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PRIMER ENCUENTRO NACIONAL SOBRE

REESCRITURA TECNOLÓGICA EN MÉXICO

 

M. F. Wlathe

 

Del 19 al 21 de octubre se efectuó, en el Centro Multimedia del CENART, el Primer Encuentro Nacional sobre Reescritura Tecnológica en México. Tres días de diálogo y reflexión acerca de algunas maneras de relacionarnos con la tecnología. Más que una crónica o un recuento de las mesas, quiero compartir cómo viví esta experiencia. No recuerdo haberme sentido afectado de forma tan íntima en ningún otro espacio o evento similar. En este breve texto espero ser capaz de transmitirles al menos un poco de las emociones y cercanías que me generó el encuentro. Al mismo tiempo, trataré de que mis palabras den una idea de los temas y conceptos que se abordaron. El orden será el de los recuerdos, fluctuante, impreciso y guiado por los sentimientos. Finalmente, plantearé algunas de las acciones y cambios que realizaremos en la revista Penumbria inspirados por este evento.

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Era el segundo día del taller “Pensar desde lo Común”, que impartió SurSiendo. Tenía los ojos cerrados, parte de una dinámica. Alguien puso un vaso en mi mano y me invitó a oler el contenido. De inmediato, reconocí el aroma. Era pasto. El primer recuerdo que me asaltó fue uno de mi infancia, el de rodar por el pasto de un parque con mi hermana y mis primos. Despacio, otro recuerdo tomó forma, uno que jamás habría esperado. Me vi recostado sobre el pasto a lado de una de mis exnovias. El ejercicio me dibujó una sonrisa. Cuando preguntaron si deseaba compartir lo que el aroma evocó, preferí callar. Aquel puñado de césped me regaló un instante tan personal que, en ese momento, quise guardarlo para mí.

El tema de la memoria resonó, de una u otra forma, en todas las charlas y mesas. Sin embargo, fue protagonista en la plática alegre de Genaro Rojas de TV Tamix. Durante la década de los 90, TV Tamix fue un proyecto de radio y televisión integrado por miembros de la comunidad de Tamazulápam del Espíritu Santo Mixe, Oaxaca. Hoy es un importante archivo que resguarda en video la memoria de un pueblo. Tamix es un proyecto que surgió desde, por y para la comunidad. El tejido social del pueblo mixe y la vocación por servir a su comunidad quedó ejemplificada en una anécdota de Genaro, quien después de años de ahorrar para adquirir una cámara propia, que no pertenecía a la comunidad, la ofreció simbólicamente a la madre tierra y pidió que el uso que él le diera fuera útil para su comunidad. Los registros de TV Tamix pertenecen a todos ellos y su futuro se decide en asamblea. Ser guardianes activos de su memoria los llevó a reflexionar acerca de la misma. Poseen una fuerte relación espiritual con la imagen de quienes aparecen en los videos. Así, se enfrentan al deterioro del material por las condiciones ambientales, al mismo tiempo que se obligan a plantear preguntas respecto a la imagen de sus muertos y el derecho al olvido. Para TV Tamix el uso del video implicó pensar la manera de representarse como pueblo. Hicieron un esfuerzo consciente por comprender el modo en que esta tecnología modificaba sus vidas y el uso que le darían.

El colectivo Turix y el Campamento Audiovisual Itinerante (CAI) también plantearon un trabajo de reflexión acerca de lo propio y cómo representarlo. El primero con el objetivo de construir un espacio audiovisual compartido entre diversas comunidades mayas, a través de proyectos de video y radio asociados con su colectivo hermano Tzaykin. Turix buscó emplear tecnologías económicas, caseras, que le permitieran experimentar y generar un lenguaje audiovisual propio. Sus proyectos están pensados para el autoconsumo. Gran parte de ellos fueron realizados por y para maya parlantes que buscan generar un lugar donde se vea reflejada la cultura contemporánea de sus comunidades. CAI es un espacio de formación y desarrollo de proyectos audiovisuales que se realiza cada verano en distintas comunidades de Oaxaca. A partir del uso de herramientas audiovisuales promueve la creatividad de los niños y jóvenes de las comunidades donde se realiza. La interacción con realizadores profesionales de todo el país permite a los jóvenes renovar las ideas que tienen de sí mismos y de su comunidad frente a los otros. Ideas que se ven reflejadas en los cortometrajes y videos que realizan durante el campamento.

