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LOS CELOS DE APOLONIO

I

 

Emiliano González

 

 

Posterior a la revolución francesa es una de las últimas novelas góticas, Wagner el hombre-lobo (1847) de Reynolds. El antiguo sirviente del super-hombre Fausto hace un pacto con el diablo para alcanzar la eterna juventud y la riqueza, con la condición de que se convierta en lobo una vez al mes.

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Wagner toma una droga basada en la droga de Como (el hijo de Circe), la droga que convierte a los hombres en lobos, machos cabríos, osos, tigres y otros animales. En la Odisea, Circe convierte a los hombres en cerdos, pero también en lobos, y en esto último hay una alusión a la droga de la ferocidad. El personaje Como figura en una mascarada de Milton. En Heracles furioso de Eurípides el acónito provoca la locura rabiosa. Según la leyenda, el cancerbero babea de rabia y su espuma venenosa provoca la flor del acónito napelo. Heracles es mordido por el dragón que forma la cola del cancerbero, cuando saca al monstruo camino del Hades. En la realidad, el acónito provoca la muerte, y en el mito, provoca la locura. Dos elementos que provocan la locura en la obra de Eurípides, la flor azul y la mujer-arcoíris (la diosa Iris) reaparecen, transformados en elementos amorosos, en el disco Sus satánicas majestades de los Rolling Stones. Pierre Ferran, en su libro sobre hierbas malignas, compara al napelo con el gorro frigio y asegura que sus raíces eran usadas, en regiones montañosas, en los cebos para matar lobos.

El aristocrático guerrero lobo de Esparta, chupado por las vampiresas o “Kerés” en la ceremonia eleusina, es después el poeta Orfeo decapitado por las ménades, como castigo por cantar a los efebos y ser misógino. En vez de controlar al lobo con sus cantos, Orfeo se ve dominado por el instinto lobuno y pierde la cabeza. La picadura de serpiente y la pérdida de Eurídice (especie de Perséfona) nos recuerdan al paraíso bíblico y la crítica a Sodoma y Gomorra. El guerrero-lobo eleusino es descrito por Petronio en el Satiricón. El ritual órfico es una transición entre Eleusis y Dionysos, al contener elementos de ambos rituales (el mundo subterráneo, el sacrificado) y el poeta-lobo Orfeo –que antes era guerrero– se vuelve el cazador lobo, un “mal salvaje”, identificado con Zeus Licaón, devorador de hombres y niños, recuerdo asimismo del minotauro cretense. En la República de Platón el cazador-lobo se vuelve el tirano-lobo democrático. Todo diálogo platónico tiene algo de teatro y por ende su estructura es la del ritual. En la República ese ritual es deformado. Es repudiada la poesía, al ser dionisiaca, pero son conservados elementos de ésta –luces y sombras, hombre-lobo– y usados en beneficio de la aristocracia. En El origen de la tragedia, de Nietzsche, el tirano-lobo es Sócrates, el villano del libro, un Apolo represivo que oprime al genuino Dionysos del ritual, caótico y sagrado. Sin embargo, el carácter lobuno del villano no es mencionado, pues Nietzsche teme que sus lectores establezcan una relación entre el cazador-lobo dionisiaco y el guerrero-lobo espartano y aristocrático de Eleusis. El genuino Dionysos, según Nietzsche, es Heráclito. El rey Penteo, que en las Bacantes aparece como falso Dionysos, se vuelve un ejemplo de autenticidad en la República. En la novela El fauno de mármol (1860) un conde fáunico y lobuno vive en un castillo de la Toscana. En la novela Cumbres borrascosas de Emily Brontë, la redención del hombre-fiera es la muerte, y en el más allá Heathcliff se vuelve el amoroso y armonioso compañero de Catherine, así como antes, en el ritual dionisíaco, el cazador lobo, después de ser ultimado por las ménades, renacía como dios de amor y armonía. En la novela de Hesse, El lobo estepario, Harry Haller se niega a aceptar el teatro mágico (símbolo del viejo ritual) y se niega a amar a la mujer: en vez de eso, la mata. Nos recuerda a Aquiles negándose a aceptar el amor, prefiriendo la guerra. El teatro mágico aparece en Ulises de Joyce, en América de Kafka y en Lolita de Nabokov, tres famosas novelas modernas. Nabokov dice que la literatura nació “cuando un joven gritó ‘¡Lobo!’ y los cazadores no vieron ningún lobo… la magia del arte se manifiesta en el sueño acerca del lobo, en la sombra del lobo inventado”.

