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FARMACOPEA

LOVECRAFTIANA

(III)

Emiliano González

 

Primera parte

Segunda parte

En los siglos XVII y XVIII desaparece gradualmente la Inquisición, aunque en España, en el siglo XIX, todavía hay ejemplos de juicios inquisitoriales. Las acusaciones injustas aplicadas a Flaubert, a Baudelaire y a Joyce nos recuerdan el “Índice de libros prohibidos” de la Inquisición.

Los jóvenes, que eran sobre todo víctimas, podían ser verdugos también. Un ejemplo famoso de esto es Thomas Darling, un inglés de catorce años que a fines del siglo XVI acusó a la vieja Alice Gooderidge, de sesenta años, y a su madre Elizabeth Wright, ambas inocentes, una de ellas, Alice, muerta en la prisión. Pocos años después, Darling fue castigado horriblemente, después de haber calumniado al vicecanciller de la Universidad de Oxford. Es curioso el hecho de que Darling había acusado a las viejas de causarle ataques en que veía un gato verde y varios ángeles verdes.

Jean Bodin, juez francés de brujas del siglo XVI, se muestra deseoso de torturar y condenar a los humanistas estudiosos cuando dice que “los diablos tienen un profundo conocimiento de todas las cosas”. Añade que “ningún teólogo puede interpretar las Sagradas Escrituras tan bien como ellos; ningún abogado tiene conocimiento de testamentos, contratos y acciones tan bien como ellos; ningún doctor ni filósofo puede entender mejor la comparación del cuerpo humano que ellos, pues conocen las virtudes de cielos, estrellas, aves y peces, árboles y hojas, metales y piedras”. Bodin muere en 1596, víctima de la plaga. Curiosamente, muere el mismo año en que Darling acusa a Elizabeth y a Alice.

Apolonio de Tiana está en la base de los acusadores e inquisidores, aun más que su precursor Melesio (el acusador de Sócrates), pues es más característico de ese tipo de personalidad. Uno de los principales descendientes mentales de Apolonio de Tiana y Bodin es Montague Summers, anglicano y católico, estudiante de Oxford y autor de Antinous y otros poemas (1907). Durante su estancia en Bath, en que trabaja como cura, es acusado de pederastia con otro cura, pero es absuelto. En su libro Historia de la brujería (1925) dice Summers: “En las páginas siguientes me he esforzado por mostrar a la bruja tal y como es: una malviviente, una peste social y un parásito, devota de un credo aborrecible y obsceno; adepta al envenenamiento, al chantaje y a otros crímenes, parte de una poderosa organización secreta, enemiga de la Iglesia y del Estado…”, etc. Summers, que suministra datos sobe el hombre-lobo y el vampiro en literatura, es completamente misógino, como puede comprobarse en sus libros sobre brujería.

En 1587, el autor George Gifford aseguraba que el que sabía brujería revelaba “cosas secretas” o “adivinaba cosas por venir”. La intuición como prueba de maldad sigue persistiendo en nuestros días, a pesar de los elogios de filósofos como Bergson o Caso, que han considerado a la intuición como la capacidad de llegar a la verdad antes de la razón.

Robbins en su enciclopedia de brujería incluye una carta de un sacerdote a un conde, carta de principios del siglo XVII, en que dice que una joven de diecinueve años (con reputación de ser la más bella y virtuosa de la ciudad y criada desde su infancia por un príncipe obispo) ha sido ejecutada. Estudiantes y muchachos nobles, de nueve, diez, once, doce, trece y catorce años, han sido quemados.

Las víctimas de la Inquisición eran de todas edades y de ambos sexos. Para ser acusado, bastaba con ser indeseable o hijo de indeseables.

En el artículo “Inquisición”, Robbins asegura que “al principio, en vez de quemar al hereje convicto, la Inquisición a veces castigaba con la ignominia pública, anticipando el ostracismo de los judíos por los nazis.”

Michelet observa que F. Hélie en su Tratado de la instrucción criminal, ha explicado cómo Inocencio III, hacia 1200, suprimió la garantía de la Acusación hasta entonces necesaria, sobre todo la pena de calumnia, en la que podía incurrir el acusador. Las garantías fueron sustituidas por tenebrosos procedimientos: la Denuncia, la Inquisición. Obligada a confesar, bajo tortura, cosas falsas, la bruja era condenada, por más que su inocencia fuera demostrada objetivamente. En Alemania, una bruja, después de confesar que había exhumado el cadáver de un niño para usarlo en sus pociones mágicas, fue quemada, a pesar de que el cadáver completo del niño fue desenterrado. El juez dijo que el niño era sólo “una apariencia, una ilusión del diablo”.

El Dr. Johannes Pott (1689) menciona a una niña de nueve años de Rinteln que fue acusada de copular con el diablo y flagelada mientras veía a su abuela ardiendo en la hoguera. En Würtzburg, en 1628, dos adolescentes de once y doce años fueron quemadas. En 1630, la esposa de un canciller fue torturada y quemada, aunque estaba embarazada. El abuso de poder anticipa los crímenes de Manson.

