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Bitácora de navegación del Nautilus 18

RECALIBRACIÓN PARA LEER UN MUNDO

 

Marina Ortiz

 

 

Atención, tripulación: estamos integrando algunas adecuaciones a nuestros mecanismos y circuitos, favor de seguir indicaciones e informar cualquier imperfecto que surja.

El acto de construir, o reformular, un mundo no es simple. Cuando decimos que el lenguaje crea nos referimos a un acto de la conciencia que “traduce” la experiencia vivida, simultáneamente corporal y abstracta, a algo inteligible, comunicable. Ese algo, el lenguaje, nombra, explica y cuestiona la realidad. Así, parafraseando al filósofo Wittgenstein, los límites del lenguaje son los límites del mundo.

Es un proceso, una extraordinaria correspondencia entre la palabra, la escritura, la comprensión de las cosas y, consecuentemente, la formulación (o articulación) de un mundo ficticio o real. Es un acto desordenado y poco inocente: esta columna explora todos esos rostros que le hemos dado al espacio.

Esta reflexión se detonó a partir de mi actual lectura de El infinito en un junco (2019) de Irene Vallejo. El devenir del objeto que hoy llamamos libro es fascinante, y ahora encuentro ecos de tan extraordinaria empresa en la ficción, de cómo el conocimiento se va articulando según las posibilidades materiales de cada época y lugar y, en consecuencia, cómo concebimos el tiempo y el espacio.

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La piedra es un material duradero pero pesado, difícil de trasladar y compartir, poco reutilizable; el papiro, pergamino y papel son ligeros y más compactos; la palabra viaja infinitas distancias, pero perece con facilidad y según la tinta que usemos tampoco podemos reescribir mucho. Lo virtual-digital parece ser el medio de las interminables posibilidades de reutilización, reescritura, y movilidad, pero también necesitan de la materia (sin luz no podemos usar sus principales vehículos) y también desemboca en un flujo abrumante de información que banaliza y disuelve la palabra en olvido.

Cada tipo de libro encuentra sus efectos en la ficción, y podría ser lo que Lubomir Dolezel llama, en sus sistemas modales en Heterocósmica (1998), las restricciones epistemológicas: cómo se desarrolla una trama a partir de la distribución del conocimiento que las condiciones sociales imponen. La ignorancia es contingente o bien intencional. Por ejemplo: hace unos días veía, como hago cada cierto tiempo, El día después de mañana (Emmerich, 2004) y caí en la cuenta de cómo el conflicto, además de la acción ambiental, estriba en la capacidad de las personas de “leer” a los ecosistemas para actuar y sobrevivir. Gracias a la tecnología y la ciencia, los personajes reinterpretan un mundo cambiante, un espacio que pasa por un proceso de re-significación.

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Otro ejemplo: en La quinta estación (2015) de N.K. Jemisin los personajes sobreviven según el conocimiento arcano que les dice quiénes son y cómo es el mundo, pero al avanzar la trama descubren que existen áreas desconocidas que chocan con la realidad. Así, la Historia, el mundo, su propia naturaleza y todas sus correlaciones cambiarán a partir conforme vayan descubriendo nuevas formas de ser y estar. Otro ejemplo es en el cyberpunk, donde el conocimiento se maneja a velocidades tan vertiginosas que el espacio casi pierde por completo su valor tangible, se “abre” o “fragmenta”, la ligereza y lo etéreo rigen las relaciones y los significados, lo que permite nuevas violencias y libertades.

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La concepción del espacio, su significado y sentido, se relaciona con nuestra capacidad para saber y nombrar, no sólo en las posibilidades de traslado, uso y hábitat. Tiene sentido que en mundos donde las posibilidades materiales son laboriosas y lentas exista una visión más extensa y misteriosa del espacio, porque lo desconocido impregna gran parte de la vida: así funciona la visión mítica de la cual surgen géneros como la fantasía y el horror, donde lo divino-mágico-desconocido es una dimensión inconmensurable que gobierna lo conocido y manejable. En otros mundos donde existe un mayor manejo de lo material, a partir del conocimiento que se tiene de ello, la “distancia” entre lo conocido y lo desconocido se achica y las instituciones humanas (que son constructos, abstracciones, lógicas…) cobran mayor fuerza para orientar, dirigir y significar la vida. El extremo sería ese mucho donde la información domina y lo material se ha vaporizado, o bien pierde su condición de “obstáculo”, como en el cyberpunk, demás formas de ciencia ficción e historias de corte realista donde todo estriba en los caminos y las restricciones que el humano crea con y a partir del conocimiento, que a su vez depende del lenguaje. A mayor conocimiento, a mayor palabra, el mundo parece desdibujarse en los laberintos de acepciones e interpretaciones. Pero es imposible que desaparezca porque, como intenté mostrar en esta bitácora, el lenguaje y sus formas de ser y estar dependen del mundo, de lo que podamos hacer o no con la materia.

En el saber está la seguridad, cierta rama de libertad y la desorientación, y en el no saber está el miedo y la magia. Y yo no puedo dejar de pensar en nuestros esfuerzos por entender y nombrar, tanto en el mundo real como en los ficticios, todo por alcanzar esta recompensa: llegar al sentido, atravesando signo (la materia) y significado (el lenguaje). Es decir, ser conscientes de cuál es la realidad y quiénes somos en ella. Dicha experiencia, incluso si es el absurdo y nuestra pequeñez, debe de llenar un vacío en las gentes que a ello se dedican (¡nos dedicamos, querido lector! Tú y yo somos cómplices). Llevamos toda la historia de la humanidad haciéndolo. Pero aún no sé bien qué nombre tiene ese sentimiento que se suscita cuando estamos frente a un texto, un mundo oscuro y retador y, tras grandes esfuerzos, encontramos armonía en el desorden. Habrá que seguir leyendo y escribiendo para nombrarlo.

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Ana Marina Ortiz Baker

Soy de Monterrey, Nuevo León, México.

Desde la licenciatura estudio la ciencia ficción y la fantasía, y estoy por terminar una maestría en Literatura Hispanoamericana.

Mi tesis de investigación fue sobre el cyberpunk mexicano, en específico el tema del espacio y su relación recíproca con los personajes.

Me gustan los temas del cuerpo, la mujer, la ciudad, los mitos, la magia y la naturaleza.

Los conocimientos que tengo, que son un tesoro para mí, aún tienen mucho que crecer.

Twitter: @maro_baker

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