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Harry Haller es heraclíteo. Borges presenta a Heráclito dividido en varias personalidades, debido al panteísmo que Heráclito apoyaba –después enemigo del monoteísmo socrático y cristiano–, panteísmo que nunca se vuelve unión de todos los dioses en uno solo. Así, Haller está dividido y tampoco logra la unión.

El conde Orlando de Ariosto hereda del guerrero espartano Aquiles el carácter aristocrático y lobuno, y del semidiós Heracles hereda la locura furiosa. Mezclado con un señor lobuno y vampírico de un castillo, mencionado también por Ariosto, da origen a Drácula, el vampiro de Stoker. En la novela de Hawthorne El fauno de mármol, la condición lobuna del conde es agravada por el contacto con Roma, ciudad corrupta.

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La novela de Hesse se ve anticipada por un cuento de Joyce, “Un caso penoso”, y por un cuento de la autora Greye La Spina, titulado “El lobo estepario” y publicado en 1918 en la revista The thrill book (El libro de las emociones). El cuento de La Spina (americana), aunque bien escrito y efectivo en su crítica a la crueldad, es tradicional; en cambio la novela de Hesse es experimental y en ésta la parte lobuna del hombre es mental, no física, como en los rituales griegos antiguos, en que los hombres no se volvían literalmente lobos pero adoptaban actitudes lobunas. Homero menciona a un lobo que ha sido hombre: se refiere a la metamorfosis física del guerrero lobo, basándose en la leyenda de Zeus Licaón, dios que sí se convertía físicamente en lobo. Al ver que la gente tendía a considerar superficialmente al licántropo, al limitarse a la anécdota del monstruo peludo, al mero cambio de aspecto físico, algunos autores empezaron a referirse a la mente del hombre-lobo a través de imágenes de cuerpos psíquicos o “ectoplasmas” (Blackwood en “El campamento del perro”, M. W. Wellman en “Los peludos danzarán”). Robert E. Howard en “Cabeza de lobo” se refiere a un hombre que proyecta la silueta de un lobo, repitiendo y variando un argumento de Lugones. La silueta o sombra es metáfora del alma, y es que “sombra” es también fantasma o alma errante. No hay en el guerrero lobo ningún afán defensivo: es puramente agresivo y considera a la guerra como una oportunidad de aplicar su violencia a otros. No hay en el poeta misógino y homosexual el afán de ayudar a la humanidad sino de vengarse por la pérdida de su mujer. No hay en el cazador-lobo la necesidad de alimentar a la tribu sino el deseo de matar al animal para satisfacer un gusto sangriento e individual.

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Es evidente que en el ritual dionisiaco, el dios en su etapa lobuna, el año viejo, es liquidado y renace como dios de amor y armonía, el año nuevo, y el público iniciado reconoce el rostro del sacerdote (llamado actor en la época del teatro), reconocimiento que sería imposible si usara una máscara de lobo. Usa un disfraz, de fauno viejo, canoso, mas en éste la máscara no es necesaria, pues basta con la peluca, las barbas y las patas blancas. Es la actitud lobuna del fauno, no la apariencia física del lobo, la que caracteriza al cazador-lobo. Los disfraces de “Keré” o de ménade son tétricos en los rituales eleusinos y dionisiacos. El ritual dionisiaco se ve deformado en los rituales de Sabazius (en que hay sacrificios humanos) y en los de la Magna Mater (en que los sacerdotes travestidos se castran).