El predominio de la autoridad de la fuerza sobre la autoridad de la experiencia define a la represión de la cultura humanista del Renacimiento, que pretendía llegar a todas las clases sociales –como el ritual dionisiaco– y que no lo logró, debido a la Inquisición. Según la antropóloga y arqueóloga Margaret Murray, la brujería consiste en vestigios de una religión pagana originada en la era paleolítica. Esta religión –observamos nosotros– puede ser comparada con el ritual dionisiaco de Zagreus, que domina el exceso y el defecto de masculinidad de Zeus.

Es un hecho que la sociedad secreta Golden Dawn estaba lejos de pretender el control de excesos o defectos sexuales, masculinos o femeninos, como lo demuestra el caso de la pareja Horos. Theo Horos, voluptuoso y espiritual, es instruido por la Golden Dawn para poseer mujeres y su esposa Annie es adiestrada para ayudarlo. En una deformación de El sueño de una noche de verano, la escena de celos juguetones y afrodisiacos se vuelve una farsa siniestra en que hay anuncios en periódicos con invitaciones al matrimonio, que al tener éxito son convertidas en cópulas forzadas. Él representa a Cristo en ellas, lo cual proviene de la Golden Dawn, siempre proponiendo un caos en que Cristo y el súper-hombre se confunden: de ahí el “súper-niño” de la poesía de Yeats: el súper-hombre de Nietzsche en busca de inocencia. Theo Horos se vuelve un superhombre sexual ayudado por Annie, que se hace llamar Princesa Editha Loleta Montez, en recuerdo de la condesa Lola Montes, y Madame Helena, en homenaje a Blavatsky. En 1901, Daisy Adams, de dieciséis años, neófita o iniciada en estas prácticas irracionales, atrapa a Theo (precursor de Humbert de Nabokov), y la pareja Horos es condenada a varios años de prisión. Algunos miembros de la Golden Dawn –entre ellos Machen, Crowley y Florence Farr– abandonan la sociedad secreta. La Golden Dawn es una Inquisición disfrazada de secta espiritual, para deshacerse de seres sexuales, indeseables según la sociedad, y para controlar la vida de escritores decadentes y simbolistas.

Durante “el caso Horos”, Annie (acusada también de robo y fraude) asegura que ha sido fundadora del movimiento conocido como “Unidad Koreshana”, secta establecida por Koresh y basada en una revelación: una bella mujer, en 1869, se le apareció a Koresh en su laboratorio cuando preparaba la piedra filosofal y lo llamó “Horos”, Nuevo Mesías para iluminar a la Humanidad en el evangelio de la tierra hueca. Según el irracionalista Cyrus Reed (Koresh), vivimos dentro de un cosmos esférico u oval en cuyo centro están el sol, la luna y los planetas. En la novela irracionalista de Symmes, Symzonia (1820) hay seres blancos, puros y musicales, una “utopía” basada en la República de Platón (diálogo que es en realidad una descripción del gobierno aristocrático de la Atlántida, precursora de Esparta, como lo demuestran los vestigios del Timeo con que contamos). Julio Verne hace aparecer las ruinas de la Atlántida en sus novelas de ciencia-ficción Viaje al centro de la tierra y 20,000 leguas de viaje submarino. Esta relación entre lo subterráneo y lo submarino nos recuerda a Cthulhu y a la relación entre los misterios de Eleusis y Endimión. Verne domina el irracionalismo pero Hanns Hörbiger no. La tierra hueca es la base de su desequilibrada visión del cosmos, admirada luego por los nazis. Unida a la novela de Lytton, La raza futura, da origen a la secta nazi Logia Luminosa o Sociedad Vril.

En el caso Horos, las “travesuras felices” de Puck se ven deformadas por la locura de Koresh.

La era de Horus de Aleister Crowley, era del Niño Conquistador, es una transformación del mundo infernal de la pareja Horos. Y aunque el parto es desgraciadamente doloroso, el resultado final es bueno, según Crowley, para quien Horus es “el dios enano relacionado con las energías solares y fálicas del inconsciente”, como explica Kenneth Grant. Yo veo también en “Horus” una transformación de la palabra “Horla”, fuente de locura para Maupassant. En el cuento de Blackwood “Las alas de Horus”, un personaje confunde el vuelo mental con el vuelo físico y se mata.

La simpatía de Annie Horos por ladrones y fraudulentos es característica de los irracionalistas, que ven al anti-social como héroe social. Para los irracionalistas, la virtud dianoética o intelectual de Aristóteles, propia del que destaca entre los ciudadanos, es una invitación a lo anti-social, como si el ser criminal distinguiera al hombre consagrado al arte o a la sabiduría. El dianoético o intelectual, que aplica la dianoia (razón) a la realidad, no es un ciudadano común y corriente y en consecuencia no puede ser limitado por las leyes de un tiempo y de un lugar, al estar en contacto con la virtud permanente, aplicable a cualquier tiempo y a cualquier lugar. La virtud dianoética es eterna y general, no efímera ni particular. La dianoia o razón es la capacidad de pensar y distinguir entre bueno y malo, entre verdad y falsedad.

