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LOS SERES DE HUMO

I

 

Emiliano González

 

En la contratapa de mi libro Miedo en castellano (antología de cuentos macabros y fantásticos) dice “Breviario de fantasmas…” y aparece la frase “hombres de humo”.

Años después descubro el viejo libro Las joyas de Margarita (1912) de Francisco Villaespesa, publicado por la casa editorial Garnier Hermanos, veo a una mujer de humo en la portada y me sorprendo ante la primera sección del libro, titulada “Breviario de amor”. El humo, que forma el cuerpo desnudo y enjoyado de la mujer, surge de un cigarro fumado por un hombre parecido a Poe que en su estudio, con sus libros, lámparas, flores y cojines, pasa el tiempo soñando. Al fondo, se ve un jardín.

El poeta admite que “la mano de humo” de su amada, mano frágil que parece deshacerse con un soplo, se vuelve un halcón hambriento y clava sus garras de acero en su corazón, sacándole toda la sangre.

Cielo e infierno, amor y horror, paraíso y sufrimiento alternan en el “Breviario de amor”.

 

Lafcadio Hearn cuenta la historia del emperador chino Wu, que pide “Incienso llamador de Espíritus” para evocar el fantasma de su perdida favorita, la Dama Li, y cuando ésta sale del humo él se le acerca, pero ella se desvanece. Lejos de ser una ilusión estimulante, como la de la portada del libro de Villaespesa, la mujer de humo del cuento de Hearn es una ilusión engañosa.

Otra ilusión engañosa es la mujer de humo del cuento “Fantasmas” de Maupassant: la supuesta aparición fantasmal de una madre es en realidad un sacristán ávido de adueñarse del dinero heredado por el hijo. El sacristán usa una máscara de cera tomada de un retrato de la muerta y se le aparece al padre en un cementerio, amenazándolo con torturas infernales si se niega a desheredar al hijo, llamado “blasfemo”, y a darle el dinero a la Iglesia. Sólo así logrará el alma en pena salir del Purgatorio. El hijo, un joven que no es blasfemo pero se niega a ser un mero creyente ciego y tonto, va al cementerio con un comisario y unos policías. Cuando aparece el supuesto fantasma, los policías lo atemorizan y lo hacen huir, y entonces es atrapado y descubierto: es sólo un fúnebre travestido en un cuento fantasmático.

En la segunda sección del libro de Villaespesa, “La tela de Penélope”, el poeta confiesa que ha realizado “el milagro de transmutar todas las ansias” de su cuerpo “y todos los anhelos” de su alma “en fabulosas floraciones de rubíes, esmeraldas, zafiros, amatistas, topacios y crisoberilos, para bordar de refulgentes constelaciones la quimera zodiacal” del manto de su amada. Esta vez ella es la encargada de vampirizar al poeta con “la púrpura encendida” de su boca, de su boca “insaciable, húmeda de voluptuosidad”, como si saborease una granada. Pero ella tiene dos almas, y su alma misteriosa y exótica, “encantada en la profundidad nocturna” de sus ojos, se pierde en mística lejanía.

En “La tela de Penélope” aparecen los fantasmas que no están en el “Breviario de amor”: ¿Qué terror nos domina? ¿Qué fantasmas terribles amenazan en esta semiobscuridad poblada de fantasmas?”

En “El milagro del vaso de agua”, la tercera sección del libro, están las “narraciones sombrías y medrosas, de esas que se glosan a media voz, con bruscos escalofríos de pánico, al rescoldo del hogar, bajo las amplias chimeneas campesinas, en las largas y lluviosas veladas invernales.”

En el cuento “Lugares sombríos” de Beatriz Álvarez Klein, una periodista cultural que va a entrevistar a un viejo pintor desconocido toma té con él y escucha estas palabras: “―Fíjese usted bien en la columna de vapor: ésa es mi maestra”. La columna sigue curvas caprichosas y describe formas imposibles que poco a poco se desvanecen en el aire, dejando apenas un esbozo de la figura original. El pintor, apellidado van Haaken, se siente incómodo y dice que desea dormir, pero invita a la mujer a ver su estudio. En éste, ella descubre un cuadro que representa a una vieja encorvada con una taza de porcelana que emite un brillo insólito y de la cual se desprende una nube de vapor. El rostro de la anciana es muy parecido al de la periodista, que huye de la casa del pintor y confiesa que su sombra, vista con extrañeza por la gente, posee una mirada que sólo ella conoce y que parece llevar a un abismo infinito.

El cuadro del pintor ha sido una premonición de su encuentro con la narradora.

Nótese que las iniciales del título del cuento, LS, nos recuerda al LSD, y aunque la autora no alude a esta droga directamente, el cuento puede ser un símbolo de la experiencia psiquedélica, en que se recibe una revelación trascendente. El humo, en la portada del libro de Villaespesa y en el cuento de Beatriz, parece aludir al cáñamo: forma figuras raras en el aire. El libro La pipa de Kif de Valle Inclán es mencionado en Miedo en castellano (en el libro de versos Incensario de Otilio González, publicado en 1919, puede verse una mujer de humo en la portada). En la literatura, la mención indirecta de la droga es misteriosa, menos en “El pueblo blanco” de Machen, en que implica la hipocresía de la orden hermética de la Golden Dawn.

