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El terror iniciático:

del Dios astado al Krampus

I

 

Aglaia Berlutti

 

Para buena parte de la Europa pre cristiana, el solsticio de invierno era una fiesta de enorme importancia, pero, sobre todo, una muy relacionada con el transcurso de los ciclos naturales de bosques y montañas. En especial para los pueblos celtas, el final del ciclo de cosecha simbolizaba no sólo la celebración del final de largos meses de trabajo duro sino también el momento en que la Diosa Tierra exigía sacrificio. Como gran metáfora de la vida y de la muerte, los rituales de paso que se llevaban a cabo durante la noche más larga del año incluían asesinatos rituales y también el derramamiento de sangre  — en ocasiones de manera alegórica, en otras real —  para demostrar que el pacto entre la oscuridad y la luz seguía respetándose. Para los pueblos paganos europeos, era de esencial importancia demostrar a esa gran Madre sin nombre que habitaba en los bosques, que respetaban su existencia y poder. Las festividades eran dirigidas por Sacerdotes Druidas que se aseguraban de recordar a la tribu el motivo por el cual era necesario que la vida celebrara a la muerte. El círculo de ancianos se reunía bajo el cielo helado del invierno, para entonar viejos canticos y atraer el poder que yacia bajo la tierra. Después, para homenajear esa gran presencia invisible  — bondadosa y feroz a un tiempo — , se levantaban enormes estructuras de madera seca que se quemaban por días enteros y que, la mayoría de las veces, contenían los cuerpos de los que habían sido sacrificados para aplacar a las fuerzas misteriosas que los pueblos antiguos temían y veneraban a la vez. El último día de la celebración, un demonio con cuernos curvos surgía de la oscuridad para beber la sangre de los fallecidos y recordar que la tierra era temor y esperanza. Una mirada inquietante sobre los límites de la luz y la oscuridad; pero también de su significado ritual.

«Winter Solstice», por Tin Can Forest.

De esas grandes hogueras sangrientas surgió una tradición ancestral que sobrevivió a la desaparición de las tribus que le celebraran y, también, a sus orígenes sangrientos. Con el transcurrir de los siglos, las quemas del Solsticio  — transformadas en ruidosas celebraciones de paso y abundancia — llegaron a las grandes civilizaciones reconvertidas en filosofías naturales o en astroteologías. El Sol se volvió el símbolo de la personalidad de la Divinidad y la Luna, su consorte. Al transcurrir del año astronómico se le atribuyó todo tipo de atributos mágicos y, finalmente, se le consagró como medida del tiempo para comprender las transmigraciones de la luz y la oscuridad  — reconvertidos en el bien y el mal —  en las mitologías antiguas. De pronto, los primitivos y salvajes rituales tomaron un sentido casi lírico y el ciclo cósmico se transformó en una percepción muy clara sobre la cultura a la que pertenecía, sus esperanzas y temores. El renacimiento simbólico se convirtió en una forma de comprender no sólo el fervor religioso del pueblo, sino su percepción sobre lo moral y lo espiritual. Desde las fiestas Saturnales Romanas  — que se llevaban a cabo en en honor a Saturno, dios de la agricultura — , las celebraciones a Mitra, Apolo y también la conmemoración de la llegada de los días más largo y fríos, las viejas tradiciones de cosecha se transformaron en una presunción colectiva del paso del tiempo, la renovación de votos y creencias invisibles y la celebración de un despertar a un nuevo tipo de conciencia. Muchos siglos después, la Iglesia Católica intentaría aglutinar las creencias paganas bajo una única percepción del mito reconvertido del nacimiento de la luz para apuntalar la nueva fe en la figura de Cristo resucitado. El 25 de diciembre  — fecha tradicional de las Saturnales y el nacimiento de Mitras — se convertiría, bajo el auspicio del monoteísmo cristiano, en la celebración del Nacimiento de Jesús, lo que sacralizó y depuró los viejos ritos y los transformó en ofrendas religiosas simbólicas.

A pesar de eso, las antiguas creencias sobre la oscuridad y la luz continuaron persistiendo en el medio de la insistencia de la Iglesia cristiana por transformar las creencias paganas en derivados de la percepción bíblica sobre la bondad y la maldad. En buena parte de Europa continuaron celebrándose en secreto los ritos de cosecha  — que incluían los fuegos de sacrificio —  que, además, incluían las primitivas simbólicas de las antiguos ritos: El hombre verde  — custodio de la naturaleza para la cultura celta — se transformó en una figura benévola que custodiaba los campos y aseguraba la fecundidad de las cosechas. Con el transcurrir de los siglos, la figura del hombre de larga barba blanca  — o Padre tiempo —  se mezcló con la del Santo Cristiano San Nicolás y se convirtió en parte de los elementos tradicionales de celebración de la Navidad Cristiana.

«The Green man», por Vinod Rams.

No obstante, no sólo los aspectos más inofensivos y benignos de las antiguas tradiciones paganas sobrevivieron a la asimilación histórica: a la vez que la figura de Papá Noel o San Nicolás comenzaba a formar parte de las celebraciones primitivas de la Navidad en diferentes partes de Europa, la del Krampus, un espíritu burlón y lascivo que, según viejos mitos celtas, devoraba a las víctimas de Sacrificio para cumplir con el ritual del paso del día más largo del año. Con el transcurrir de los siglos, la figura del llamado “El Dios de los cuernos” se transformó una y otra vez, encarnando la lujuria para los Romanos y, después, el mal en estado puro para los cristianos. Más allá de eso, El Krampus se transformó en el némesis del benévolo Papá Noel y, sobre todo, en una figura temible que encarnaba un tipo de temor a lo desconocido que se remonta a las viejas quemas rituales, en las que el Dios de los cuernos surgía de las sombras para matar y comer los corazones de las víctimas que se sacrificaban en honor a la Diosa sin nombre.

«Krampus», por Fredrecka Bagnato.

Continuará…

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Aglaia Berlutti

Bruja por nacimiento. Escritora por obsesión. Fotógrafa por pasión.

Desobediente por afición. Ácrata por necesidad.

@Aglaia_Berlutti

TheAglaiaWorld

 

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