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NOSTALGIA

IV

 

Bernardo Monroy

 

I- REALIDAD

II- TONY: RUTINA

III- RUMIKO: SUEÑOS

 

 

ÓSCAR: SERVILISMO

 

What are we? Humans? Or animals? Or savages?

William Golding, Lord of the Flies

 

 

Busco entre la basura. Tal vez encuentre algo. Ayer tuve la suerte de hallar una pizza tamaño familiar casi completa. El problema es que tenía algo de vómito y yogurt de fresa, pero no importa.

 

Encuentro una cubeta con crujiente pollo y una coca cola. De postre comí unos chocolates. No estuvo mal. Ñom, ñom, ñom, digo mientras le doy una mordida a una rica pechuga.

 

Mi vida siempre ha sido una mierda. A diferencia de mi amo y sus enemigos, en lo que a mí respecta jamás he sido exitoso, jamás he tenido talento para nada que no sea ser servil. No es fácil ser el chalán del malo de la caricatura. Tienes que soportar insultos, golpes y maltratos de todos: protagonistas y antagonistas por igual.

 

El problema es que la mayoría de lacayos no tenemos el valor de rebelarnos contra el jefe y, mucho menos, tener iniciativa. En todos lados existe alguien como yo, ya sea del mundo real o ficticio. El niño que te acusa con el prefecto o el director, el empleado lamehuevos que le encanta quedar bien con el jefe y se emociona de forma falsa cuando llega a la oficina, el reportero que adula al político. El conductor que se pasó un alto y le dice al oficial de tránsito que se ve muy guapo, que es una autoridad. El diputado que finge servir al pueblo y recita discursos demagógicos.

 

¿Ya te diste cuenta por qué los lambiscones del mundo somos despreciados en el mundo de la animación y Mundo Real?

 

Paso la noche arropado entre la basura. Al día siguiente, despierto a las seis de la mañana y subo al cuarto que se encuentra en la azotea del centro comercial. Pateo la puerta de aluminio del hogar de los Irreales. Le escupo. Me rio, asegurando que los voy a destruir. De repente la puerta se abre. Es Rumiko, vestida con una bata, un corpiño y un brassiere.

 

Ah… Hola, Óscar dice. Después se retira, va a la cocina y me entrega una bolsita con pollo. Ten, para que te lo comas. Ya sé que te gusta el pollo.

 

¿QUÉ LE ANDAS DANDO COMIDA A ESE PENDEJO? grita Tony, quien está jugando Super Mario Bros.

 

No podemos abandonarlo, pobre. Es muy desvalido, débil e insignificante. Su amo lo dejó aquí, a la deriva. Al menos nosotros tres trabajamos en equipo y nos sabemos mantener, pero Óscar es tan poco inteligente, tan poco talentoso, que necesita ayuda.

 

Pues ayúdalo a que vaya y chingue a su madre interviene Saul. Es nuestro enemigo.

 

Ash, cómo son ustedes dos, de veras y me cierra la puerta en la cara, no sin antes acariciarme mi cabeza como si fuera un perrito.

 

No me odian. No me temen. Sienten una emoción peor: me tienen lástima. ¿Puede existir algo peor que eso? No lo creo.

 

Desde que mi amo me abandonó aquí he intentado destruirlos. Recuerdo cuando él estaba sentado en su trono, y yo a sus pies le preguntaba si ese era el fin de los Irreales.

 

¿Los espiará, mi señor? ¿Estará al tanto de lo que hacen?

 

No, me encontraré muy ocupado dominando otros mundos. Para eso te enviaré a ti, mi siempre servil e inepto Óscar.

 

Después tronó los dedos y me vi envuelto en un resplandor. Viajé a través de una serie de rayos láser de color azul brillante. Al fondo se veía un color rosa neón. Así se veía cuando viajaba por el multiverso. Aparecí en el basurero del centro comercial, donde ha sido mi hogar desde entonces.

 

Dedico la mitad de mi tiempo a hurgar entre la basura y la otra a mitad a reflexionar por qué mi amo me abandonó aquí. ¿Por qué me eligió a mí para quedarme en el Mundo Real? ¿Hice algo mal? ¿No le fui leal? En ocasiones se aparece ante mí por medio de televisiones o radios. Veo su rostro, que aunque negro es radiante, y le pregunto por qué me dejó a mi merced, solo, desamparado en un mundo cruel.