El LSD es descrito, pero no mencionado en La sala de partos verdes (LSDPV) de Miriam Ruvinskis.

En Larga Sinfonía en D de Margarita Dalton, la alusión al LSD es más directa, y en el libro se mezclan el horror y la belleza. En literatura, la descripción de la experiencia puede ser una realidad o una mera suposición del autor, que sin haber probado la droga pretende elaborar un equivalente literario de ésta. El LSD no es para todo mundo, como lo muestro en mi cuento sobre el suicida Garret, y algunas personas, por sus cuerpos y mentes, deben conocer al LSD sólo a través de la literatura. Los escritos de L. S. de Camp, autor de ciencia-ficción, parecen ser apropiados para esas personas.

En mi libro Los sueños de la bella durmiente (LSDLBD) hay un cuento significativo: “Rudisbroeck o los autómatas”. En éste no aparece ninguna imagen de mi viaje de LSD (la más notable al cerrar los ojos fue la de mujeres de dientes tan prominentes como los de las calaveras, en colores muy bellos). Pero sí aparecen la sinestesia, la mezcla de lo horrible y la hermosura y la revelación final sobre la identidad, fenómenos trascendentes del viaje.

La sinestesia es importante para el latino Ausonio, que alude al sonido pintado; para el alemán Hoffmann, que se refiere a las maravillas internas, expresadas por medio de olores, formas y sonidos; y para el francés Baudelaire, que dice que colores, aromas y sonidos se responden. En el cuento “La princesa Badura”, de Las mil y una noches, la sinestesia es indicio de salud para el príncipe enfermo.

Algunos libros pueden ser considerados anticipaciones de experiencias psiquedélicas: La selva muda (LSM) de Martínez Sierra y Los senderos ocultos (LSO) de González Martínez dejan atrás realidades prosaicas para acceder a significados trascendentes. El milagro del vaso de agua de Villaespesa ha sido reeditado en una edición especial, con el título de Los suaves milagros (LSM) y una portada art-nouveau, mostrando rostro femenino y colores contrastantes, claros y oscuros. La edición es de Biblioteca Patria (s.f.).

En nuestro movimiento, el previsionismo porvenirista, y en el diccionario, premonición es lo mismo que previsión, pero para definir el movimiento es mejor la palabra previsonismo, pues “premonitorismo” es demasiado larga. El porvenirismo es anterior al previsionismo y siempre ha implicado un presente impregnado de futuro y relacionado con el pasado. Usamos la palabra “premonición” en el previsionismo y al ser porveniristas usamos la palabra “futuro” sin implicación futurista, sin presunción y sin guerra.

Las mujeres de humo son las equivalentes femeninas de los hombres de humo de la literatura maravillosa o fantástica. En “El pescador y el genio”, cuento de Las mil y una noches, un pescador saca del mar una vasija gigantesca, y de ésta surge un humo espeso que se vuelve un hombre gigantesco, y éste dice que ha sido un espíritu rebelde, condenado por Salomón, y ha esperado demasiado, prometiendo siempre favorecer a su liberador, y lo ha hecho por muchos años, hasta que ha odiado a ese liberador y ha prometido matarlo cuando llegue, dándole a escoger su forma de muerte. Su liberador es el pescador, y finalmente convence al genio de que no lo mate y lo ayude. La historia impresiona a Arthur Machen, que en El libro verde hace aparecer a un negro surgido del humo negro, personaje que se lleva a una mujer. Ese negro es un recuerdo del etíope Memnón ofreciendo “nepente” a Helena de Troya y del diablo ofreciendo opio a las brujas. En “El pueblo blanco”, que contiene El libro verde, la autora de éste resulta víctima de la morfina (polvo blanco), lo cual es absurdo, ilógico, después de la crítica al opio en El libro verde.

Maurice Hewlett realiza una variación de la historia de Helen en La sabiduría de Proserpina (1913): un hombre moreno rapta a una joven adoradora de una estatua pagana que tiene fama de estar embrujada.

Pero en la variación de Hewlett el hombre moreno no juega el papel del diablo sino el de Plutón y no hay influencia de la Golden Dawn como en “El pueblo blanco”.

Continuará…

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Emiliano González

Autor de Miedo en castellano (1973), Los sueños de la bella durmiente (1978, ganador del premio Xavier Villaurrutia), La inocencia hereditaria (1986), Almas visionarias (1987), La habitación secreta (1988), Casa de horror y de magia (1989), El libro de lo insólito (1989), Orquidáceas (1991), Neon City Blues (2000), Historia mágica de la literatura I (2007) y Ensayos (2009).

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