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LA MUERTE

en carne y huesos propios

Edna Montes

 

LOS HUMANOS NECESITAN LA FANTASÍA PARA SER HUMANOS.
PARA SER EL LUGAR DONDE EL ÁNGEL CAÍDO SE ENCUENTRA
CON EL SIMIO QUE SE ELEVA.
Hogfather, Terry Pratchett

 

Existen conceptos que son estremecedores por sí mismos, su mera existencia nos produce miedo. Recuerdo con claridad la primera vez que uno de mis tíos me contó una vieja leyenda árabe: un sirviente va al mercado de Bagdad, ahí se topa con la Muerte, quien lo mira y le hace gestos. Aterrado vuelve a casa de su señor, le pide un caballo para huir de la ciudad y se va rumbo a Samarra. Luego, el amo se encuentra a la Muerte en la plaza. Entonces le pregunta por qué amenazó a su siervo; ésta responde que en realidad eran gestos de sorpresa por verlo en Bagdad, porque tiene una cita con él esa misma noche en Samarra. La historia me dejó sin aliento: cuando tienes cinco años no dedicas mucho tiempo a pensar en la muerte. Ahora que soy “adulta”, me parece que lo que de verdad llamó mi atención en aquella ocasión fue la idea de la muerte como algo tangible, como una persona.

Unos años después, conocí uno de mis cuentos favoritos hasta la fecha: “La muerte de la máscara roja” de Edgar Allan Poe. Algunas personas creen que fue inspirado por la tuberculosis de la joven y bella esposa del autor, Virginia Clemm; otros más dicen que es sólo un retrato de la epidemia de cólera en Maryland. Como sea, esa representación en mortaja y de máscara desencajada que se cuela en la fiesta del príncipe Próspero es una de las más inquietantes en la literatura.

"La máscara de la muerte roja", por Daniela F. Cortéz.

«La máscara de la muerte roja», por Daniela F. Cortéz.

La muerte es un concepto complejo para nosotros, los simples mortales. Tal vez es por eso que llevamos siglos tratando de ponerle disfraces antropomórficos. La mitología griega tiene a Tánatos y al tramposo rey Sísifo que consigue encadenarlo a una silla con la absurda esperanza de ser inmortal. En los mitos japoneses, ahora muy reflejados en el manga y el anime, encontramos a los Shinigami. A los romanos les debemos el término parca, que en el siglo XV empezaría a identificarse como un esqueleto encapuchado con o sin guadaña.

En México, la muerte tiene un nicho particular: cada noviembre podemos ver cómo aquello que habitualmente nos aterra se vuelve un motivo de fiesta. El mismísimo Ray Bradbury quedó fascinado por el Día de Muertos y lo representó en varios de sus escritos. En El árbol de las brujas, un grupo de niños se lanza en un viaje a través del tiempo con la consigna de salvar la vida de su amigo Pipkin. Guiados por el misterioso Mortajosario, los chicos recorren la historia del culto a la muerte descubriendo su importancia en el desarrollo de las civilizaciones. Su aventura culmina en el día de muertos mexicano. Mortajosario les da un indicio de que tal vez celebrar la muerte es el principio para dejar de temerla. Luego, cambia un año de vida de cada uno de los niños por la de su amigo. Mientras en “Guadaña” el protagonista de Bradbury se va transformando en la Parca de modo delirante y angustioso, El árbol de las brujas retrata a una muerte con una personalidad más neutral.

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El Maestro Hora en Momo de Michael Ende es casi tierno y generoso. Aunque conserva el elemento de neutralidad en cuanto al destino de los mortales, sí ayuda  a la niña en su lucha contra los terribles hombres grises. “Si los hombres supiesen lo que es la muerte, ya no le tendrían miedo”, le revela en una de sus líneas clave. Como en la literatura infantil, perderle el miedo a la muerte se vuelve mucho más fácil en la literatura de género. Cuando nos apartamos del horror, el humor surge con mucha mayor facilidad.

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Creo que el mejor ejemplo de la Muerte personificada es justo el personaje de Sir Terry Pratchett en su saga Mundodisco. Es justamente aterradora, imparcial, macabra e inamovible, pero su entorno hace todas esas cualidades más graciosas e irónicas que terribles. En uno de los libros de la serie incluso hay una parodia de la leyenda de la cita en Samarra (la cual me tomo la licencia de reproducir, porque no puedo contenerme):

—ME SORPRENDE QUE HAYAS TROPEZADO CONMIGO, RINCEWIND, PORQUE TENGO UNA CITA CONTIGO ESTA MISMA NOCHE.

—Oh, no, no…

—PERO, CLARO, LO JODIDO DEL ASUNTO ES QUE ESPERABA ENCONTRARTE EN PSEPHOPOLOLIS.

—¡Pero eso está casi a ochocientos kilómetros!

—NO HACE FALTA QUE ME LO RECUERDES. YA VEO QUE SE ME HA VUELTO A DESCUAJARINGAR TODO EL SISTEMA. OYE, MIRA, ¿NO TE IMPORTARÍA…?

Rincewind retrocedió, extendiendo las manos frente a él como para protegerse. En una caseta cercana, el vendedor de pescado seco contempló a aquel loco con interés.

—¡Ni pensarlo!

—PUEDO PRESTARTE UN CABALLO MUY RÁPIDO —ofreció la Muerte.

—¡No!

—NO DOLERÁ NADA.

—¡No!

Rincewind se dio la vuelta y echó a correr. La Muerte le miró alejarse, y se encogió de hombros con gesto de fastidio.

—PUES QUE TE DEN POR CULO —dijo la Muerte.

"Check-Mort", por Paul Kidby.

«Check-Mort», por Paul Kidby.

 

Sir Terry siempre escribía los diálogos de la Muerte en mayúsculas porque esperaba lograr el efecto de una voz eterna, cavernosa y bueno… mortal. Se trata de un personaje tan rico que tiene su propio arco argumental en la saga. Además, es justo ella/él (no hay forma de saberlo, es un esqueleto) quien suelta las más grandes verdades filosóficas del Disco.

Tampoco puedo saltarme a Muerte en el comic Sandman de Neil Gaiman (rara vez puedo dejar de mencionar a Neil; ya no estoy segura si es porque soy su fan o porque simplemente ha hecho de todo). En este caso, Muerte es una chica muy gótica. Aunque nació como un personaje de apoyo para su hermano Sueño, el protagonista de la serie, se ganó el cariño del público a tal grado que Gaiman ha escrito arcos especialmente centrados en ella, como Muerte: el alto costo de la vida y Muerte: lo mejor de tu vida.

"Death", por Chris Bachalo.

«Death», por Chris Bachalo.

Humanizar conceptos enormes, como la muerte, nos ayuda a comprenderlos. Desde un libro infantil que trata de hacerla menos terrible hasta los comics y libros de adultos que le dan un rostro más amable, la ficción aliviana la carga que nos supone nuestra propia mortalidad. Muy probablemente es su sempiterna presencia la que nos recuerda lo valioso de nuestro tiempo en este plano. Como siempre, los libros salvan vidas.

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Imagen de cabecera: «Mort», por Paul Kidby.

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ednaEdna “Scarlett” Montes
Lectora, escritora y friki irredenta. Egresada de Miskatonic con tarjeta de cliente frecuente en Arkham. Tiene tantos fandoms que ya hasta perdió la cuenta. Divaga mientras espera que Cthulhu despierte de su sueño en R’lyeh o al fin le entreguen su TARDIS; lo que ocurra primero.

@Edna_Montes