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NO SÓLO CON CTHULHU SUEÑA EL OCULTISTA

dioses menores del panteón lovecraftiano en dos piezas de cine contemporáneo

Valentín Chantaca González -ValChanGon-

La emoción más antigua y más fuerte de la humanidad es el
miedo, y el miedo más antiguo y más fuerte es el miedo a lo desconocido.
H.P.Lovecraft

Todas las demás criaturas del mundo son insensibles al
sentido. Pero los que ocupamos el escalón más elevado
de la evolución estamos repletos de esta necesidad antinatural […]
Thomas Ligotti

Keep calm and worship Cthulhu.
Meme de internet

 

En este mundo, las apariciones y los monstruos son auténticos, aunque también son raras las ocasiones en que se muestran ante ojos humanos. Nuestro vínculo con ellos es íntimo e ineludible. Me refiero tanto a las abominaciones peludas como a las criaturas multiformes; tanto a los seres que visitan nuestra realidad desde otros planos de la existencia como a los que surgen de los abismos terrestres. No lo dude nunca, estos horrores son verdaderos.

Caminan entre nosotros sin ser notados, sin llamar demasiado la atención. Usted y yo los hemos visto. No obstante, la mayoría realiza un esfuerzo tremendo por ignorarlos, pues de tal desconocimiento depende la frágil entereza de nuestra cordura. Llámelos sombras que se mueven por voluntad propia, voces que susurran en la penumbra o miradas que provienen de ningún lado. Los monstruos están entre nosotros, subrepticios y manifiestos. A veces tienen rostros humanos, mientras que en otras conservan su apariencia innombrable y demencial. Habitan en la libertad de los resquicios y viven ocultos a plena vista.

Los detectamos desde que somos muy jóvenes, apenas infantes. Justo entonces, los incrédulos adultos nos enseñan a pensar que no hay certeza en nuestros miedos, nos instruyen a temer de lo desconocido. Éste es uno de nuestros instintos de preservación más básicos y antiguos, heredado desde tiempos inmemoriales, cuando la humanidad aún se resguardaba en cuevas y rendía culto a dioses ya olvidados. Sin embargo, la lección es difícil de asimilar, considerando que incluso lo ignoto es un fenómeno natural. En otras palabras, lo sobrenatural también forma parte esencial de la naturaleza.

Por eso le tememos al interior del clóset cuando se apaga la luz y al agujero negro que se extiende bajo nuestras camas. Sin saber por qué. Tememos a la espesura del bosque y a la profundidad de los océanos. Sin saber por qué. Al final, tememos sin motivo aparente, aunque todos intuimos que no es precisamente así. Le tememos a algo. A lo invisible, a lo insondable.

En el mundo literario, muchos son los autores que, a lo largo del último siglo, han empleado el género de horror como un medio para reflexionar sobre las capacidades y las limitaciones de la mente humana. Desde el japonés Ango Sakaguchi, en su novela En el bosque, bajo los cerezos en flor, hasta el carnicero Clive Barker en sus viscerales relatos de terror.

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Empero, ninguno ha adquirido una notoriedad (y celebridad) tan peculiar como Howard Phillips Lovecraft -HPL-, el excéntrico escritor de Providence, Rhode Island, contemplado como el padre moderno del «horror cósmico».

Portada de Penumbria 29 (especial lovecraftiano), por Mariangela Ugarelli.

Portada de Penumbria 29 (especial lovecraftiano), por Mariangela Ugarelli.

En la actualidad, las terribles deidades y criaturas concebidas por el retorcido intelecto de Lovecraft son referidas con soltura por las nuevas generaciones de lectores y usuarios de redes sociales. A tal grado ha llegado la integración de dichas figuras en la cultura popular, que incluso han sido despojadas de su carácter destructor y apocalíptico. Ya sea en videojuegos, programas de televisión o en memes de internet, la presencia del panteón lovecraftiano es un referente inevitable, sobre todo en una época que prefiere adoptar a sus monstruos, en vez de temerlos.

A continuación, mencionaré un par de ejemplos que (bajo mi juicio) reflejan esta tendencia en el cine comercial contemporáneo. Una tendencia que va en aumento, a pesar de que los espectadores no siempre están enterados de que lo que observan tiene un origen literario. Así que mantengan la calma y sgn’wahl cnog y-ebunma nw nay’hah chtenff throd li’hee ehye hai ilyaaog, uln kn’a ‘fhalma ron naflk’yarnak fm’latghog fm’latgh llll hupadgh. Sll’ha mg ilyaa ftaghuagl, gotha.