Flaubert señala a Apolonio de Tiana como partidario de Sabazius y de Cibeles (la Magna Mater), en su obra La tentación de San Antonio.

El neo-platónico Apolonio, al apoyar la República de Platón y al rechazar el “Banquete” del mismo autor, necesariamente admira la música frigia y sustituye al cazador-lobo tracio del ritual (variación del guerrero-lobo espartano) por el gobernante democrático ateniense, deformando por completo el ritual dionisiaco. Al aceptar a Aquiles y al rechazar a la supuesta vampiresa (la mujer fenicia de su discípulo) Apolonio es como un guerrero-lobo espartano rechazando a la “Keré” o vampiresa que en los misterios de Eleusis le chupa la sangre. Y es que en la República las descripciones del Averno están prohibidas, al igual que las drogas de los hechiceros.

Apolonio de Tiana

Apolonio de Tiana

Las críticas al macho y al afeminado, presentes en el ritual dionisiaco, provienen de las críticas a Zeus realizadas en los misterios de Eleusis. Pero en Esparta esas críticas no son tomadas en cuenta, ya que Zeus es uno de los héroes de los patriarcas espartanos. Aquiles es sin duda otro. Recordemos que cuando se oculta entre las mujeres Aquiles se viste de mujer. El afeminamiento y el machismo son inseparables. Aquiles es comparable con Heracles cuando se viste de mujer para complacer a Onfalia.

Durante el renacimiento de Dionysos, el dios de amor y armonía es celebrado de manera erótica por las ménades, en una versión para jóvenes y adultos del cuidado de Dionysos niño por las Híadas. Luego, el negro –precursor del actor cómico– hace destacar el humor y los sacerdotes afeminados –precursores de los personajes satíricos– hacen su baile para burlarse de las ridículas inclinaciones sexuales de Zeus, burla que culmina en una celebración sensual o “bacanal” en que participa el público en general.

Así como el dios es precursor del villano y del héroe, las ménades castigadoras y premiadoras son precursoras de las mujeres fatales (que casi nunca son justicieras) y de las mujeres tiernas y sexuales.

Acteón, el cazador cruel, es convertido en ciervo antes de ser destrozado por los perros de Artemisa. Eso no quiere decir que sea primero convertido en lobo y luego en ciervo: su aspecto humano acompaña su cacería lobuna y sólo antes de morir es metamorfoseado en un cuadrúpedo cornudo, para emparentarlo con el hombre-cabra o fauno. El negro humorístico, durante la edad media, es deformado y convertido en el diablo del sabbath del dios cornudo, como si hubiera participado en el ritual de Sabazius. La chistosa enana Baubo de Eleusis es también deformada (un reflejo de eso es la enana Celos del Libro de amor del rey trovador René o el enano amarillo del cuento de hadas, luego mezclado con Plutón por Morris). Lewis Carroll mezcla a la enana Baubo con Perséfona para elaborar la figura de Alicia, siguiendo los ejemplos de Goethe y Fitz James O’Brien, que la mezclaban con Melusina o con Eva y Anímula de Adriano.

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Carroll sigue asimismo el ejemplo de Andersen, el primer autor que mezcla a la enana Baubo con Perséfona, en el cuento feérico “Pulgarcita”.

La diminuta sibila de Cumas de Petronio, que dice que quiere morir cuando los jóvenes le preguntan qué quiere, se une a la evocación de la sibila de Cumas en el mundo subterráneo, en la Eneida, cuando Carroll elabora a Alicia. En su libro Balder el bello, de 1913, Sir George Frazer se refiere a una dama que deseó la eternidad, pero después de cien años empezó a encogerse y fue alimentada como una niña. Puesta en una botella en la iglesia de Santa María, en Lübeck, es tan pequeña como una rata y se mueve una vez al año. Un relato similar, anónimo, sobre un hombre reducido de estatura, que toca una campana en las festividades cristianas, es incluido en la revista Papel periódico de Cuba en 1791.

