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Esto no es un juego

 

Edna Montes

 

La magia es real: ese momento en que destrozas la envoltura esperando descubrir el secreto que el papel te oculta. De pronto, ahí está, sonriéndote tras su ventana de plástico, el muñeco que tanto querías. No hay infancia sin ellos. Ya sea un peluche, una figurita de acción, un monigote de trapo o la muñeca de moda, nuestros recuerdos van íntimamente ligados a esos entrañables amiguitos… hasta que se vuelven vehículos del terror.

Una de las primeras películas de terror que recuerdo haber visto fue Chucky (Child’s Play). En ese film, el protagonista, Andy, recibe como regalo de cumpleaños el juguete de moda sin saber que su nuevo amigo está poseído por un asesino serial. La cinta es una referencia obligada cuando de muñecos poseídos se trata, pero no es la primera.

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En los años 60 Dimensión Desconocida ya tenía “Living Doll”, un episodio donde una muñeca cobra vida para defender a una niña del esposo de su hermana, abiertamente hostil contra ella.

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En 1946 Algernon Blackwood publicó su cuento “La muñeca”, en el cual el objeto cobra vida como método de venganza.

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La relación entre magia y muñecos puede rastrearse casi a los albores de la humanidad. En el antiguo Egipto, los sacerdotes ya usaban figurillas humanas a modo de efigie para desviar hacia ellas las enfermedades o maldiciones lanzadas contra los faraones. En la antigua China, las mujeres no podían desvestirse frente a un varón, así que se les fabricaban muñecas de porcelana muy detalladas para  recibir tratamiento médico. La paciente le señalaba al médico su padecimiento usando a su doble de porcelana. Cabe recordar al Gólem de los mitos hebreos y es imposible dejar fuera de este recuento a los famosos muñecos vudú. Unas de las razones por las cuales estos juguetes son una proyección ideal de nuestros miedos o deseos es que están hechos a nuestra imagen y semejanza. Después de todo, nuestros cuerpos también son estuches, ¿no?

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«Der Golem, 1920, Paul Wegener», por 4gottenlore.

El Chucky original perteneció al pintor Robert Eugene Otto. Se dice que fue un regalo de una sirvienta versada en magia negra quien estaba descontenta con la familia. El niño le cedió al muñeco su primer nombre, Robert, comenzó a tratarlo como una persona e incluso lo culpaba de algunas travesuras. El chico mantenía conversaciones con su muñeco todas las noches, sus padres incluso llegaron a escuchar que una voz distinta le respondía. Robert tenía su propia silla en la mesa familiar. La situación siguió durante años, hasta que Otto se casó. Entonces Robert fue enviado a vivir en el desván. Los niños que pasaban por la mansión aseguraban que el muñeco los observaba a la distancia e incluso cambiaba solo de ventana. Cuando Otto y su esposa Anne murieron, Robert fue entregado al museo East Martello de Florida. Los empleados aseguran haber escuchado ruidos y risas infantiles en su aparador. También se le atribuye la capacidad de maldecir a la gente que es grosera o se burla de él. La vitrina está llena de cartas de visitantes, ofreciendo disculpas por su actitud.

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Hay varios casos similares alrededor del mundo, desde la más reconocida Anabelle, que volvió a los reflectores en El conjuro y Anabelle, hasta una muñeca en Japón a la cual le crece el cabello.

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México no se queda atrás. En la ciudad de Xalapa, Veracruz, vive  Yarini. Angélica Rivas, su dueña, la ha cuidado durante años como si se tratara de una niña. Los lugareños cuentan que la muñeca está poseída por el espíritu de una pequeña que murió atropellada frente a la casa donde habita. Incluso hay quienes aseguran que se mueve y sonríe.  

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En la ficción, recordemos Vacaciones de terror, la película de 1988. Más famosa por su dudosa calidad y el protagónico de Pedrito Fernández que por despertar genuino horror.

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Los muñecos son una extensión de la inocencia infantil. Si pensamos en el osito o la nenita de trapo con su elaborado vestido, quizá las fuerzas oscuras y el homicidio sean lo último que pasa por nuestra mente. Pero el temor subyacente a la pérdida de dicha inocencia está anclado de forma muy profunda en nuestro inconsciente colectivo. Si un fantasma, demonio o hechizo malévolo entra en escena para pervertir la inocencia de un juguete y convertirlo en un arma, la cosa deja de ser un juego. La tecnología avanza, Mulder y Scully se deshicieron del enemigo quemándolo en el microondas en un capítulo de los Expedientes Secretos X (co-escrito por el genial Stephen King), pero el miedo permanece. El muñeco como vehículo del terror aún tiene una larga vida, así que no olviden tener a la mano agua bendita y una buena vitrina, por si acaso.

"Chinga", episodio 10 de la quinta temporada de The X-Files.

«Chinga», episodio 10 de la quinta temporada de The X-Files.

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ednaEdna “Scarlett” Montes
Lectora, escritora y friki irredenta. Egresada de Miskatonic con tarjeta de cliente frecuente en Arkham. Tiene tantos fandoms que ya hasta perdió la cuenta. Divaga mientras espera que Cthulhu despierte de su sueño en R’lyeh o al fin le entreguen su TARDIS; lo que ocurra primero.

@Edna_Montes

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