De Poel y The Witch

películas interpretadas como relatos de horror cósmico

 

Entre todos los dioses que conforman la cosmogonía lovecraftiana, ninguno es tan conocido y adorado como Cthulhu. El imponente pulpo, eterno y descomunal; la amenaza durmiente que induce a la locura desde el fondo submarino. Aún así, otras deidades «menores» han asegurado su lugar y permanencia en el imaginario colectivo. Criaturas que conquistan los elementos y las dimensiones, que controlan y destruyen las voluntades de aquellos que se atreven a pisar sus dominios.

En el largometraje holandés De Poel (El estanque, 2014), dirigido por Chris W. Mitchell, un padre aquejado por la crisis de la mediana edad se aventura en un viaje de campamento junto a su esposa, un viejo amigo de la familia y tres vástagos adolescentes. Después de una prolongada y agotadora búsqueda para encontrar el mejor lugar posible, el grupo se interna en un bosque milenario, aislado por varios kilómetros de la civilización. Por supuesto, hacen caso omiso de las señales que ven en el trayecto y que advierten del peligro inminente. No obstante, el destino final posee un encanto insuperable, que adquiere su máxima expresión en la forma de un estanque de ensueño. Es entonces cuando ocurre lo impensable.

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Transcurrido el primer par de días en aquella locación remota, los campistas notan extrañas ocurrencias que los hacen sospechar unos de los otros. La comida se pudre sin explicación alguna, la brújula y los electrónicos cesan su funcionamiento, y el agua cristalina del estanque se transforma en un líquido espeso, pestilente y turbio. Señales ominosas que anuncian un desenlace espantoso. Ésta es una de las principales características del cuento lovecraftiano (y del relato de terror en general): la degradación mental catalizada por la influencia de un medio ambiente sobrenatural.

Una vez inmersos en ese entorno desconocido, la fortaleza psicológica de los personajes decae con rapidez. Los primeros en ser afectados de manera irremediable son los jóvenes, quienes prefieren pasar la mayor parte del día en el agua del estanque. Posteriormente, duermen sin interrupción durante toda la noche, como si estuvieran en trance, y tienen visiones de pesadilla que debilitan tanto sus cuerpos como sus espíritus. Es en el agua donde uno de los adolescentes escucha voces que nos recuerdan a Los Profundos, criaturas que residen en los cuerpos acuíferos alrededor del mundo y que fueron descritos por Lovecraft en el relato «La sombra sobre Innsmouth»:

Eran brillantes y resbaladizos, pero su espina dorsal era escamosa. Sus formas eran vagamente antropoides, mientras que su cabeza era de pez, con prodigiosos ojos grandes y saltones que nunca cerraban. Al lado del cuello tenían agallas palpitantes y sus largas zarpas poseían membranas interdigitales. Andaban de forma irregular, a veces erguidos y a veces en cuatro patas. Estaba de alguna forma alegre de que no tuvieran más de cuatro extremidades. Sus voces croantes, aullantes, claramente usadas para articular el habla, poseían todos los matices de expresión que le faltaba a sus caras.

"Innsmouth", fotografía de Joshua Hoffine.

«Innsmouth», fotografía de Joshua Hoffine.

En repetidas ocasiones, los campistas intentan localizar el camino de vuelta al mundo de los humanos, pero ya han sido afectados por el influjo alucinante de aquellos seres. Ya no hay posibilidad de retorno. La película concluye con una espeluznante matanza, perpetrada por el mismo hombre que había organizado el viaje. Pero no es él quien sobrevive en última instancia, sino su hijo, quien logra abandonar el bosque y dejar atrás el estanque. Queda en el espectador decidir si lo que vuelve a la civilización es un simple muchacho o algo mucho más siniestro.

Por otro lado, el largometraje The Witch (La bruja, 2015), escrito y dirigido por el norteamericano Robert Eggers, narra las desgracias de una familia de peregrinos ingleses llegados al continente americano a principios del siglo XVII. En este punto, cabe recordar que una porción considerable de los peregrinos que viajaban a Norteamérica en aquel entonces lo hacían motivados por la idea de preservar sus costumbres religiosas y el estilo de vida puritano. Exiliados de la colonia a la que pertenecían por razones inciertas, los protagonistas del filme descubren un claro en el bosque donde comenzarán una nueva vida, sin siquiera presentir el riesgo que acecha entre los árboles.