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Como ya he dicho antes, es dionisiaca la mezcla del travestido y del lobo en el cuento “Caperucita roja”.

La palabra “werewolf” al revés es “flowerew” (descubrimiento de Beatriz Álvarez Klein), lo cual simboliza la redención del guerrero-lobo eleusino en los Campos Elíseos (después de cumplir su condena en el Tártaro), la recuperación de la cabeza de Orfeo y la transformación del cazador-lobo en dios de amor y armonía.

Una afinidad entre San Francisco y Dionysos (Zagreus) es la capacidad de controlar al lobo, y esa afinidad del cristiano con el pagano vuelve a San Francisco un personaje característico del decadentismo. El Dionysos cazador de las montañas de Tracia, dios invernal y lobuno, reaparece en el cuento de Marryat “La loba blanca de las montañas Hartz”, incluido en la novela El buque fantasma, basada en Los trabajos de Persiles y Segismunda de Cervantes.

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La loba blanca es de Marryat pero también de Gilbert Campbell. El pelo rojo y la crueldad, en Retrato de un hombre de pelo rojo de Hugh Walpole, es un tema relacionado con los lobos rojos, agresivos y sexuales, de Crowley y de Trakl, que provienen de la novela de Dumas, El líder de los lobos. Los ojos amarillos del hombre-lobo están en Saki y Cline. Los colores implican afinidades entre los autores.

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Hay relación entre lo cabrío y lo lobuno en el ritual dionisiaco: el fauno que se porta como un lobo y es destrozado por las ménades da origen a la relación entre el hombre-lobo y la brujería, relación señalada por Petronio y por los decadentistas Eric Stenbok y George Moore. El macho cabrío adorado por las brujas en el sabbath es una deformación de Dionysos Zagreus, deformación basada en Dionysos Sabazius. Si bien es cierto que ambos han surgido de la cópula de Perséfona con la serpiente Zeus, sólo Zagreus es genuinamente dionisiaco, pues Sabazius no controla las tendencias malas heredadas de su padre Zeus. En el ritual dionisiaco, el sacerdote que encarna a Zagreus hace el papel de Sabazius y por ende finge la ferocidad propia de Sabazius, dando origen al actor que representa al villano, en el teatro.

En mi cuento sobre licantropía, “La Mantis”, hay una premonición de mi lectura del cuento “Mère Maxime” de Elliott O’Donnell, incluido en el libro Licántropos (1912). El cuento es sobre una bruja que le promete al feo Henry la venganza ante el desprecio que le ha manifestado la bella y joven Beatrice, hija del posadero italiano Antonio (la víctima en mi cuento es un enano llamado Antonello). Henry se enamora de la bruja, que le da un cinturón y unos dulces para Beatrice, a punto de casarse. Henry le da los regalos y la bruja le dice que éstos la convertirán en loba. Después de amarrar a Henry, la bruja cambia: su rostro se vuelve inhumano. Tal es más o menos mi argumento, sólo que en mi cuento el enano es víctima de la cruel joven anhelada –Gioia– y no hay ninguna bruja. “La Mantis” es una variación de “El cumpleaños de la infanta” de Wilde, lectura muy lejana, recordada inconscientemente.

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El nombre Antonello en “La Mantis” es una reminiscencia de San Antonio the Third (el viejo Max) atacado por adolescentes lobunas en mi novela Neon City Blues.

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Continuará…

 

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Imagen de cabecera: «Lon Chaney Jr., the Wolfman», por Denman Rooke.

 

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EGPenEmiliano González

Autor de Miedo en castellano (1973), Los sueños de la bella durmiente (1978, ganador del premio Xavier Villaurrutia), La inocencia hereditaria (1986), Almas visionarias (1987), La habitación secreta (1988), Casa de horror y de magia (1989), El libro de lo insólito (1989), Orquidáceas (1991), Neon City Blues (2000), Historia mágica de la literatura I (2007) y Ensayos (2009).