspira a la nivelación de todos por la común vulgaridad.

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Manuel Ugarte en su antología La joven literatura hispanoamericana (1906) incluye al argentino Losé León Pagano, que en un fragmento de un estudio sobre Nietzsche dice:

Las virtudes esenciales que Nietzsche cree descubrir en los griegos, los hombres más humanos de la antigüedad, como les llama, son la envidia y un carácter de crueldad y de felino deseo de destrucción; pero estas facultades, consideradas generalmente como inhumanas, son por el contrario, dice, fuerzas que germinan en terreno fecundo.

Este es el génesis justificativo de su ética. No preguntéis en qué se funda para trazar semejante psicología del pueblo griego. Pero si lo hacéis, os citará hechos que no han existido sino en un cerebro desquiciado, y recurrirá a una parte de la mitología, y por fin citará a Hesíodo.

Pagano añade que “la organización actual… consiente y tutela la violencia organizada para producir seres inferiores, moral e intelectualmente.”

En Cuadernos de un escritor de Somerset Maugham podemos leer una anotación de 1896:

Nietzsche con su glorificación del sufrimiento es como la zorra en la fábula, que ha perdido su cola. Su argumento de que el dolor fortalece al carácter se resuelve en el hecho de que un hombre que ha sufrido quiere vengarse. Lo que toma por fuerza es sólo el placer que encuentra en infligir sobre los otros la angustia que él mismo ha soportado.

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En El resumen, libro de 1943, Somerset Maugham dice:

Todos sabemos cómo la filosofía de Nietzsche ha afectado a algunas partes del mundo y pocos podrían afirmar que su influencia no ha sido desastrosa.

El autor inglés añade que Nietzsche no ha prevalecido por profundidad de pensamiento sino por estilo, por forma. En esta forma yo percibo insensibilidad, unida a retórica.

La impiedad del superhombre es igual que la del Horla de Maupassant.

“Ellos”, de Amado Nervo, es un cuento de ciencia-ficción sobre “unos seres diáfanos y por lo tanto invisibles para nosotros los hombres”, unos seres traslúcidos, que viven en el aire, que han nacido en el aire, cuyo mundo es la vasta capa atmosférica que recubre el globo.” Estos seres, más viejos, perfectos y sabios, y asimismo más duraderos, “realizarán un día” y “empiezan a realizar ya, el tipo definitivo de la humanidad.” La muerte es una apariencia, y lo que parece ser la enfermedad es sólo el comienzo de la alimentación de esos seres. Cuando los humanos mueren, Ellos convierten los cuerpos “en sustancias asimilables para sus organismos casi inmateriales”. La vejez es “otra engañifa, otra apariencia”: son Ellos los que ponen así a los hombres, para comérselos. Los vampiros invisibles de Maupassant se vuelven los devoradores invisibles de Nervo. El mundo de apariencias anticipa un cuento de Heinlein titulado igual, “Ellos”, en que todo está hecho de apariencias.

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Ellos de Amado Nervo y los dioses de los mitos de Cthulhu de Lovecraft son creaciones lúcidas basadas en la creación loca de Maupassant. Un monstruo hecho de ojos y serpientes, casi al final de Orlando furioso, inspira de seguro a Lovecraft y a C. L. Moore.

En Orlando furioso, poco después de la mención del suicidio del caballero Ruggiero, suicidio que no llega a realizarse, aparecen las “grutas cimerias” en que se ha retirado el dios de la Noche. Las grutas cimerias nos recuerdan a los suicidas Lugones y Robert E. Howard, en cuyos escritos podemos encontrar alusiones a Cimeria. La expresión “un millar de muertes”, que vemos en la obra de Ariosto, es el título de un cuento de horror y ciencia-ficción del suicida Jack London, cuyo cuento “La sombra y el relámpago”, nos recuerda El hombre invisible de Wells, ya que incluye invisibilidad y desnudez.

En el cuento de A. E. Coppard, “Adán y Eva y pellízcame”, un hombre se da cuenta de que es invisible, inaudible e impalpable para los demás y se pregunta si está muerto, separado de su cuerpo o loco. Ve a su mujer besando a un hombre y ve a sus hijos, que le parecen semejantes a Adán y a Eva. Cuando el fenómeno se detiene, él tiene otro nombre: su verdadero nombre. Pero ¿qué le ha ocurrido en realidad?… Se ha vuelto un ser extraño por un largo rato. El cuento de Coppard, cercano al poema en prosa, es una re-elaboración de ciertos elementos de Orlando furioso: la desnudez, la invisibilidad y los celos. El cuento, sin embargos, no resulta trágico: el protagonista ve el futuro, y en éste ve a su próximo hijo, Gabriel, jugando con un raro barco volador. Su mujer no ha besado a otro hombre, sino que lo ha besado a él en el futuro. El título del cuento es también el del volumen, publicado en 1921.

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Continuará…

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Imagen de cabecera: «Le Désespéré», Gustave Courbet.

 

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EGPenEmiliano González

Autor de Miedo en castellano (1973), Los sueños de la bella durmiente (1978, ganador del premio Xavier Villaurrutia), La inocencia hereditaria (1986), Almas visionarias (1987), La habitación secreta(1988), Casa de horror y de magia (1989), El libro de lo insólito(1989), Orquidáceas (1991), Neon City Blues (2000), Historia mágica de la literatura I (2007) y Ensayos (2009).