Pensar acerca de las relaciones que establecemos con la tecnología fue el centro y motivo del encuentro. Acercarnos y conocer otras experiencias y formas de vivir la tecnología es una poderosa invitación a cuestionar nuestras interacciones con la misma. Al respecto, quizás el proyecto más ambicioso que se presentó durante los tres días fue el de Rhizomatica, que en 2013 dirigió la instalación de la primera red celular de propiedad y gestión comunitaria. Actualmente 19 comunidades indígenas conforman la asociación civil Telecomunicaciones Indígenas Comunitarias, la cual es el primer concesionario social de telecomunicaciones en México. Peter Bloom, impulsor del proyecto, compartió parte de su experiencia al gestionar, junto con las asambleas comunitarias, la creación de esta red. La red es de los pueblos, ellos invirtieron dinero para su creación, por lo que tomaron las decisiones acerca de su manejo y operación. Analizaron el impacto que la telefonía celular tendría en sus comunidades y se plantearon medidas para que esta tecnología, en principio individualizante, se integrará a sus dinámicas sociales y no al revés. Para ello, se discutió en asamblea desde las dinámicas para el correcto funcionamiento y mantenimiento de la red, hasta la duración de las llamadas y si éstas serían privadas o no. En el caso de Telecomunicaciones Indígenas, las personas que utilizan el servicio pagan una cuota de mantenimiento para una infraestructura que les pertenece. Las llamadas son ilimitadas, pero con el fin de no saturar la red y porque consideraron que una conversación que durara más de cinco minutos bien podría hacerse en persona, las llamadas se cortan automáticamente. Llegar a estas dinámicas y el modo en que fueron elegidas, significó alejarse de la cultura impuesta y preconcebida por las grandes empresas. Tomar la responsabilidad en los procesos y elegir un camino distinto al ya marcado fue una labor comunitaria y de convivencia.

Hablar de reescritura tecnológica, tema del encuentro, es importante porque la interacción con distintas formas de tecnología es parte de nuestra vida cotidiana. Pero estas tecnologías surgen de contextos ajenos al nuestro, por lo que es necesario reescribirlas y otorgarles significados propios. La labor de reescritura no consiste en modificar únicamente los aspectos técnicos y los valores implícitos en los artefactos tecnológicos. También es reestructurar la forma en que la tecnología es presentada y percibida. Para permitir que no sólo sea apropiable por expertos, capaces de modificarla, sino que se convierta en un bien común. SurSiendo y Peter Bloom subrayaron esto último, al enumerar algunas de las similitudes que existen entre el despojo territorial y las políticas referentes a lo tecnológico. Reescribir las tecnologías es también reescribirnos a nosotros mismos. La manera en que nos relacionamos con los otros, es pensar nuevas formas de organizarnos política y socialmente.

Durante una sesión del taller “Pensar desde lo Común”, se habló por un momento de cómo escribir Internet. Según la RAE, desde 2013 se escribe con minúscula inicial. Sin embargo, la discusión no se centró en la corrección ortográfica, sino en sus posibilidades políticas. Pensar Internet como un territorio, un territorio a ocupar, y por ende escribirlo con mayúscula implica no sólo una postura sino una interacción distinta. Algo similar sucedió al hablar del espectro radioeléctrico, donde el Estado lo convirtió en parte del territorio nacional, lo parceló y lo concesionó. Pese a no ser, por supuesto, un espacio sino frecuencias de ondas. Parafraseando la consigna zapatista, Bloom parte de que «el espectro es de quien lo transmite». El debate sobre la “propiedad” del espectro radioeléctrico exhibe otro ejemplo de la usurpación de bienes comunes por intereses político-económicos. En el caso de Rhizomatica, cambiar la perspectiva de usuario o consumidor de una tecnología a la autoproveedor involucró pensar las posibilidades de la tecnología y su potencial de transformación para impulsar otras maneras de convivir que aumentaran su capacidad de agencia.

Eugenio Tisselli, coorganizador del encuentro junto con Nadia Cortés, en un breve texto que se compartió durante el evento, utiliza el término maleabilidad para referirse a «la posibilidad de transformar una tecnología específica para reescribir sus valores, funciones y finalidades». En oposición al determinismo tecnológico, que considera que la tecnología es el factor determinante para el desarrollo social, entender la tecnología como maleable es partir de que ésta es producto de procesos sociales complejos. Que las propiedades políticas de los artefactos tecnológicos son sólo una elección entre distintas posibilidades y, por lo tanto, se pueden modificar con valores alternativos y hasta contrahegemónicos. Las transformaciones, ya sean con fines pragmáticos o políticos, hechas por los usuarios cuestionan la autoridad normativa de la tecnología. Tisselli señala que al reescribir las tecnologías «en vez de luchar por incidir en su diseño, las posibilidades de un cambio realista y efectivo se multiplican».

En su texto “Comunidad y Reescritura”, Nadia Cortés resalta que «la manera en la que una tecnología se concretiza e instala depende del contexto» y nos recuerda que «la aparición y aceptación de una tecnología en una sociedad específica no supone una relación unidireccional». El discurso alienante que se repite acerca de la tecnología sugiere una postura pasiva, determinada por la tecnología misma, que nos vuelve incapaces de transformarla. Nadia Cortés advierte que los problemas de esta visión no son únicamente éticos y políticos sino terminológicos. La palabra tecnología constituía un campo de investigación, antes de ser un objeto de estudio. Sin embargo aquello que referimos como tecnología se volvió «una especie de espectro difuso en el que vaciamos distintos imaginarios» creados a través de nuestras experiencias técnicas. Esta indeterminación hizo pensar en cierta autonomía de la tecnología, volviéndola inalcanzable, ajena. Concebir la tecnología como algo externo, en oposición a la naturaleza o lo humano, es una visión obsoleta para comprender la técnica contemporánea. Para Nadia Cortés «eso que llamamos tecnología, y que puede abarcar una serie de dispositivos, artefactos, objetos o medios, aparece ante todo en nosotros como una experiencia». La tecnología como experiencia tiene lugar en espacios específicos, cada uno con su propio universo de sentido. Estos espacios modulan la forma en que la tecnología opera.

