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EL SEÑOR DE LOS CEMENTERIOS

Bernardo Monroy

 

I- DIMANCHE

II- LUNDI

III- MARDI

IV- MERCREDI

V- JEUDI

 

VI

VENDREDI

 

Al día siguiente cubrí una riña de pandillas. Llegué en conjunto con todos los medios de comunicación. Mis colegas sostenían cámaras, libretas y teléfonos celulares. Alrededor de cuarenta pandilleros se liaban a golpes, y usaban además herramientas, cuchillos y algunos incluso pistolas. La pelea concluyó con un saldo de veinte muertos. ¿Es asombroso que en una pelea pierdan todos?

No, cuando el loa de la muerte está presente.

Antes de volver a mi oficina, bebí una botella de dos litros con agua. Una vez que me la terminé, bebí otra botella. Otra más. Había tomado casi siete litros de agua pura.

Llegué a la oficina de “El Último Minuto”. Me sorprendió cómo era posible que la policía no hiciera su aparición, y cómo fue que mis compañeros no gritaron para alertar a los trabajadores de otros pisos. Se lo hice saber al Barón Samedí.

—Esos narcos son profesionales —fue la respuesta.

En la sala de redacción había un silencio absoluto. Algo sumamente raro cuando se trata de un medio informativo a las cuatro de la tarde. Sin darme cuenta, me tropecé con el cadáver de Javier. Le habían cortado la garganta y entre sus piernas había una enorme mancha de sangre.

—¿Le cortaron el pene? Aunque no creo que un perdedor de su calibre lo usara… —dijo el Barón—. De todos modos nadie lo quiere salvo para acostones de una noche.

Toda la redacción era una enorme mancha de sangre y un montón de cadáveres. Los cuerpos de mis ex compañeros estaban algunos en el suelo, y otros en sus lugares donde trabajaban.

Óscar tenía dos plumas enterradas en los ojos y litros de tinta en su boca. Sin duda, así no pasaría por alto ninguna noticia.

La parejita de periodistas estrella, Diana y Francisco, no murió demostrando su cariño. Seguramente porque les arrancaron brazos y piernas… y, vamos, así nadie puede abrazar a otra persona, por muy talentoso que seas. ¡JA!

José había muerto intentando redactar más que un tuit. En el monitor de su computadora se veía un párrafo competo, bien estructurado. Con puntos y seguido, comas y toda la cosa. Lástima que el mundo no conocería su talento. Ojalá en el limbo haya medios de comunicación, porque alguien con una personalidad tan pinche no creo que alcance ni el Paraíso ni el Infierno ni el puto Nirvana.

Leonardo, pensando en la decadencia del Pumas, quedó con el cuerpo desgarrado, como si el felino en cuestión hubiera usado sus garras para hacerle una nueva cirugía.

El fotógrafo con aires de artista pero sin más cultura que la de una patata murió como una modelo nunca pudo posar para su lente: con brazos y piernas extendidas, en un círculo de sangre, como El Hombre del Vitrubio de Leonardo… Da Vinci, se entiende. Cabe señalar que, al igual que ese dibujo, le pusieron más piernas y brazos de los que le correspondían… extremidades de otros de mis ex compañeros.

El malvado Saurón, director editorial del Medio, perdió la cabeza. Literalmente. Porque me tropecé con ella al salir.

El resto, no sé. Sus entrañas estaban esparcidas. Sentí que la vejiga me rogaba desahogarla, de modo que cumplí mi promesa de orinarme sobre sus cadáveres.

Concluirá…

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MonroyBernardo Monroy nació en 1982 en México D.F. y actualmente vive en León, Guanajuato. Es periodista y ha publicado el libro de cuentos “El Gato con Converse” y la novela “La Liga Latinoamericana”; así como la novela electrónica “Slasher”, disponible gratuitamente en el portal Zona Literatura. Es aficionado a los videojuegos, los cómics y los géneros de terror, fantasía y ciencia ficción, y escribe porque está frustrado, ya que nunca pudo ingresar a la Escuela de Jóvenes Dotados del Profesor Xavier. Sus textos han sido traducidos al klingon y al élfico.