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ADENTRO DE TIERRA FANTÁSTICA

III

Manuel Barroso

Primera parte

Segunda parte

 

 

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Vaya, sigues andando este camino. Adentrarnos en la tierra fantástica de Tierra Adentro ha sido largo, pero ahora está por acabar.

Y para acabar, tenemos que dejar los cuentos atrás. Pero si no lo hacemos de forma muy brusca, sería mejor.

Por eso, podemos seguir el camino con el rarísimo Loquios de Manuel R. Montes. Ya hablé ampliamente de ese texto aquí, pero es necesario agregar algo. Se publicó el año pasado, por fin, Infinita sangre bajo nuestros túneles. Y, de nuevo, es inconseguible. Montes ha tenido una suerte terrible con las ediciones. Y sus lectores tenemos una suerte terrible tratando de leer más de él.

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Loquios es un puente porque no tiene una clasificación clara. El que tampoco la tiene del todo es Meth Z de Gerardo Arana. El libro apareció este 2015, a tres años de la muerte del autor (fue terrible escribir eso) y es una de las cosas más raras que ha salido en Tierra Adentro. Todos los fragmentos, momentos y narradores que quieren empezar su libro están unidos por Pegaso Zorokin (que es todos), por la fascinación hacia María Eugenia y, sobre todo, por la droga más delirante de la historia: Meth Z (la necesito. Ahora). El texto, hay que decirlo, se vuelve flojo en un momento. La fórmula cansa. Y, aunque la segunda parte es distinta, termina pasando un poco lo mismo. Pero el juego vale la pena, es de esos libros a los que vale la pena echarle un vistazo.

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Y hablando de libros a los que hay que echarles un vistazo, ¿has leído a Mario Bellatín? No lo menciono porque vaya a hablar de él ahorita, sino porque ha dejado una escuela. Y la que mejor la demuestra es Paulette Jongitud Acosta con su novela breve Moho.

Aunque, tal vez, haya la misma cantidad de Patricia Laurent Kullick que de Bellatín aquí. Y de Daniela Tarazona, claro.

O, tal vez, lo que vale la pena es que Jongitud logró hacer de la novela íntima y de transformación un refugio propio. La de la transformación del mundo personal, de la rutina, de la cosa verde que le sale a Constanza en la pierna. Una novela íntima y tan bella como inquietante.

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Y hablando de cosas íntimas, ¿hay algo más íntimo que un ensayo? Para nada. Y El cuento: la casa de lo fantástico, en Magali Velasco, es un gran ejemplo de ello. Teórico, práctico, detallado, musical y atractivo, así describiría este recorrido por aquello que Velasco entiende por lo fantástico en la literatura[1] y, con ejemplos de escritores notables como José Emilio Pacheco o Juan Rulfo, desarrolla una poética de lo que puede entenderse, insisto, por lo fantástico.

Y es, de hecho, aquello que Velasco analiza en su ensayo lo que marca los libros que he enlistado estos meses. La muerte, el doble (físico o mental) y, sobre todo, lo doméstico trastocado. Tal vez, como común denominador en todos los libros mencionados, se pueda destacar una tendencia de los escritores por utilizar la cotidianidad de sus personajes en su contra[2].

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Y estos libros hacen lo mismo en la cotidianidad editorial estatal. Insisto, estos textos son rarezas dentro del grueso del catálogo de Tierra Adentro, pero son rarezas que brillan con luz propia y cuya aparición se agradece siempre.

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Nota aclaratoria: no sé cómo olvidé decir en la primera parte que la ola de títulos de Tierra Adentro que tuvo las portadas de fondo blanco y composición vertical también vieron nacer otra joya de la literatura fantástica. Me refiero a Gente del mundo de Alberto Chimal. Ahora pueden encontrarlo reeditado por Era, así que consíganlo.

TodasLasEdiciones

 

 

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[1] Todorov mis pelotas. Lo de Magali Velasco es algo importante al momento de hacer teoría y crítica de la literatura fantástica.

[2] Leer las publicaciones de imaginación fantástica que salen en Tierra Adentro desde la segunda parte del ensayo de Magali Velasco. Creo que hay ahí un punto de vista que iluminaría mejor la actualidad de esta literatura en México.

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manubchManuel Barroso nació, creció y murió antes de enterarse de ello. Por eso reseteó la consola y sigue aquí.

Lee como poseso, escucha rap y jazz de forma adictiva, escribe porque le duelen las historias. Odia las verduras.

Mañana comprará un rifle.

@manubch