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EL CINE DE TERROR COMO TRANSGRESOR DEL TABÚ

EL INCESTO

 

Israel Yerena

 

El sexo es una de las actividades más placenteras que la mayoría de hombres y mujeres pueden experimentar, quizá tanto más mientras menos tabúes se tengan sobre éste y tanta mayor disposición se posea a nuevas experiencias. Sin embargo, el acto sexual aún está demasiado estigmatizado ya sin el hecho de que existan filias de por medio. La simple penetración suele ser vista por muchos como algo que no debe practicarse libre y placenteramente, sino únicamente en determinadas circunstancias, con ciertos fines y en situaciones específicas o, más aún, sólo con la persona amada. Sin embargo, ¿qué pasa cuando la persona que despierta los deseos carnales no es otro más que el hijo, la hermana, la madre o el padre?

Hoy en día se percibe que los tabúes sexuales poco a poco van desapareciendo, o al menos se ha disimulado muy bien su aceptación; pero de lo que no hay duda es que hasta en la mente más abierta, y quizás hasta en la persona más libertina, el mantener relaciones sexuales con algún familiar causa un increíble repudio no ya al acto, sino a la idea en sí. Sin embargo, partidarios o no de esta actividad, el incesto existe, ha existido y seguramente seguirá llevándose a cabo en la intimidad y el resguardo de cuatro paredes.

Así, una vez más nos encontramos con que sucesos escabrosos, pero por demás naturales como éste, suelen despertar el horror en la sociedad civilizada que no concibe que en ella se lleven a cabo prácticas más dignas de bárbaros, depravados o animales que de un hombre de sentimientos puros. El negar estos hechos no hará que desaparezcan; afortunadamente, existen otros medios más aceptables, cómodos y seguros para que el hombre civilizado se resguarde de la perversión que lo rodea, y afortunadamente uno de los más efectivos pero también feroces es el cine de terror.

Y si bien las cintas que muestran o sugieren ciertas relaciones incestuosas podrían catalogarse más propiamente como cine de horror que de terror por las reacciones y sentimientos que despiertan, no entraremos en distinción de géneros por el hecho de que este tema no se trata únicamente en el cine de terror, sino en muchos otros más y le estaríamos negando la entrada a un par de filmes. Asimismo, los spoilers que leerán a continuación no son para prevenirlos de mirar las obras o para que dejen de leer estas líneas, sino simplemente por puro morbo.

Una vez más el cine de terror se nutre del lado oculto del hombre que trata de negarse a sí mismo pues, seguramente, muchas de las prohibiciones que existen hoy en día no tenían ni una pizca de valor para sociedades primitivas, donde el incesto, canibalismo y asesinato quizá no eran medios sólo de supervivencia, sino de simple placer pues, no habiendo reglas morales, sociales, políticas ni mucho menos castigos divinos, el mundo seguía su curso en total libertad.

Los filmes de terror están a aquí no sólo para recordarnos nuestra naturaleza animal, sino para brindarnos un escape de ella. A fin de cuentas, y como hemos dicho, el sexo ha sido una de las actividades más placenteras y gratificantes que existen, tal como la flamante drag queen Divine, protagonizada por Harris Glenn, le hace ver a su hijo en la película Pink Flamingos (1972), cuando ésta le comenta “ahora voy a darte el regalo más grande que una madre le pude dar a su hijo”, para acto seguido darle sexo oral.

En el otro extremo del placer siempre encontramos el dolor, un dolor que llevado al máximo puede culminar en la muerte. Tal es el caso de Norman Bates y Ezra Cob, protagonistas de Psycho (1960) y Deranged (1974), quienes al estar enamorados de su madre terminan cometiendo terribles crímenes para seguir con sus fantasías. Asimismo, estas cintas toman como base al asesino de la vida real Ed Gein, quien en verdad se encontraba enamorado de su progenitora y llegó a coserse un vestido con la piel de los cadáveres de mujeres.

Otro caso de la vida real fue el de la familia de Sawney Beane, que comenzó como una pareja viviendo en una cueva, donde aprovechaban para asesinar y devorar a inocentes; años más tarde, mediante relaciones incestuosas, su clan llegó a conformarse por 46 personas entre hijos y nietos. En 1997 Wes Craven se serviría de esta historia para crear la cinta The Hills Have Eyes y en 1991 The People Under The Stairs, que revelaba una relación incestuosa entre hermanos.

La película Moebius (2013) ha sido una de las más controvertidas, pues muestra a una madre que, tras devorar el pene de su hijo, regresa a casa cuando a éste le han logrado implantar uno nuevo; el verdadero problema es cuando el joven descubre que la única mujer con la cual puede mantener erecciones es, precisamente, su madre.

A Serbian Film es otra de las cintas que contiene una de las escenas más atroces al saberse que el protagonista no sólo ha violado a un menor de edad, sino a su propio hijo; es decir, se comete violación, pedofilia e incesto.

México no se ha quedado atrás, pues en 2010 se estrenó Somos lo que hay, en la cual se puede mirar desde relaciones homosexuales hasta canibalismo y, por supuesto, incesto.

Otra cinta nacional que ha causado cierto impacto es la reciente Tenemos la carne, en la cual tanto canibalismo como incesto entre dos hermanos son el plato fuerte.

Si bien la simple idea de tener sexo con algún familiar resulta reprobable, el cine de terror nos da una vez más una vía de escape para transmitir todos estos sentimientos de repudio a otras personas; es decir, tenemos la seguridad de ver cometer estas perversiones a los personajes del filme con la tranquilidad de que hemos transmitido nuestros instintos a la pantalla de cine y no ya a nuestra cama.

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Carlos Israel Yerena Cruz, 24 años.

Egresado de la carrera de Comunicación de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán. 

Contribuyente de la revista electrónica “Encuadres”, escribiendo reseñas y noticias acerca del género de terror.

Titulado mediante la tesis “La masacre de Texas: del asesino histórico al fílmico”.

Amante de los temas tabúes, lo retorcido y lo bizarro, desde muy temprana edad -cuando apenas era un pequeño Ghoul– encontró en el género de terror un refugió en el cual depositar y liberar todos aquellos deseos perversos que crecen hasta en la mente más pura. Sin importar la vertiente, ya sea literaria o cinematográfica, el horror es un género que lo ha sumergido en un mundo que le ha enseñado que, a veces, la belleza más extrema se encuentra en las obras más grotescas.

De estómago curtido principalmente por los filmes slashers, el género de horror también le ha demostrado que la mente y la naturaleza del ser humano son, quizá, las fronteras más lejanas y oscuras que nunca terminarán de ser exploradas, pero que piden a gritos que alguien se adentre en ellas. En la literatura, gracias a Lovecraft, ha aprendido que, aunque sea en unas cuantas páginas y en breves oracionesescritas a veces por las mentes más solitarias e incomprendidas se alberga el horror más profundo de todos, aquel para el que ni siquiera se han creado las palabras ni ojos que sean dignos de describirlo.

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