Lo anterior no significa que la producción de las tecnologías contemporáneas, surgidas del capitalismo consumista, no trate de imponer sus valores y formas de uso que implican una adaptación constante a las innovaciones tecnológicas, limitando las posibilidades de rechazo o apropiación. Sin embargo, «abordar la tecnología como una experiencia tendría que abrir un pensamiento que fuese capaz de dar cuenta de la relación compleja que existe entre las tecnologías y las comunidades». Esto no quiere decir que pensar la tecnología como experiencia sea una tarea sencilla o que de inmediato resuelva problemáticas contemporáneas. La reescritura tecnológica es, en principio, una labor permanentemente inacabada. Pero a esto, Nadia agrega que el hecho de que una tecnología esté abierta a la lectura diferente «no anula que en nuestras sociedades contemporáneas dichas diferencias nos parezcan imposibles». Esto obliga a preguntarnos si la capacidad de resignificar la tecnología, en los proyectos presentados durante el encuentro, es resultado de la manera distinta en que conviven y conciben la comunidad. «Esto querría decir, entonces, que las maneras mediante las que configuramos una comunidad son los puntos de partida para pensar otras formas de relacionarnos con la tecnología».

La propuesta del encuentro fue la de una reescritura activa, política, que sobrepasara la idea de apropiación, para dar cuenta de la naturaleza inacabada de la tecnología y entenderla como una experiencia donde nuestro papel no es el de simples usuarios. El encuentro remarcó la urgencia de pensar la manera en que nos relacionamos entre nosotros y pensamos lo común. Si bien el entorno institucional en el que se llevó a cabo el encuentro no permitió que se rompiera el formato de conferencia, pese al esmero de los organizadores, sí se respiró una atmosfera distinta. Surgió un aire de comunidad entre tantos proyectos que realizan un esfuerzo constante por cuestionar los valores y las formas de uso de las tecnologías.

Al inicio escribí que no recordaba haberme sentido afectado de una manera tan íntima en ningún otro evento similar. Esto no se debió, únicamente, a la emotividad comunitaria que se gestó a lo largo de los tres días, sino a que el tema, las tecnologías, es algo que nos atraviesa. La invitación que hizo el encuentro por replantear la forma en que interactuamos, con las tecnologías y entre nosotros, hizo eco en mí. Por ello, y a pesar de no tratarse de un tema fantástico, le pedí a Miguel Lupián publicar este texto. Y es que, en realidad, es un tema que nos incumbe como revista electrónica. Todo el equipo de Penumbria siempre hemos creído en la cultura libre, el copy left, y estamos convencidos de que son necesarias más acciones que nos permitan incrementar nuestra agenda política frente a las tecnologías. Sin embargo, hasta ahora, no habíamos hecho pública nuestra postura ni cuestionado nuestras dinámicas. Creemos que es importante tocar estos temas y manifestar nuestra posición, por lo que será una labor permanente el pensar la manera en que interactuamos con las tecnologías y las personas que colaboran en la revista, así como con nuestros lectores. Abandonaremos el software privativo que utilizamos para formar nuestras antologías y, a partir del número 37, serán realizadas por completo en software libre. Queremos replantear las posibilidades y las maneras en que Penumbria es capaz de generar comunidad.

Por último, quiero dar mi más sincero agradecimiento a Nadia Cortés y Eugenio Tisselli por organizar el Primer Encuentro Nacional sobre Reescritura Tecnológica en México. Los textos que cité, de ambos, estarán en línea muy pronto y los compartiremos en Penumbria por nuestras redes sociales. Invito a todos nuestros lectores a que exploren los proyectos que participaron en el encuentro y que nos hagan llegar sus comentarios, dudas y sugerencias. En su texto, Nadia cierra diciendo que: «Si política y tecnología van ligadas y las posibilidades de una dependen de la otra, habría que comprender la urgencia de pensar la forma en la que estamos los unos con los otros». No es poco lo que se podría agregar, pero encuentros como éste y proyectos como los que participaron son un claro ejemplo de que las cosas se pueden hacer diferente. El diálogo propiciado fue una gran oportunidad para el intercambio y el aprendizaje. Debemos generar comunidad desde nuestros propios grupos de trabajo y entender que la experiencia tecnológica no es ajena por cotidiana, que involucra nuestros afectos e interacciones. Reescribirnos es y debe ser una tarea constante, no una finalidad sino un punto de partida.

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wlatheMariano F. Wlathe (Ciudad de México, 1986)

Autor de narrativa breve. Sus cuentos se han publicado en varias revistas, mexicanas e internacionales, y antologías en México y España.

Miembro del equipo editorial de la revista electrónica de literatura fantástica Penumbria.