CONVOCATORIA
PENUMBRIA 49
Penumbria te invita a participar en su antología de cuento fantástico #49:
EL CUENTO
deberá:
1- Estar escrito en español y abordar lo FANTÁSTICO*.
*Por ejemplo, en su texto «¿Qué entiendo por literatura fantástica» (Teorías hispanoamericanas de la literatura fantástica, 2007), Enrique Anderson Imbert apunta: «Entre las muchas actividades del hombre hay una que consiste en transformar en símbolos la realidad física a la que nos asomamos y también la realidad psíquica desde la que nos asomamos. Con una conciencia simbolizante, simbolizadora, el hombre toma posesión de las cosas exteriores y de su propia intimidad, del no-yo y del yo. De este proceso de transformación simbólica sale todo lo que llamamos cultura: lenguaje, mitos, religiones, las ciencias, la historia, la filosofía, el arte, la literatura… La literatura no se propone comunicar una verdad, sino expresar una opinión. En el fondo, es un esfuerzo para liberarse de la realidad, tanto de la física, que nos oprime desde fuera, como de la psíquica, que nos inunda con un turbión de sentimientos, impulsos e ideas. El poeta (llamemos así, para abreviar, a todos los creadores de literatura) se autocontempla; y al autocontemplarse descubre que ciertas experiencias muy personales le producen una peculiar fruición estética. Lo que le interesa, en tanto poeta, no es la realidad, sino esa imagen estéticamente valiosa que acaba de descubrirse en el espejo de su conciencia. A la realidad el poeta la puso a distancia. Al distanciarla, la realidad dejó un hueco. Y es en este hueco donde se ha aparecido un simulacro envuelto en símbolos artísticos. Es como sí en el hueco de la realidad rechazada se presentara un fantasma y nos dijera: «Yo me aparezco». Que es, precisamente, lo que significa la palabra griega jamasia, derivada de «phaníházo», «yo me aparezco». Toda literatura es fantástica, en el sentido de que aparece en reemplazo de una realidad que ha quedado remota. Pero, dentro de la literatura, que es siempre ficticia, hay unas ficciones que, con extraordinaria energía, se especializan en fingir mundos autónomos. Son los «cuentos fantásticos». El cuentista, con su fantasía, declara caducas las normas que antes regían nuestro conocimiento y, en cambio, sugiere la posibilidad de que haya otras normas todavía desconocidas».