 

Él se limita a reír.

 

Nunca he podido destruir a los Irreales. Ni al ñoño cuatrojos, ni al vándalo peleador, ni a la zorra japonesa. Ellos me dan no una, sino tres vueltas. Es entonces cuando mi frustración es mucho mayor.

 

Lo que hago es desquitarme con los más débiles, los más pequeños. Voy a la escuela primaria cerca del centro comercial y golpeo a los niños cuando se dirigen a sus casas. Me he aprendido los nombres de todos ellos: Horacio, Mariana, Javo, Pepe, Tonathiu. Me gusta robarles el dinero de sus almuerzos y pisotearles sus mochilas. Los maestros de la escuela se han dado cuenta de mi presencia y me muelen a golpes. “Pa’ que aprendas a no estar molestando a los chavitos, cabrón”, me dicen. Pero vuelvo a molestarlos. Es lo único que me mantiene vivo. Malditos mocosos. Maldito Mundo Real. Malditos Irreales. Maldito todo.

 

¡Hey! ¡Pssst! ¡Oyeeeeeee! me grita Rumiko. ¿No crees que a quien deberías maldecir es a tu amo? Él es el único culpable de que estés aquí.

 

Luego sonríe con ternura. Saul se pone a cantar “Sufre, mamón” de los Hombres G. Tony se ríe. Así que me voy a golpear perros callejeros y a rayar la pintura de los coches en el estacionamiento.

 

No te reirás nunca más de mí, lo siento, nene, vas a morir, tú me quitaste lo que más quería,  canto, mientras pienso que, en efecto, el único culpable es el amo, mi Comandante Dunkelheit. Pero no puedo odiarlo. Me educaron para amarlo, idolatrarlo, venerarlo. Él me adoptó y me crió para convertirme en su criado personal, todo lo que sé es gracias a él.

 

Mi caso no es como el de Saul, un cerebrito educado por dos padres ricachones. Ni el de una oriental que comprende a la gente, ni el de un pandillero que aunque creció en las calles tuvo libertad. Siempre he sido un esclavo, un criado. La gente no me hace caso ni cuando les quiero arruinar la vida.

 

Es duro adaptarse al Mundo Real.

 

Hoy le robé un libro a Saul. Su título es El señor de las moscas. He escuchado decirle que es de un escritor muy importante, que ganó algo que se llama Premio Nobel. Fue hace poco, en 1983. El libro trata de unos muchachos que naufragan en una isla desierta. Poco a poco, se dividen en dos bandos: uno que pretende ser civilizado y otro que se pierde en el salvajismo y la barbarie. Creo que esa es nuestra situación y la de todos los seres humanos y dibujos animados. Siempre hay dos bandos. Siempre luchamos por mantener la cordura, mientras que otros se dejan llevar. Protagonistas y antagonistas.

 

Nos sentimos perdidos en una tierra que no nos pertenece, somos extraños, somos extranjeros.

 

Rompo el libro y camino hasta la escuela. Veo a un niño y lo golpeo. El niño dice llamarse Rodolfo. Me dice que su película favorita es una de un tal Chuck Norris. Me dice que ha aprendido de él. Mucho.

 

Me muele a patadas.

 

Dejando un camino de sangre, regreso al contenedor de basura, a mi hogar. En la madrugada, Rumiko llega con un plato de enchiladas que deja a mis pies. Las devoro en minutos. Duermo, pensando qué estará haciendo el amo.

 

Continuará…

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Imagen de cabecera: «It’s good to be bad in the 80s», por Daniel Mead.

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MonroyBernardo Monroy nació en 1982 en México D.F. y actualmente vive en León, Guanajuato. Es periodista y ha publicado el libro de cuentos El Gato con Converse y la novela La Liga Latinoamericana; así como la novela electrónica Slasher, disponible gratuitamente en el portal Zona Literatura, y W.M.D. y Segunda Temporada, aquí, en Penumbria. Es aficionado a los videojuegos, los cómics y los géneros de terror, fantasía y ciencia ficción, y escribe porque está frustrado, ya que nunca pudo ingresar a la Escuela de Jóvenes Dotados del Profesor Xavier. Sus textos han sido traducidos al klingon y al élfico.