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La familia está formada por William, el padre; Katherine, la madre; Thomasin, la hija mayor; Caleb, el primogénito varón; Mercy y Jonas, los gemelos menores, y Samuel, el recién nacido. En ningún momento se menciona el apellido de los personajes, por lo que debemos suponer que fueron despojados de sus nombres «cristianos», es decir, que no cuentan con la protección de un dios. Se encuentran solos y aislados, aunque pronto se percatan de que el bosque esconde funestas figuras que pondrán a prueba la pureza de sus mentes y sus almas.

El primer evento inexplicable que fractura la relación de esta familia es la desaparición de Samuel, cuando se encuentra bajo el cuidado de Thomasin. A partir de ese momento, la hija mayor se convierte en un foco central de atención, ya que una serie de acontecimientos sobrenaturales se manifiesta alrededor de su presencia. A estas alturas, tanto los padres como los hijos ya han sido corrompidos por el hechizo de los seres que moran en el bosque, por el sortilegio de las brujas que preparan ungüentos con la sangre y la grasa del bebé abducido.

No pasa mucho tiempo antes de que todos los personajes sean orillados a un estado de forzosa enajenación, pero no sólo las hechiceras son responsables. El verdadero villano de esta historia es Black Phillip, el negro macho cabrío que parece conducir y manipular las acciones de los protagonistas. En la simbología cristiana, la cabra es un animal asociado con Satanás, pero aquí resaltaré el innegable parecido entre Black Phillip (Howard Phillips, ¿mera casualidad?) y la deidad Shub-Niggurath, mencionada por Lovecraft en los relatos «El que susurra en las tinieblas», «La cosa en el umbral» y «El hombre de piedra».

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Al tratarse de una entidad que pocas veces se manifiesta en el plano terrestre, Shub-Niggurath jamás es descrita con exactitud en la obra de HPL. Aún así, es referida como «La negra cabra de los bosques con los mil retoños». Aunque sólo es posible especular al respecto, considero que Black Phillip es uno de estos retoños, una bestia dotada de una maliciosa inteligencia y un discurso irresistible, capaz de seducir a la ingenua Thomasin de unirse al aquelarre definitivo. Incluso si esto implica la muerte de todos sus seres queridos, incluyendo a sus hermanos pequeños.

Los personajes en los cuentos lovecraftianos no son consumidos por las fauces de un monstruo ancestral de modo invariable, sino que, en muchas ocasiones, pasan a formar parte de los seguidores y acólitos encargados de preservar el culto de aquellos dioses profanos. En The Witch, Thomasin acepta el propósito de su nuevo destino y se eleva, complacida, hasta perderse en el cielo estrellado junto a sus nuevas hermanas, las brujas. Todas ellas ansiosas y extáticas por reunirse con la negra cabra de los bosques. Mientras tanto, Black Phillip observa y sonríe, pues ha cumplido el designio impuesto por Shub-Niggurath, su querida madre. El desenlace es inquietante y liberador.

Ahora ya lo saben, aunque creo que siempre lo han percibido. Exploren los bosques con precaución y no hablen con cabras parlantes, sin importar cuán hermosa y profunda sea su voz. Recuérdenlo, no se zambullan en estanques aciagos ni conversen con criaturas como Black Phillip, pues (se los aseguro) no tienen nada bueno que decirles.

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ValChanGon PenumbriaValentín Chantaca González

En 2009, fue seleccionado como miembro del Programa Jóvenes Creadores del FONCA, en la categoría de cuento. En noviembre del mismo año, fue incluido en la antología Estación Central bis con Zoológico infrarrojo: 2 historias de pollos (Ficticia Editorial). Dicho relato también fue traducido al francés y recopilado en la antología Lectures du Mexique, Nouvelles et microrécits. Auteurs Mexicains du XXI Siecle (publicación digital de la Universidad de Poitiers).

En 2014, obtuvo una mención honorífica en el 4to Concurso Nacional de Haiku en México, organizado por el ITAM y la Academia Mexicana-Japonesa Tokiyo Takama. En 2015, fue beneficiario del PECDA (Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico) Colima con el proyecto Las noches en Colima también son temibles.

@ValChanGon