Debido a la neurosis, o a la falta de difusión cultural, no todos reconocen al dianoético. El intelectual es el aspirante a la virtud dianoética, una virtud que no existe sino en el ideal, ya que no siempre es reconocida. Sin embargo, es positivo aspirar a esa virtud, pues obliga al humano a pensar y a ser bueno. Cuando ese humano cree que la virtud dianoética es real, sufre mucho. Por eso debe considerarla sólo una ilusión estimulante.

Son virtudes dianoéticas el arte, la ciencia, la sabiduría, el entendimiento y la cordura. La virtud dianoética incomprendida nos lleva a la historia de Carlos Alfredo Becú. Todos los versos libres hispanoamericanos y españoles son variaciones de los primeros versos libres que se escribieron en español: los de Becú, el autor argentino. Estos versos transforman la locura profana del rey Luis de Baviera en la locura sagrada de la poesía. Necesariamente, toda la poesía libre en español implica esa transformación. La destrucción de la única edición del libro de Becú, titulado En la plenitud de los éxtasis (1897) muestra el vínculo entre los psiquiatras estilo Moreau y Nordau y los futuristas incendiarios de 1909, en contra del éxtasis y el sueño y en pro de la destrucción de las bibliotecas.

Pocos ejemplares sobreviven del libro, pero éste, al ser muy corto, ha sido re-editado en un par de ocasiones, en unos ensayos, y podemos ver en él elementos de los castillos de Luis de Baviera: los de Linderhof y Neuschwanstein. Una carta de Becú es testimonio de la admiración del autor por Darío y Los raros (1896), libro en que Lautréamont es considerado loco. En el libro de Becú hay una cita de Lautréamont y destaca la obsesión por el oro, “rey del mundo” y “amarillo como la muerte”, según Darío.

 

Hemos de recordar que Castalia bárbara, el famoso libro del boliviano Jaimes Freyre, basado en el reprimido libro de Becú y publicado en el mismo año, contiene también versos libres, pero el autor, con doble personalidad, olvida a Becú al escribir su libro sobre versificación, en que narra la historia del verso libre en español. Jaimes Freyre, en Castalia bárbara, siente nostalgia por la mitología nórdica, como el wagneriano Luis de Baviera. La desaparición del libro de Becú y la persistencia del libro de Jaimes Freyre muestran el vínculo entre los psiquiatras de 1897 y los nazis de 1935. Sabemos que el autor Becú, abogado, siguió siendo amigo de Darío a pesar de la amenaza psiquiátrica. Los futuristas habrían incendiado con gusto el libro Jeroglíficos de Machen, a favor del éxtasis en literatura, en que hay un fragmento sobre el hashish. Ningún lector serio en general ni ningún lector subterráneo en particular puede apoyar al futurismo sin traicionar sus convicciones. En los versos libres de Jaimes Freyre, “Las auroras” (tal vez nietzscheanas) hay inevitable influencia de Becú, que no está cerca del irracionalismo sino del romanticismo y la decadencia.

Muchos poetas han recibido a Becú sin conocerlo, a través del famoso Jaimes Freyre.

Las visiones de oro, “rey de amarillo” para Darío, Becú y Chambers, nos hacen pensar en el hidromiel dorado que aumenta la percepción sensorial y conduce a otras dimensiones, en el cuento de Derleth “La casa de Curwen Street”. El hidromiel dorado también estimula la intuición, como dice Derleth en “El guardián de la llave”, otro cuento, que origina una canción del grupo psiquedélico H. P. Lovecraft. El hidromiel, servido a los valientes por las walkirias en el cielo (Walhalla) de la mitología alemana, puede ser comparado con la ambrosía, llamada en Grecia “el alimento de los dioses”. Ambrosía es también una de las Híadas, como dice F. C. Sainz de Robles en su Diccionario mitológico universal (1944). El “soma” ha sido llamado “el alimento de los dioses”, como asegura W. J. Wilkins en su libro Mitología hindú (1882). Es la droga de la eternidad. Soma, dios que representa y anima al jugo de la planta de Soma, cura a los enfermos, alegra a los tristes y elimina los temores de los débiles. El soma ha sido conectado con la luna. Las estrellas Híadas son soles y reyes que provienen de la luna (Soma) de su esposa Rohini. Y por eso son llamados “hijos de la luna”. Estos hijos se apartan por completo de lo profano.

Continuará…

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Emiliano González

Autor de Miedo en castellano (1973), Los sueños de la bella durmiente (1978, ganador del premio Xavier Villaurrutia), La inocencia hereditaria (1986), Almas visionarias (1987), La habitación secreta (1988), Casa de horror y de magia (1989), El libro de lo insólito (1989), Orquidáceas (1991), Neon City Blues (2000), Historia mágica de la literatura I (2007) y Ensayos (2009).